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—¡¡BeomGyu!!
Los pasos eran apresurados y sin intención de detenerse. Su respiración era agitada y sus lágrimas frías y angustiantes. Su corazón latía a mil, luchando por no romperse en mil pedazos. Escuchaba los gritos desgarradores y desesperados que la chica que le gustaba dejaba salir de su boca, más no les prestaba atención, ya no quería oírla, hacerlo le dolía el alma. Su cuerpo estaba completamente debilitado, y no entendía cómo es que podía correr tan rápido. Siempre reprobaba gimnasia por ser muy frágil.
Esto es adrenalina...
Esto es sentirse traicionado y querer esconderte bajo la faz de la tierra para nunca salir...
HyeMin corría detrás de él sin intenciones de dejar de hacerlo. De sus ojos no salían lágrimas por el terrible pánico que la aquejaba. BeomGyu entró en una maldita calle que estaba repleta de gente, y HyeMin intentó seguirle el ritmo, pero cuando la gente se fue, él se había esfumado y ella no tenía ni idea de a donde se había ido. Lo único que sabía es que la había cagado y en grande. Sus manos pasaron por su cara y la desesperación comenzó a recorrer sus venas. Su pulso comenzó a ser impreciso y después de tanto pánico, sus lágrimas cayeron.
El pelinegro de ojos color café llegó corriendo, quedando agitado al lado de la muchacha que lloraba sin siquiera hacer algún ruido, solo lo hacía... SooBin alzó su mirada y la observó mientras intentaba recuperar el aire de tanto haber corrido. De hecho, él en gimnasia era ejemplar, pero ahora estaba roto y no entendía por qué, ya que solo habían sido un par de cuadras. HyeMin se volteó y lo miró con sus ojos repletos de terror y sus lágrimas cayendo.
—É-él ya no querrá... ya no querrá hablarme nunca más... —susurró la dulce muchacha con su voz quebrada.
—No, no digas eso, HyeMin. —regañó SooBin igualmente preocupado— ¿Viste hacia dónde se fue?
—L-le perdí el rastro en l-la multitud de gente... —continuó HyeMin con sus susurros. SooBin suspiró y miró hacia todos lados intentando simplemente encontrar rastros del joven de vestimenta rosa pastel, pero fracasó. No había nadie en las calles— ¡Hemos arruinado todo, SooBin! —gritó HyeMin y SooBin tragó en seco acercándose a ella para abrazarla.
HyeMin no pudo decir nada más...
Al sentir los brazos de SooBin rodeándole, su llanto se hizo más sonoro y angustiante.
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El agua fría caía por el delicado y pálido cuerpo de BeomGyu. Sus ojos estaban cerrados y se podían ver las hermosas y largas pestañas húmedas del joven. Sus lágrimas estaban siendo camufladas por el agua que la ducha dejaba cae sobre su piel. Sus ojos se abrieron, estaban completamente enrojecidos. Su ánimo se arrastraba por el suelo dirigiéndose a un profundo pozo sin fondo llamado depresión. No podía creer que su pasado podría volver a causar estrategias en su vida actual. Creía que solo estaría bien, que si no confiaba en nadie, todo se quedaría en su lugar.
