Capítulo 13. Polos opuestos

49 12 0
                                    

Nunca imaginé que tendría que soportar a alguien tan infantil en una competencia de criminales, aunque era mejor eso a que tuviésemos que matarnos.

Caminaba tratando de ignorar la voz aguda de aquella chica tan petulante.

—¿Quién eres? ¿Qué edad tienes? ¿Te gustan hombres o mujeres, o ambos? —preguntó, colocándose de frente a mí.

Desde que salimos de la Zona Segura, Dyan no se callaba ni un minuto.

—Ya te dije que soy Blad, no recuerdo con exactitud, creo que unos treinta y me gustan las mujeres —respondí, harto de sus preguntas.

—¡Genial! Yo también tengo esa edad —declaró entre brinquitos y siguió caminando—. Es divertido andar con dos personas que no intentarán matarte. Espero —dirigiéndose a mí—, no entrar entre tus gustos. Soy lesbiana, es decir, las mujeres son lo mío.

Sabía lo que significaba el término. No había manera de parar a esa chica tan muy fastidiosa e hiperactiva. Sus grandes ojos llamaban la atención por su gris verdoso. En los momentos que guardaba silencio, deformaba su rostro para crear muecas grotescas que le enrojecía la piel blanca; le gustaba mucho sacar la lengua. Acomodaba su largo cabello rubio en vano, pues a cada instante, sacudía la cabeza de lado a lado.

—¿No tomas algún tipo de calmante? —comentó Min Ho con desagrado—. Ojalá localicemos una camisa de fuerza o cadenas.

Por otro lado, teníamos a Min ho: un asiático reservado y obstinado. A simple vista yo no podía determinar si era chino, japonés, coreano... porque todos se parecían para mí, y me daba vergüenza preguntárselo, aparte de que tampoco me importaba. Distinguía su ascendencia coreana debido a su idioma, aunque también hablaba el idioma americano sin problemas. Era blanco, cabello negro con pollina, ojos negros y flaco.

En un supermercado, no solo encontrabas variedad de artículos sino de personas. Por desgracia, la mayoría estaba podrida, lo cual representaba un desperdicio. Los pocos que tenían cordura, como Honnel, tendían a morir... «¡No, Blad! No pienses así», me repliqué, cambiando de parecer. Había individuos rescatables como Moibeal y yo. No podía ahogar mi mente en necedad luego de haber sido rescatado de las garras de la muerte. Tal vez la señorita Kuwamori no era un vil ser que obligaba a su personal.

—Eso no está en la lista... —Dyan se quedó pensando por un momento—. ¡Ja! ¡Qué gracioso! —exclamó, riendo—. Para ser deprimente, no sabía que contabas buenos chistes, Mino. ¿Qué tan gracioso te oirás hablando chino?

—No fue un chiste, se pronuncia Min ho y ¡no soy chino! —replicó de mala gana.

Pasamos una hora recolectando los recursos para el hospital. Por suerte no nos topamos con nadie que estuviese vivo. Guardamos gasas, hilos para suturas, guantes quirúrgicos, alcohol absoluto y demás artículos para la salud, en morrales adicionales que habíamos hallado dentro del mismo pasillo de insumos. Teníamos recolectado la mayoría, hasta que llegamos a lo poco convencional:

1) Cofactores Esenciales (CE);

2) Vitaminas Ω;

3) Adhesivo Intradérmico;

4) Colágeno REgen;

5) TofUD.

Las referencias que Deltiac nos había entregado solo eran fotos con las coordenadas del lugar donde creían que se hallaban.

—Faltan los objetos ocultos —anuncié, revisando las fotos—. Según el mapa, estamos cerca del Adhesivo Intradérmico.

—¡Ah! —exclamó Dyan—. Ese debe ser el adhesivo especial. Mi enfermera me contó que lo usan para las heridas más profundas y es obvio, su nombre lo dice —afirmó con ánimo.

Skull super marketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora