VI

1.5K 128 28
                                    

Me despertó sobresaltada un grito, porque lo siguiente que escuche fue un golpe. Me levanté enseguida al comprobar que Natalia no estaba a mi lado en la cama; me puse una camiseta y salí corriendo de la habitación.

Me la encontré en el baño, tapándose con una toalla porque a su lado, y juraría que, pidiéndola disculpas, estaba Pablo.

—¿Qué coño haces?

Le eché del baño cerrando la puerta, dejando que Natalia terminara de taparse tranquila.

—Perdona, he visto que tú estabas dormida y venía a arreglar la ventana del baño. No pensaba encontrarme con alguien.

—Aprende a llamar, colega, que no es tu casa.

—Lo siento, Joana.

Le hice una peineta justo antes de entrar en el baño.

Natalia se estaba terminando de secar el pelo, enredada en la toalla y con la cara todavía sonrojada debido al soplapollas de Pablo.

—¿No se supone que no iba a venir nadie?

—En teoría —contesté riéndome mientras la acercaba a mí—. Es Pablo, el que arregla las cosas por aquí. ¿Cuánto ha visto?

—Enterita.

—Pues eso que se ha llevado —susurré besándola—. ¿Has dormido bien?

—Sí, la verdad. Tu cama es estrecha pero muy cómoda.

—Me alegro. —Miré la hora en su móvil—. Te espero en la cama, que es muy pronto todavía.

Salí del baño dejando que terminara de asearse, y vi a Pablo en la puerta de mi habitación, esperándome.

—¿Qué?

—¿Puedo pasar a ponerte la persiana?

—¿Vas a tardar mucho?

—No.

—Pues venga, date prisa.

Él asintió tan obediente como siempre. Me arrepentí de darle permiso en un segundo cuando, al entrar, fui consciente de que mi ropa y la de Natalia seguían tiradas por allí. Era muy tarde para decirle que no mirase; total, qué más daba ya, si la había visto desnuda.

Pablo se puso a lo suyo, apartando un poco el mueble y colocando los materiales que necesitaba usar. Yo recogí el tanga del suelo para ponérmelo y la ropa de Natalia como pude.

—¿Es una amiga de Barcelona?

—Sí.

—¿Os conocéis desde hace mucho?

—Un par de años —contesté tumbándome en la cama.

—La tradición dice que sea la forastera quién pague la primera ronda.

—No sé si iremos esta noche, así que no te hagas tantas ilusiones, que sé que te ha gustado. —Le escuché reír al mismo tiempo que la puerta del baño abrirse—. Te corto los huevos como le hagas sentir incómoda.

Se lo susurré justo antes de que Natalia apareciera por la habitación, tímida y avergonzada; pero a medio vestir. Le ignoró completamente, pasando por encima de mí y metiéndose en la cama al lado contrario al que estaba Pablo.

—¿Va a tardar mucho?

Me lo preguntó prácticamente en mi oído y yo negué acariciando sus piernas bajo la manta. Intentó mirar algo en su móvil, pero como yo ya sabía; no tuvo suerte porque no había cobertura.

—No sé cómo puedes estar aquí sin móvil.

—Tengo tus fotos, con eso me basta.

Ella sonrió dejando el móvil en la mesa que tenía al lado de mi cabeza y se acercó para dejarme un beso. Fui yo la que volví a ella para besarla como tanto me gustaba; Natalia se iba al día siguiente y volvería a la misma mierda de vida, quería aprovechar al máximo el tiempo que teníamos.

La chica del pueblo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora