Desperté por una corriente de aire bastante fría para el mes en el que estábamos. Seguía sobre aquel colchón, con María abrazaba a mí y una piel fría pese a las mantas que habíamos cogido de un baúl que, días antes, había llevado.
Nos arropé todavía más, apartando su preciosa morena pelirroja de su hombro y su rostro; todo lo que la tapara me molestaba en límites abismales.
Empecé a recordar todo lo que había pasado; desde el porche hasta la madrugada, era increíble cómo no pudimos parar hasta que nos vimos agotadas. Ella, movida por la curiosidad; y yo, por la necesidad. Pero ambas en busca de esa pasión, amor y cariño que durante tantas semanas habíamos contenido.
Con ella había tenido los orgasmos más gratificantes de toda mi vida, me había corrido tanto que ni siquiera pude contarlo y mi sensibilidad estaba en rompan filas por su culpa.
María me lo había dado todo aún sin tener ni idea de lo que hizo.
¿Y qué iba a pasar ahora?
No quería escuchar esa pregunta porque la única respuesta que teníamos, no me gustaba nada. Aunque debíamos hablarlo, no tenía por qué ser esa mañana.
—Hola.
Estaba mirando al techo, pero en cuanto su voz ronca me sobresaltó, la miré. Con los ojos hinchados, una sonrisa en la cara y muchísimo más hermosa de lo que acostumbraba a ser.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien, muy bien —contestó llevando su rostro a mi cuello—. ¿Tú?
—En el cielo... Y eso que no creo.
Soltó una carcajada que me enamoró todavía más.
—María... —susurré con miedo—. ¿Te gustó?
Tenía miedo a su respuesta, porque en el fondo, que se arrepintiera, se diera cuenta que todo había sido un error y que estaba lejos de sentir lo que yo; me aterraba.
Pero ella se apoyó en su mano, mirándome y con una sonrisa en su rostro que envidaba a cualquiera. Era tan bonita que jamás tendría palabras para describirla.
—¿Por qué me lo preguntas así?
—¿Así cómo?
—Con ese suspense.
—Me da miedo que no te haya gustado o que pienses que está mal y todo se joda, no sé.
—¿A ti te ha gustado?
—A mí me ha encantado —contesté colocando un mechón por detrás de su oreja—. A mí me encantas tú.
Se dejó caer besándome, con una pasión que me dejó temblando, nuevamente, las piernas. Era fascinante la facilidad que tenía para hacerme sentir cosas.
—Me ha encantado, Joana —susurró contra mis labios—. Y es algo que, por muchas cosas en contra que tenga, no puedo negar.
No hubo una respuesta mejor; porque con ella, me tranquilizó todo lo que me agobiaba.
Me abalancé hacia ella con todas las ganas que tenía de parar el tiempo, quedarme eternamente con ella allí, sin nadie más y sin preocuparnos para lo ajeno.
Solo ella y yo.
Empecé a besarla todo el cuerpo, cada milímetro de piel que encontraba, fue atacado por mis labios; escuchando su risa y sintiendo sus manos en mi propio cuerpo. Paré en su boca, devorándola con calma, con la misma sensación que quería, la de detener todo menos a ella.
Necesitaba que los minutos se pararan, que dejara de correr un tiempo que teníamos en contra; quería a María eternamente para mí.
—¿Vamos a estar todo el día así?
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La chica del pueblo.
RomanceJoana vive en Barcelona, es muy joven como para seguir las normas que su padre le impone. Ese es el problema. Después de escaparse de casa para acudir a un festival en la ciudad condal junto a sus amigos; su padre decide que ya es suficiente, decide...