Capítulo 15. Sereno e indecente

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No asimilaba el hecho de haberme encontrado tan pronto con otro portador de una calavera negra. Apenas me recuperaba de conocer al primero.

—Oye, amigo, no queremos problemas —expresé, tratando de mediar con él—. Solo necesitamos un par de cosas y... —me interrumpió, haciendo una seña de espera con la palma.

Del montículo sacó unos mecanismos redondos con focos azules en su centro, los cuales se pegó en varias partes del cuerpo: uno en cada brazo, pierna, muslo y pectoral, uno justo encima de su ombligo, tres en su espalda como si formara vértices de un triángulo invertido y un último más pequeño, en su frente. Todos se encendieron cuando se colocó un brazalete tecnológico en la muñeca derecha. Por alguna extraña razón, ese sujeto aún poseía el collar tecnológico activo en su cuello.

Nosotros estábamos dispuestos a atacar, al parecer, Dyan y Min ho ya conocían el rango de peligrosidad que le atribuía el color de su calavera, pero teníamos la esperanza de no tener que recurrir a la violencia. Se notaba que era un individuo pacífico. Rascó su cabeza, donde exponía un corte de cabello Crew cut combinado con una barba corta y sencilla. Volvió a meter sus manos en el montículo y sacó un cepillo con pasta dental para comenzar a cepillar sus dientes, luego extrajo una botella de cerveza a la que le removió la chapa, empleando solo sus manos, bebió un buche, se enjuagó y lo tragó.

No hacíamos más que estar de expectantes ante los menesteres básicos de un hombre cuya jornada apenas amanecía. Traté de llamar su atención de nuevo con palabras, pero me silenció con la misma seña característica del relajo absoluto, demostrando lo poco o nada que le preocupábamos. De otra área del montículo, tomó y destapó una caja que contenía unas barritas de cereal. Se comió una barra de un bocado e hizo lo mismo con otras tres para pasarlas con lo que quedaba de la botella. Al terminar, arrojó el remanente sobre la ropa.

En la caja y sobre un dibujo animado, se leía en lechas blanquecinas: «Barritas Nutritivas y Deliciosas, TofUD». Innegablemente era uno de los objetos raros que necesitábamos, cosa que indiqué a mis compañeros.

De su bóxer, cercano a la erección presente en los varones durante las mañanas, sacó una cajetilla de cigarros junto a un encendedor. Antes de poder generar una llama, los mecanismos titilaron haciendo que el encendedor fuese arrojado de su mano, como si se tratase de alguna clase de fuerza invisible. Soltó un suspiro de desagrado, entonces prosiguió sacando una caja de fósforos del montículo para al fin poder prender uno de los cigarrillos. Tras sentirse a gusto soplando el humo, tiró el resto a la ropa.

Dyan muy furiosa y desesperada, arremetió disparando con su arma, sin embargo, las balas le rebotaron atinando en otras direcciones. Una por poco le daba a Min ho, así que la detuve. No conforme a ello, sacó su arco, tensó sus saetas y disparó, obteniendo el mismo resultado vano. Frente a eso, ella misma paró.

—Con que nuestras armas no te afectan, eh —expresó Dyan con relajo y frunciendo su ceño.

—Sí, eso parece —masculló el tipo por el cigarrillo. Él se acercó a la parte de los baldes, tomó uno vacío del montón y lo destapó. Acto seguido, sacó su miembro circuncidado para orinar—. Así que no tienen intenciones de pelear —dijo después de exhalar el humo por la nariz—. La verdad, yo tampoco.

—Entonces, tomaremos el adhesivo... —platicó Min ho.

—No —le interrumpí, mirándole—, nos iremos. Nada ha pasado aquí.

—Lo lamento, no será posible —expresó mientras sacudía su miembro para regresarlo a su ropa interior—. Verán, en medio de todo esto —explicó mientras daba algunos pasos hacia nosotros—, solo deseo dormir, pero me cuesta mucho conciliar el sueño. Lo único que me manda a dormir como bebé es acabar el coito, cosa que no puedo hacer solo. Ya que ustedes estropearon mi descanso, demandaré que dos se queden conmigo —inquirió, apuntándonos con el dedo a Dyan y a mí—. El surcoreano se puede ir. No me interesan asiáticos.

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