El pitido constante de una máquina me desubicó por completo. No tenía ni puta idea de lo que había pasado, aún mucho menos de dónde estaba yo.
Abrí los ojos en cuanto me llegó un olor a desinfectante, ligeramente insoportable.
Estaba en una habitación blanca, con tan solo una ventana a mi derecha. La máquina que pitaba estaba a mi lado, mostrándome unas líneas que, según lo poco que había visto en Anatomía de Grey, significaba que estaba viva.
¿Estaba en un hospital?
Levanté la cabeza ligeramente, mareándome casi de inmediato; por lo que tuve que cerrar de nuevo los ojos. Noté una aguja clavada en mi brazo, cuando los volví a abrir, salí de dudas viendo que era la vía con algún tipo de medicamento transparente.
—Están preparats, ja ho he organitzat tot.
Esa voz me desconcertó por completo... Era Jordi, mi padre.
—¿Papá?
—¡Hija!
Esa era mi madre. ¿Estaban juntos? Me sorprendía que no se hubiesen matado ya.
Ella apareció a mi izquierda en mi campo visual, envuelta en lágrimas que corrían sin parar por sus mejillas.
—¿Cómo estás?
—No lo sé —susurré como pude—. No siento nada.
—Eso es por la medicación —dijo mi padre, apareciendo por el otro lado—. En cuanto se te pase el efecto, te va a doler medio cuerpo. Avísanos para que te vuelvan a inyectar.
Asentí mirándole. Después de tanto tiempo allí estaba, visiblemente preocupado y tranquilo; una actitud que no recordaba en él. Desde que mi madre se había largado de Barcelona para vivir su idilio romántico con Jesús; Jordi no me había hablado con tanta calma en mi vida, y sin duda alguna, fue lo que más llamó mi atención.
—Què fas aquí? (¿Qué haces aquí?)
—La teva mare em va cridar aterrida, em va explicar el que va passar i vaieg venir corrents. (Tu madre me llamó aterrada, me explicó lo que pasó y vine corriendo).
—Estás en el hospital de Albacete.
El recuerdo de Jesús inflándome a hostias sin poder verlas venir, me llegó a la mente. Se había pasado un montón, se le había ido la cabeza completamente y yo no había podido pararle; ni siquiera le habían parado mi madre y María.
Automáticamente la figura de María provocó que todo lo demás dejara de importarme. Habíamos pasado veinticuatro horas maravillosas, juntas y sin preocuparnos por nada ni nadie. Pero el tonto de Pablo tuvo que joderlo de esa manera.
—¿Y María?
Ellos se miraron sin abrir la boca.
—¿Dónde está? Quiero verla.
—Eso no va a ser posible, hija.
—¿Cómo qué no? —Miré a mi padre y después a mi madre—. ¿Dónde está?
—Jordi, si us plau, deixa parlar amb ella.
—Val —dijo dándome un beso en la frente—. Estaré fora.
Si cerraba los ojos y les escuchaba hablar entre ellos dos con esa calma, en catalán y sin ningún grito de por medio; parecía estar en mi casa, en Barcelona y con diez años. Pero mi realidad era distinta, muy distinta... Para ser más específica, mi realidad era una mierda.
Esperamos hasta que él se fuera, en completo silencio; yo solo miré a mi madre para que me dijera dónde carajo estaba María.
—¿Qué?
—Hija. —Mi madre tomó aire agarrándome una mano—. Me temo que no es posible que veas a María.
—¿Por qué?
—Porque te vas a Barcelona.
—¿Qué? —Por eso mi padre estaba allí, para el traslado—. Mamá, tengo que verla.
—No puedo meterte en ese pueblo —dijo con los ojos llorosos—. Jesús casi te mata y no lo puedo permitir.
—Mamá.
—Tienes que irte con tu padre, a casa —susurró llorando mientras me acariciaba la cara—. María está bien, a ella no le ha hecho nada porque creen que tú le has engañado en todo. Pero no puedo dejar que vuelvas, ¿lo entiendes?
—Pero... Tengo que verla, mamá. —Pero ella negó—. Mamá.
—Lo siento, Joana, de verdad. Llevarte de nuevo al pueblo es un error y no te voy a poner en peligro otra vez.
—Pero, ¿qué pasó?
—Perdiste el conocimiento. Jesús se llevó a rastras a María hasta su casa y yo llamé a emergencias. Enseguida localicé a tu padre y estuvimos de acuerdo.
—¿Y ella?
—Ella está bien —repitió—. He hablado con ella, está preocupada por ti pero entiende que tiene que ser así.
—Mamá... —susurré sintiendo que me iba a romper de un momento a otro.
—Ja ho sé, filla, ho sé.
No podía volver a ese pueblo, no volvería a ver a María en toda mi vida porque no me dejaban. A partir de ese día, mi presencia no iba a ser bien recibida allí y solo deseaba que, bajo ninguna circunstancia a ella le pasara nada por lo que habíamos hecho.
—No permitas que le pase nada, mamá.
—No le va a pasar nada, te lo prometo.
Asentí creyéndomelo porque había visto su relación de primera mano; sabía de sobra que mi madre no dejaría a María sufrir ningún mal, y mucho menos si eso tenía que ver conmigo.
—¿Y tú? ¿Vienes?
—No, cariño. —Sonrió llorando todavía más—. Mi sitio es ese pueblo, no puedo irme. Pero tienes que saber que te quiero, mi amor; con todo mi corazón y que eres lo más importante de mi vida.
—Pero, mamá... Jesús...
—No tienes que preocuparte ni por mí ni por Jesús —dijo dándome un beso en la frente mientras escuchábamos a alguien llamar a la puerta—. Llámame siempre que quieras y ojalá pueda ir a verte pronto.
La puerta se abrió y la cabeza de mi padre asomó.
—És l'hora, hem de marxar.
Mi madre asintió llorando, tenía que despedirse de mí pero solo en aquel momento entendí lo que me dijo nada más llegar al pueblo, ella no quería pero era lo que debía. Aunque yo seguía sin comprender por qué debía quedarse con aquel subnormal.
—¿Te cuidarás?
—Te lo prometo —respondí llorando yo también—. T'estimo molt, mare.
Sonrió limpiándose las lágrimas, era lo único que necesitaba escuchar de mí y era lo único que le diría y repetiría.
—Et vaig a trobar a faltar.
—Jo també, filla. —Me dio un beso en la frente, levantándose de la cama justo cuando dos auxiliares entraban guiados por mi padre—. Cuídate hija, te quiero.
Y esta historia ha llegado a su fin... A veces, como la vida misma, no siempre hay un final feliz, ¿no? Espero que os haya gustado, no me esperaba que gustara tanto esta historia y no puedo estar más contenta. Muchísimas gracias, de verdad.
Nos leemos pronto... Muy pronto.
Helena Mabbitt.
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La chica del pueblo.
RomanceJoana vive en Barcelona, es muy joven como para seguir las normas que su padre le impone. Ese es el problema. Después de escaparse de casa para acudir a un festival en la ciudad condal junto a sus amigos; su padre decide que ya es suficiente, decide...