—Oye, Diego—llamé del otro lado de la puerta sin obtener respuesta de su parte, haciéndome enojar—Maldita sea, voy a entrar.
Me arrepentí en cuanto divisé como el cuerpo de mi hermano descansaba en aquella cama, mientras una bonita castaña estaba de pie poniéndose sus prendas.
—Oh, no creo que se despierte, cariño—atrajo mi atención la mujer terminando de abrocharse los pantalones, yo estaba enfocado en analizar de forma lenta el cuerpo de la castaña, mientras ella estaba distraída intentando cepillar su larga melena con sus dedos.
—No quiero ser grosero, pero... ¿Cuántos años tienes?—dije con duda y un poco asustado por la idea de que mi hermano estuviera haciendo cosas indebidas con alguien mucho menor que él.
—20 años—expresó despreocupada—No tienes porque preocuparte. Soy mexicana, en mi país a los 18 ya eres considerado como mayor de edad.
Latina
Eso explicaba la perfecta forma de su cuerpo. Agradecía que mi madurez siguiera intacta, pues con ella podría crear diferentes ideas en las que yo podría conocer un poco más aquella chica.
—¿Y tú?—cuestionó, logrando que regresara a la realidad—Pareces de ¿11?
—De hecho, tengo dieciséis—respondí con una sonrisa sarcástica, logrando que una pequeña risa brotara de los labios de la contraria, deleitando mis oídos.
—Lo siento, cariño—comentó entre risas—No quería ofenderte, solo bromeaba. Estás bien conservado para tu edad.
Sonreí para mis adentros al recibir ese halago, tal vez podría tener una oportunidad con ella, solo tenía que deshacerme de mi hermano... Mi hermano que empezaba a removerse en la cama haciendo que la delgada sábana que lo cubría cayera al suelo, dándome una asquerosa vista de su trasero expuesto.
—Que asco—dije haciendo una mueca incómoda—¡Oye, idiota, cúbrete!—grité para aventarle el objeto más cercano que encontré.
—¡¿Qué mierda, Cinco!?—bramó furioso el moreno—¡¿Por qué me avientas un cepillo, joder!?
—¡Tápate ya!—le respondí elevando la voz, observando de reojo como la única femenina en la habitación estaba completamente "arreglada".
—Ya no eres un niño, anciano. No tienes porque asustarte—dijo mientras con un movimiento perezoso levantaba la tela del suelo y la acomodaba de nuevo sobre su cuerpo
—¿Qué?—cuestionó confundida la castaña recorriendo mi cuerpo con la mirada, haciéndome estremecer.
—Y ella—señaló a la mujer, ignorando su anterior pregunta—Seguro conoce mi cuerpo de memoria, así que no me molestes.
Me removí incómodo en mi lugar por sus palabras, mientras que la veinteañera miraba al latino con un gesto ligeramente ofendido en su rostro.
—Que idiota—dijo—Yo me largo—comentó mientras caminaba hacía la puerta y pasaba a mi lado, alejándose de ambos.
—Diego—llamé a mi hermano aún con la vista fija en los movimientos que hacía la femenina mientras caminaba—¿Quién es?—ahora posé mi mirada en el moreno, cuando la chica ya no estaba dentro de mi ángulo de visión.
—Se llama _______. La conocí hace unos meses—expresó de forma aburrida mientras se inclinaba un poco para comenzar a vestirse.
—¿Es tu novia?—pregunté con falsa indiferencia, sintiendo como mi corazón palpitaba desesperado en espera de su respuesta.
—¿Qué dices?—se burló—Claro que no, Cinco. Ella es un pasatiempo.
Estaba dudosos sobre lo que debería hacer, podría romperle la cara por expresarse de una chica así y bueno, podría agradecer de que no existiera nada formal entre ellos.
Nada me detendría ahora.
—Como sea—dije con una sonrisa ladina—Tenemos que hablar, todos estaremos en la sala, no tardes.
—Claro—respondió mientras se acercaba al pequeño espejo e intentaba mejorar su aspecto.
Caminé de forma lenta hacía la sala donde todos mis hermanos seguían esperando, pensando en la mejor manera para poder acercarme a la mexicana. He de admitir que tenía algo que era imposible no admirar o volteara a ver.
