Capítulo 12. Día de cobro

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Veía un pasillo con escasa iluminación mientras que en mi alma se acrecentaba un ansia por querer llegar hasta el final. No me afectaba la atmósfera tenebrosa que abundaba, las pesadillas habían ahogado mi sensibilidad al miedo. Indagaba y andaba al mismo tiempo, el camino acabó en una puerta. No me di cuenta del momento en que subí la mano para sostener el picaporte. Proseguí, bajándolo y empujando la puerta. La razón de esta sensación se hallaba al otro lado...

«Qué extraño», pensé tras entrar. Observaba miles y miles de escarabajos embotellados en los estantes, donde debieran estar los libros, de una gigantesca y poco iluminada biblioteca. No había motivo para coger alguno. Todavía me abrazaba la inquietud de querer continuar por una senda que me llevó a terminar en el centro, el cual le envolvía un resplandor procedente de una cúpula de ventanas con finos vitrales. Dicho espacio conectaba con todos los pasillos. Lo que causaba este sentir era... ¿un sillón?

Admití que lucía un atractivo y exótico lustre verde metálico, además de su tamaño, pero yo no podía disimular el desagradable sentimiento de estafa. Esperaba algo importante, esperaba a alguien. Quizás había llegado demasiado tarde, o muy temprano.

La tranquilidad se vio perturbada cuando de la nada, todo comenzó a temblar. ¡Tris, tris, tris...! El ruido del vidrio quebrándose, llamó mi atención. Los envases caían por todos los caminos, solo el área central permanecía segura.

La sacudida se detuvo después de que todos los bichos quedaran libres. Todos los pasillos se habían recubierto de una gran alfombra cuyos colores parecían parpadear debido al gran revoloteo de alas de tan escurridizos bichos, solo el suelo bajo mis pies estaba limpio de ellos. Al instante, todos empezaron a caminar hacia mí, como si un llamado inaudible al ser humano se los ordenara, por lo que no permitiría que se me subieran. No tardé en asombrarme al verles evadir mis pies, en realidad, se dirigían a la poltrona.

Se aglomeraban sobre ella dando la impresión de una fuente cuya agua, en lugar de caer y esparcirse, corría en sentido inverso hasta la cúspide. Se fundían unos con otros creando un material viscoso que agarraba forma. Constituyeron a una mujer con el rostro cubierto de una máscara robótica plateada con líneas del mismo color del sillón; sus ojos estaban decorados con óvalos de ámbar, exhibía un peinado como de Geisha cuyo cabello lacio y largo se hallaba enganchado con Kanzashis dorados; y vestía un hermoso kimono de flores coloridas y escarabajos.

Ella me miraba mientras se ponía de pie sobre el sillón. Mi alma aseguraba que se me acercaría para demostrar sus misteriosas intenciones, pero nunca lo sabría debido a que antes de que pudiese dar un paso, todo se había interrumpido al eclipsarse todo. Miré en cada dirección, quedando por sentado que ya no me hallaba en aquella biblioteca. «Reconozco este sitio», me dije, sintiéndome muy familiarizado con la soledad abrazadora de la oscuridad.

—¡¿Lo viste?! —expresó Instinto con emoción.

—¿Qué fue eso? —pregunté, confundido.

Él contestó que disfrutaba de cada pesadilla como un corto video de terror en 3D, lo cual me inspiró un desagrado que me llevó a llamarle cínico. También le pregunté el porqué seguía escondido y respondió con desinterés que, por ahora, no importaba.

—Hablando en serio —dijo, cambiando de tema—, no puedes continuar negándolo: esas visiones son...

No pude oír la última palabra debido a un jalón abrupto que me hizo sentir el cuerpo pesado sobre la cama. Yo había despertado en la realidad. Las luces de mi habitación estaban encendidas.

—¡Buenos días! ¿Dormiste bien, eh? —irrumpió otra enfermera en el cuarto con una bandeja de comida y un portapapeles plegable.

—Buenos días. Sí, gracias —respondí, sentándome y frotando mis ojos—. ¿Y la enfermera Moibeal?

Skull super marketDonde viven las historias. Descúbrelo ahora