20. Incómoda cena.

733 104 11
                                    

Los ojos del corazón.

—Jacob Becher—

—Días después—

—¡Eres un tramposo! —Cinthya me da un golpe en el brazo cuando le gano la partida de ajedrez. No ha dejado de quejarse por todas las partidas que ha perdido desde que estábamos en uno de los salones jugando. Me he dado cuenta las miradas que se da con Miguel y no me gusta para nada que esté poniendo sus ojos en alguien más, lo menos que quiero es ver sufrir a Estela, pero bueno, Estela no es que sea una santa y sé que no me quiere contar sobre Adrián. Algo pasa entre ellos o pasará porque el que no se haya dado cuenta de cómo se miran es porque no quiere.

—Te gané y no puedes hacer nada —me tira una de las fichas—. ¡Oye!

—Bueno ya, Cinthya, supera que eres pésima jugando —bromea Miguel, tomando de su jugo—. Perdiste todas las partidas.

Llevamos un rato jugando, nos hemos divertido muchísimo.

—Vamos a dar un paseo hoy, chicos —sugiere Jazmín tecleando algo en su celular. No entiendo cómo lo usa, pero me ha explicado que es diseñado para personas con su misma discapacidad—. Mañana regresamos a la ciudad, y adiós vacaciones para ustedes.

Desde que estamos aquí hemos ido a muchos lugares que valen la pena, desde la playa, parques, iglesias, centros comerciales, cine, y otros lugares donde la hemos pasado increíble. Mañana regresamos a la ciudad porque el lunes todos regresamos a nuestras obligaciones, han pasado muchas cosas desde que estamos aquí y no se puede negar que ha sido una experiencia muy buena aprender de todos un poco.

Lo que más me gustó y se robó mi atención fue cuando Jazmín me contó que pudo verme, aunque no fue de manera clara ella pudo ver algunas de mis facciones bajo la lluvia y eso es algo bastante extraño y único. Jamás supe de alguien que fuera ciego y viera debajo del agua, pero tal vez es porque Jazmín perdió la vista cuando era grande y tiene idea de cómo es el mundo porque todo está en su cabeza.

—Buena idea, salgamos a conocer lo que nos falta y así olvidamos que el lunes regresamos a nuestra vida cotidiana —dice Javier dejándose caer en la mesa donde estábamos jugando.

Nos levantamos y cada quien se va a su habitación para arreglarse, me quedo mirando a Jazmín que sigue sentada en una de las sillas.

—No sé por qué siempre te me quedas mirando —llevanta la mirada.

—Y yo nunca voy a entender cómo sabes que te miro —la ayudo a levantar y planto un beso en su frente.

—Puedo sentir cuando me miras.

Hora de ser sincero.

—Jaz, tal vez no hemos hecho las cosas bien todo este tiempo, pero yo de verdad te quiero y no quiero que lo nuestro sea algo pasajero.

—¿Qué me quieres decir? Cuando hablas sin parar es porque algo hay detrás de tus palabras, así que habla.

—Quiero que vengas a cenar conmigo a casa de mis papás —sus ojos se hacen mas grande y niega con la cabeza—. Mis papás deben conocerte, que sepan que estamos juntos.

—Tu mamá no puede ni verme y si voy a su casa es capaz de sacarme —se pasa la mano por la cara y sonrío cuando infla sus mejillas—. Me encanta que quieras llevarme con tus papás, pero no pienso ir donde no soy bienvenida.

—Por favor, Jazmín —le hago un puchero y se sigue negando—. Mis papás harán una cena el sábado a las ocho, si cambias de opinión puedes ir. No estoy seguro de que sea este sábado, pero te avisaré.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora