Capítulo 17. Libre y con ganas de escuchar

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Perder en una batalla tan importante te podría costar no solo la vida, sino la dignidad y el honor en muchos sentidos.

—¡No! —le grité, exasperado tras despegar sus labios ensangrentados de mi boca.

Traté de moverme a toda costa, pero el dolor en mi hombro era insoportable. Él soltó mi cabeza para quedarse mirando a la nada como si pensara. Parte de la sangre y el sudor de su cuerpo había manchado mi ropa. Se le notaba un gran moretón en la mejilla donde le había acertado con la nudillera, en algún momento, antes de tirarme contra el suelo, se la había despegado junto con el mecanismo.

Al instante, parpadeó y sacudió levemente su rostro, volviendo en sí. Más allá de su perversión, se comportaba de manera extraña, actitud que empezó después de contestarle, mientras pisoteaba mi espalda...

—¡Ah! —me quejé del dolor en mi hombro.

Él, tras oírme, se acomodó de modo que tuviese espacio para desabotonar mi chaleco y proseguir con la camisa. Traté de evitarlo moviéndome y dando voces de auxilio, pero me sujetó la boca y, con desagrado, hizo una seña con su dedo índice en son de que guardara silencio. Al remover su palma, realicé todo lo contrario gritando inclusive más fuerte que la ocasión anterior, a lo que reaccionó con un manotón que esparció sangre y saliva de mi boca al costado; por poco me dejaba inconsciente, además de que mi nariz sangraba todavía más. Entre mareos sentí que deslizaba su pulgar y parte de la palma para remover el exceso, luego se la limpió en mi camisa.

Él no emitía ninguna palabra, igualando la actitud de cuando lo encontramos. Continuó a desabrochar lo que faltaba de mi camisa, exponiendo mi abdomen con las cicatrices de las batallas pasadas, y los moretones de los golpes y balas que este sujeto me había atinado.

Puso su palma sobre mi pecho, yo no dejaba de imaginarme lo peor; sin embargo, me quedé quieto puesto que carecía de fuerza y estrategia para librarme, representando el alto precio por haber sido tan débil y descuidado, además, ya no deseaba recibir más golpes. Después de unos segundos, desplazó su palma sin despegarla de mi piel hasta mi hombro dislocado, y metió la otra mano por debajo de mi axila. Pensé que lo terminaría de sacar, pero sin aviso, ¡Crack!, escuché un traqueo seguido de un dolor intenso que me forzó a exhalar gritos entrecortados con los dientes.

Para mi sorpresa, el enemigo se echó a un lado de mí para suspirar del cansancio. Sostuve mi hombro, a pesar del dolor, podía moverlo confirmando que lo había devuelto a su lugar. No entendía el motivo de sus acciones, es decir, no me molestaba en absoluto que me liberara, pero ¿ayudarme? Para variar había comenzado a reírse como si entre nosotros estuviese sembrada una buena amistad.

—Tenías que ver tu cara —comentó—, ¿pensaste que te violaría?

—¿Por qué me ayudaste? —pregunté de forma insípida y limpiando mi rostro con las mangas de la camisa. También continuaba moviendo con ligereza mi brazo, esperando que se aliviara por completo el dolor.

—Oye, no seas obstinado... —expresó con tono de relajo.

—Hace poco luchábamos a muerte y yo era objeto de oprobio, así que nada de es esto me produce gracia. Además, sí, creía que me violarías o algo peor —subrayé, interrumpiéndole.

Esfumó su carisma para dar un respiro y levantarse, soltando quejidos por sus heridas. Se dirigió hacia el montículo, ignorando la idea de responder. Logré ponerme de pie para mirar hacia las escaleras, contemplando mi gran oportunidad de escape, pero lo vi sentarse sobre la ropa para agarrar la cajetilla de cigarros del montículo. No percibía amenaza u hostilidad de ningún tipo, por lo que recogí algo del suelo y me le acerqué.

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