Había sido el cumpleaños de Federico; así que el destino, esa noche, era su casa.
Cayó en miércoles y como no lo había podido celebrar, todo el festejo se pospuso al viernes. Antes de llegar a su casa, me pasé por la iglesia para comprobar que con Natalia todo seguía en pie; llegaría más o menos a la una, una hora después de que mi madre y su novio se largaran.
Todo seguía igual porque no tenía ni un mensaje suyo; así que me dirigí hacia mi destino, una cena, un par de copas y a casa. Ese era mi plan.
Intentar hablar con María también.
Llamé al timbre esperando que alguien me abriera; según había dicho Ernesto, tenía la casa sola porque así lo había pedido. Él mismo se encargaría de la cena y de las bebidas, nosotros solo teníamos que ir.
Y me abrió uno de mis objetivos esa noche.
Con una crop blanco y una falda negra; de nuevo, sin medias y en sandalias. María estaba deslumbrante, como siempre. Pero es que tenía algo diferente en ella que me hizo mirarla de arriba abajo varias veces.
—Mare meva... —susurré—. Estás impresionante.
—Gracias. La estoy estrenando hoy. —Sonrió acercándose a mi oído—. Me la he puesto justamente para que me digas cosas bonitas.
Ese comentario hizo que recordara que debía hablar con ella porque eso no podía seguir así. Me negaba.
Pero no era el momento, no cuando el anfitrión reclamó mi presencia para brindar por él. Solo entonces me enteré que María ya se había bebido alguna que otra copa, entendía su comportamiento nada más recibirme.
—¿A qué hora se van? —preguntó Pablo.
—A las doce me ha dicho mi madre, ¿por qué?
—Porque de mí no te vas a librar.
—No siempre voy a tener suerte. ¿Por qué te tienes que pasar si no es tu casa?
—Para dejar las cajas y recoger lo necesario, no quiero que te espantes al escuchar ruido.
—Tú haz lo que tengas que hacer mientras no subas arriba.
—Vale
—¿Te quedas sola? —preguntó Sandra.
—Sí, se van a Albacete a negociar no sé qué mierda para el huerto.
—Las nuevas técnicas de riego automático —dijo Pablo.
—Eso.
—¿Y no vas a hacer ninguna fiesta?
—Yo si queréis os invito a tomar algo, pero nada de fiestas, que luego me llevo la bronca del siglo.
—A mí me vale con una copa.
—A mí también.
—Pues venga, estáis invitados.
Tenía que hablar con mi madre de ello antes de que se fuera, que Jesús era capaz de prohibirme cualquier cosa, aunque su sobrina y su empleado estuvieran.
Me ahorré decir que estaría Natalia porque no quería que hubiera una espantada generalizada; por mucho que las cosas estuvieran bien, no me fiaba que les hablara de ella y se espantaran. Al final con la única que había hablado de ella era con María y Federico; y la primera hacía mucho que no me preguntaba por ella.
Probablemente el mismo tiempo que yo sin acordarme.
El cumpleañero tenía unas dotes culinarias de las que fui testigo, por primera vez, esa noche. Nos preparó una cena exquisita, muy apartado de los típicos platos que acostumbraba a comer allí. Federico tenía todo para dedicarse a los fogones, otra cosa es que quisiera. Hizo hasta una tarta que, a mí que no me gustaba el dulce, me encantó.
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La chica del pueblo.
RomanceJoana vive en Barcelona, es muy joven como para seguir las normas que su padre le impone. Ese es el problema. Después de escaparse de casa para acudir a un festival en la ciudad condal junto a sus amigos; su padre decide que ya es suficiente, decide...