23. Ataque de risa

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Los ojos del corazón

Capítulo 23.

—Jazmín Tanner—

He pasado toda la tarde y parte de la noche con Jacob en su lugar secreto, que ahora será nuestro lugar secreto. Fue tan emocionante conocer con mis manos y mis dedos cada parte de ese lugar que me enseñó Jacob. Después de nuestra plática no hice otra cosa que llorar, sentía dentro de mí que podía suceder algo, pero luego de un rato me calmé y no hice otra cosa que reír y hablar con Jacob sobre cómo había conocido ese lugar.

Como papá lo pidió antes de las once ya estaba en casa porque Jacob no quería causarme problemas, o bueno, eso pensé hasta que se metió por la ventana y pasamos toda la noche juntos.

Trato de levantarme para ir a cepillarme, pero Jacob me coloca las piernas encima para no dejarme levantar.

—Espérate, debo ir a cepillarme —le digo cuando empieza a jugar con los bordes de mis panties y sus dedos alcanzan a pasearse por encima de mi parte íntima—. Jacob, ya quédate quieto, en serio te pesan las piernas.

Baja por completo la mano dentro de mis panties, solo acaricia mi vagina por encima y el hecho que lo haga me excita mucho, pero no pienso hacer nada ahora cuando debo bajar a desayunar con mi familia o papá viene a buscarme. No quiero que nos vea en plena acción.

—Me pides que me detenga y ya tienes tus panties húmedas —me pellizca sin lastimarme y besa mis labios formando corrientes de excitación en mi sexo—. Te aseguro que si mi dedo entra en ti saldrá empapado de tus fluidos.

Sus palabras son el arma perfecta para hacerme rendir, pero no alcanza a terminar lo que me dice porque tocan la puerta y cuando escucho la voz de papá tiro a Jacob a un lado y le pido que se esconda debajo de la cama.

—Hija, voy a entrar —me avisa, empujando la puerta, puedo escuchar el sonido de la puerta y me acomodo en la cama—. Todavía sigues acostada, pensé que ya ibas a bajar.

—Se me hizo un poco tarde —sonrío para disimular los nervios—. Ya me voy a bañar, en cinco minutos bajo, ¿vale?

—Eso espero. Le dices a Jacob que cuando vaya a esconderse debajo de tu cama que esconda los pies, digo, así no me doy cuenta de que pasó la noche contigo —se me escapa una risita burlona cuando papá dice eso—. Jacob, ya puedes salir de tu mágico escondite.

Escucho ruidos debajo de la cama y ya no puedo aguantar más la risa cuando escucho la voz de Jacob saludar a mi papá.

—Buenos días, señor Thaison —se escucha tan chistoso que ¡Dios! Si pudiera mandara a enmarcar este momento—. Yo no me quedé, solo vine a traer unas cosas.

¡Dale, Bro, que puedes ser más pendejo!

—Y yo no soy el papá de Jazmín y tampoco te vi los pies debajo de la cama —noten ese sarcasmo, por favor—. Los espero en la mesa, no tarden

No espero muy bien que papá salga y literalmente me muero de la risa de solo pensar en la cara de los dos. Esto es bien chistoso.

—Eso, ríete de las desgracias de tu novio —me tira uno de mis cojines—. Qué pena con tu papá, Jazmín, que va a pensar de mí.

«Buenos días, señor Thaison» —imito su voz y vuelvo a reír—. ¡Qué menso eres! Papá no pensará nada malo, bueno, sí.

—¿Qué?

—Que te sigues acostando conmigo, eso pensará.

—¡Jódete, Tanner!

Trato de no reír, pero al recordar lo que pasó no puedo. Escucho sus pasos y supongo que ha entrado al baño porque su olor todavía está en mi habitación. No tengo culpa que papá sea tan sarcástico y justo debía serlo hoy y con Jacob que debe andar enojado conmigo por reírme.

Ya dejaré de reírme. Nahh mentiras, esto es gracioso y creo que tengo un ataque de risa porque ya parezco foca epiléptica.

—Jacob Becher—

Tener una novia que le den ataques de risa puede ser muy chistoso, pero a la vez estresante. Jazmín no dejó de reírse durante todo el desayuno y cuando me despedí para venir a ver a mi bebé seguía riéndose y ya no me quedó de otra que reírme con ella.

Ayer que fuimos a mi lugar secreto sentí la necesidad de decirle muchas cosas porque sentía que algo iba a pasar y que no era bueno, algo me inquietaba a decirle que me prometiera que sería feliz conmigo o estando sola, ¿por qué? No lo sé, pero debía decirlo.

—Hola, Rina —la saludo cuando entro al apartamento y le quito la bebé de los brazos. Es preciosa—. Qué cosita más preciosa es esta bebé.

—Jacob —me sonríe—. Hasta que llegas, la bebé ha pasado llorando y ahora mírala tranquila contigo.

—Es que ella sabe que papá es papá —la paseo para todos lados, está vestida de azul y se ve tan tierna mi bebé preciosa—. ¿Puedo llevármela?

—Hoy no puedes, quedé con mi mamá de llevársela y no quiero que se ponga histérica, pero mañana te la llevo, lo juro.

—Está bien, las estaré esperando.

Me cuenta cómo se ha sentido durante este tiempo después de dar a luz, y la verdad, la veo muy bien. Me quedo con la bebé cantándole hasta que se duerme y aprovecho para hablar con Rina sobre el dinero que debo darle para que mantenga a la bebé y le quede para ella, se niega, pero yo sé que lo necesita porque su familia no se encuentra muy bien de dinero y sé que le ayudará hasta que consiga un trabajo.

Me bajo del auto cuando llego a casa y cuando entro al primero que veo es a Miguel sentado en uno de los muebles, no se ve nada bien. Sabiendo que viene a decirme algo nos vamos al jardín donde podemos hablar con toda la confianza.

—¿Y bien? —Me sirvo un vaso con limonada—. ¿Por qué esa cara?

—Estela me fue infiel con Adrián.

Suelta sin anestesia haciendo que todo el jugo se quede atorado en mi garganta.

—¿Que Estela te fue infiel? —Asiente—. ¿Con Adrián?

—¡Joder que sí! —Gruñe—. Se acostó con Adrián, yo los escuché discutiendo.

—Para ser alguien que le hayan puesto los cuernos no parece, te ves triste, pero no esperaba esta reacción tan calmada —me mira con atención—. ¿A quién quieres engañar? Porque a mí no.

—¿De qué hablas?

—Hace mucho que tu relación con Estela no era lo mismo, Miguel, tú no estás enamorado de Estela y lo que te duele es que ella se haya metido con Adrián estando contigo. No sé si te haces el loco o qué, pero yo sé que te gusta Cinthya y a ella también le gustas —se niega—. Pasan tiempo juntos y si no lo aceptas es porque ahora estás lastimado por lo de Estela, pero sabes que ella no es mala y si se metió con Adrián es porque lo quiere, estoy seguro de que no quería hacerte daño.

—La traté de lo peor, me dio rabia saber que se metió con ese chico, yo confíe en ella. Y respecto a Cinthya, es solo mi amiga.

—Yo sé que Estela te falló, pero no tiene culpa de nada y si la trataste tan mal deberías ir a buscarla y arreglar todo, Estela es muy sentimental y puede que ahora esté sintiéndose como una basura —palmeo su hombro—. Y deja de hacerte el tonto con lo de Cinthya, no es solo tu amiga y si sigues así ella pondrá sus ojos en alguien más, es muy guapa, amigo.

—¿Tú crees que pueda fijarse en alguien más?

—¿No que solo es tu amiga? —Bromeo—. Por supuesto que puede poner sus ojos en otro chico. Y no te digo que tengan una relación ahora, pero aclara todo con ella.

«Bien, puedo ser cupido si Dios me lo pide».

Esto es de locos. Mis amigos tenían una relación de años, pero si algo así pasó es porque en el fondo los dos sabían que lo que sentían no era tan fuerte, no niego que al comienzo sintieron que eran el uno para el otro, pero el tiempo pasa y todos vamos cambiando hasta darnos cuenta de que ya no somos los mismos que empezamos al comienzo de la lucha. Todo cambia y nosotros con el paso del tiempo, nunca nos quedamos atrás, todos vamos en ese mismo autobús que se hace llamar destino.

Los ojos del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora