40. Maldito Dios Griego

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Capítulo 40.

Mi vista se iba aclarando a la vez que parpadeaba y lo primero que observé cuando desperté fueron unos musculosos brazos rodeando mis hombros. Era Matt, estaba plácidamente dormido a mi lado. Sus ojos estaban cerrados, sus pestañas se veían rizadas y por primera vez tuve envidia de un hombre.

Sonreí inconscientemente admirando su hermosura. Estar entre sus brazos era todo un sueño. La felicidad no cabía en mi pecho. Despertar cada mañana así, era perfecto.

De pronto, lo encontré mirándome, sus ojos azules tan claros como el agua cristalina me observaban con cierta diversión. Sus labios rosados formaron una sonrisa de lado. Matt doblo su brazo y se apoyó en el respaldar de la cama.

—¿Me estabas observando?— pregunto con la voz ronca. Dios, esto es la gloria.

Entorne los ojos.

—Puede ser— levante mi rostro y él atrapó mis labios entre los suyos robándome un suspiró.

—Buenos días, linda— me dijo volviendo a besar mis labios en cortos picos.

Sonreí en sus labios.

—Buenos días, guapo— su nariz rozo la mía. Matt seguía rozando sus labios con los míos. Reí contra sus labios. —Basta... Matt, me haces cosquillas— no me hizo casó y siguió con su ataque.

—No puedo, tus labios son mi adicción y ahora eres mi novia, tendrás que soportar a este osito cariñosito— me abrazó por la cintura y bajo sus labios a mi cuello aspirando mi piel.

Mi piel se erizó con su respiración y mi risa volvió a escucharse. Me moví de su lado riendo, sus ronroneos se escucharon contra mi oído.

—¿Osito?— le pregunté riendo. Matt movió la cabeza asintiendo como un bebé.

—Justo así— respondió. Su nariz rozo mi cuello.

—Bien osito, tenemos que desayunar— me burle. Matt río.

—Pero quiero quedarme contigo.

Me volvió a besar.

—Matt... tenemos que desayunar— dije. Sus suaves labios se presionaron con los míos una vez más y me soltó.

—Bien, vámonos antes de que me arrepienta y no te deje salir de la cama— dijo por fin con una sonrisa pícara. Alcé una ceja y me eché a reír. Él se levantó y me ofreció su mano.

La tomé sin dudar y caminé junto a él hasta la cocina. Desayuno, allá vamos.

—Bueno, ahora cuéntamelo todo, no te saltes ni una sola parte

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—Bueno, ahora cuéntamelo todo, no te saltes ni una sola parte.

Bianca cerró la puerta de golpe y me obligó a sentarme en la cama.

Desde qué llegué junto a Matt agarrados de las manos a la cabaña, todos se encontraban dormidos excepto por Bianca, ella estaba sobria y bien despierta a diferencia de los otros, que ni siquiera sabían quiénes eran.

Tu Eres MíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora