Capítulo 2. A filo de navaja

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Vagando por una acera a oscuras, me encontraba envuelto en pensamientos de conjeturas y preguntas. Un farol se encendió de repente frente a mí, como para guiarme hacia una respuesta. Estaba justo en la esquina de lo que parecía ser una calle. Otros dos no tardaron en resplandecer, pero esta vez, en la acera opuesta a la mía. Presentía un afán desesperante más fuerte de la luz misma que de la frialdad de la oscuridad. Los faroles prestaban su iluminación sobre lo que se hallaba en medio de la calle.

«¿Quién es ese sujeto?», me pregunté tras ver un cuerpo tirado boca abajo en el pavimento. Lo detallaba más de cerca, y me paralicé al notar que carecía de cualquier signo de vida.

—¡Que alguien llame a la policía! —pregoné con desespero mientras sostenía mi cabeza en medio de la conmoción. «¿Quién pudo hacer algo así?», pensé con indignación.

Mi vista se perdió en toda una laguna carmesí, la cual había aparecido en un abrir y cerrar de ojos por toda la calle. Sentía mi rostro humedecido por mis palmas, por lo que miré que mis manos estaban cubiertas de sangre. Nunca toqué el cuerpo o el suelo, no que yo recordara. «No me digas que yo fui quién lo...»

—¡No! —grité, despertando de golpe y con jadeos. Todo lo que recordaba era que me llamaba Blad. Cada vez que cerraba los ojos para descanso, presenciaba esas horrorosas visiones de asesinatos y cuerpos sin vida.

Han pasado dos días desde la fatal bienvenida. Gracias a unos espejos que hallé, pude analizar mi collar más de cerca. Descubrí que tenía un foco rojo y una pantalla con la hora y un cronómetro. En aquel momento, horas después de esconderme en un piso de los estantes, había comenzado a hablar la voz femenina...

«Felicidades a todos los participantes por haber sobrevivido hasta ahora. Inicia la primera etapa de esta competencia: este collar es el instrumento que servirá para guiarle a la Zona Segura. Como habrá notado, posee una pequeña bombilla que alumbra de diferentes colores. Brillará de amarillo si va por la dirección correcta y rojo, en caso contrario. Deberá hacerlo antes que el cronómetro marque cero o quedará fuera del juego. Puede intentar remover el collar, pero no lo recomendamos.

»Matar o morir, que rueden los cráneos».

Me levanté, tomé mi bolso y continué mi recorrido. Si todo lo que había pasado al salir de la cabina era solo el principio, entonces no quería imaginar lo que seguía.

Me costaba creer en la existencia de un supermercado tan gigantesco y ampliamente abastecido: un pueblo entero viviría aquí por mucho tiempo. Los caminos entre estantes compaginaban con cualquier variedad de productos; dichos caminos convergían en pasillos principales. Había letreros colgantes que enumeraban de manera extraña a los pasillos principales. Ligaban números con letras por alguna razón desconocida, además de carecer de continuidad entre pasillos. En uno se leía: «A10», mientras que en el siguiente «D7», y en el anterior «R2».

La mayoría de los estantes se dividían en once pisos como edificios, y estaban repletos de todo tipo de artículos. Su anchura permitía caminar libremente dentro o a las orillas de ellos. Por mi seguridad, prefería desplazarme en el nivel intermedio, de ese modo, no tardaba mucho en subir o bajar según lo requería. También eran ideales como escondites y espacios de reposo.

Evité a varios criminales con solo ocultarme. Algunos atravesaban un piso, recogían alguna cosa y se iban; otros entraban en conflicto, generando uno o más cadáveres en el proceso. Noté las tendencias enfermizas de varios individuos: uno que jugaba fútbol con una cabeza, y no le importaba ser salpicado de sangre con cada impacto; otro le sacaba los órganos a varios cadáveres y los guardaba en una bolsa; y otro caminaba arrastrando maniquíes amarrados con cadenas a su cintura. Los maniquíes tenían la contextura y el tamaño de un niño... Apenas mantuve la cordura para vencer el pánico y pasar desapercibido.

Skull super marketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora