Capítulo 18. La voluntad de las marionetas rebeldes

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Aquellos momentos donde una persona te relata su historia con el corazón en las manos, son momentos cuyas palabras logran asentar una sensación agradable en el alma; aunque te consumiera mucho tiempo, vale la pena invertir cada minuto.

—Allí estaba el culpable de mi miseria —continuó, contándome Cabrel—. Me acerqué y lo levanté de la camisa. Bron no opuso ninguna resistencia. "¡¿No dirás nada?!", le grité. Me molestaba que no se inmutara ni un poco. Yo quería que suplicara, que me diera batalla, explicaciones o que me gritara, que hiciera cualquier otra cosa, pero solo estaba allí como viejo mudo y decrépito.

»Deseaba hacerlo sufrir: un solo golpe en el rostro bastaba para retorcerle el cuello. Sin dudas, matarlo sería demasiado fácil, pero ya no valía la pena, así que lo solté sobre su cama y me fui a sentar en un rincón de la celda. Dejarlo como estaba sería más que suficiente, después de todo, él también había perdido a su familia.

»Me tomé varios minutos para meditar, inhalando y exhalando cada cinco segundos: debía aceptar que no era su culpa. Podía culparme a mí, a mi madre o padre..., a todos o ninguno. Al final, nada de eso me las devolvería... mi falla era irremediable. No entendía cómo habían descubierto su paradero. "¿Qué piensas hacer?", le pregunté de forma insípida. Él se dignó a contestar, diciendo que no tenía caso que lo dijera, pero yo le continué con insistencia. No podíamos quedarnos de brazos cruzados.

»Era obvio que ambos estábamos sedientos de venganza, pero él se negaba a poner en marcha su plan. Creía que nos enfrentaríamos a una fuerza superior, sumado a que deseaba cazar a los nazis escondidos alrededor del mundo. Me pareció toda una excusa absurda, es decir, solo debíamos cazarlos y ya. No entendía el motivo de su negación, hasta que lo capté. Para mí no sería problema porque era un adulto joven y fuerte, en cambio, él podía expirar en cualquier momento, carecía de destrezas físicas más el dolor que frecuentaba en sus huesos. Faltaban solo unos meses para su jubilación.

»No podíamos contra su vejez, pero la charla no terminó allí. Me contó la razón por la que deseaba que yo entrara al programa de fortalecimiento: la droga que empleaban era una materia prima que, junto a la sangre de un individuo sano y un proceso bastante riguroso, podía crear un suero capaz de otorgar increíbles habilidades. Mencionó que su sangre era muy débil, pero que podía utilizar un suero sintetizado a base de la mía si lograba funcionar primero en mí. La única condición era que compartiéramos lazos familiares.

»Yo estaba confundido hasta que reveló que él, en realidad, era mi tío por parte de mis padres biológicos. Fue un secreto que ocultó incluso a mis padres adoptivos. Yo tenía muchas preguntas, pero se fueron respondiendo tras abandonar la celda para iniciarme en el proyecto de fortalecimiento.

»Fueron semanas de duro entrenamiento e inyecciones. Había ocasiones en que sentía el fuego correr por mis venas, en verdad me quemaban con intensidad. Estuve al borde de la muerte siete veces, y en dos ocasiones caí en coma de varios días. En el fondo sabía que si moría en el proceso, no perdería nada, aunque estaba decidido a lograrlo. La sed de venganza me producía un deseo poderoso que me aferraba a la vida.

»El día llegó y mi cuerpo creció en masa muscular, resistencia, rapidez y fuerza. Mis huesos eran mucho más duros y flexibles. Me había convertido en el espécimen "estrella" del proyecto, tanto que usarían mi suero como estándar de calidad para los demás individuos. Trataron de inyectarlo en ellos, pero murieron.

»La debilidad que trajo como consecuencia, fue el gran esfuerzo que mi corazón debía soportar, bombeando la sangre necesaria. Era capaz de cumplir con tal desafío, pero era más vulnerable de lo normal. No era para tanto, solo debía evitar ingerir sustancias estimulantes como el chocolate o el café; tampoco debía inyectarme sustancias psicotrópicas al torrente sanguíneo; y por último, no debía exponerme por mucho a los ambientes muy calurosos. Además de tener que mantener la calma... para eso, había trabajado duro en crear un comportamiento relajado.

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