"Pels teus collons he de anar-me'n a l'puto poble".
Fue lo último que le dije a mi padre antes de cerrarme la puerta del coche prácticamente en las narices. Juraría que también le había gritado que le odiaba; pero como acostumbraba a hacer, me había ignorado completamente.
La semana había pasado revolucionada, todo culpa mía; pero él se había pasado ochenta pueblos.
Jordi, mi padre, había recibido las notas de ese último trimestre en el instituto. La catástrofe yo la vi venir días atrás, pues ni siquiera mi importaba el curso, como para saber que no iban a ser muy brillantes. De nueve asignatura, había suspendido siete; las únicas aprobadas eran plástica y educación física. En cuanto recibió las calificaciones, me regañó, me gritó y me castigó; por ese orden. Era jueves y yo tenían un gran problema. Había comprado por cuarenta euros unas entradas para un macrofestival que iba a tener lugar a las afueras de Barcelona. Mis amigos y yo llevábamos semanas preparándonos para ello... Jordi no me lo iba a joder.
Por esa razón, me escapé sin que se enterara. Dos días enteros de festival donde se me olvidó cargar el móvil, el subidón del ambiente era demasiado contagioso y mi cabeza vivía en permanente estado de rendición ante las responsabilidades. Me negaba a tener veinte años y estar encerrada estudiando; yo no quería ser así, y no lo sería.
¿El problema? Que mi desgana para absolutamente todo se tradujo en una movida que nunca quise. El domingo, cuando estaba entrando en casa; se me había olvidado por completo mi castigo, que llevaba dos días fuera de casa y que mi teléfono estaba apagado. Dos patrullas de los Mossos, una en mi habitación y otra hablando con mi padre, se estaban encargando de la supuesta desaparición que mi padre había denunciado.
La había cagado como nunca, en ese momento me di cuenta. Los gritos de mi padre se pudieron oír hasta en Llobregat; y reconocí que me los merecía. Pero desde luego no lo que hizo al cabo de los días. Los gritos siguieron, no disminuyeron en absoluto; y mi castigo se incrementó de la misma manera.
Hasta que el viernes, cuando llegué de las clases, me encontré la maleta en la puerta de mi casa; mi padre ni siquiera me dejó entrar en casa. Un coche negro esperaba en la puerta y me esperaba a mí, no a mi padre. Lo tuve claro en cuanto asomamos por la calle, el chófer bajó para guardar mi maleta y mi padre le dio unas indicaciones clarísimas sobre el lugar al que me tenía que llevar.
¿Mi destino?
El puto pueblo abandonado en el que vivía mi madre con su asqueroso novio.
Y no, no estaba en Barcelona, ni siquiera estaba en Cataluña; me tenía que ir hasta Albacete.
Siete horas en un coche que conducía un desconocido; pero al que Jordi le había dado unas instrucciones claras y contundentes: que no se separara de mi culo ni un momento. Porque cuando paramos en Valencia, me esperó en la puerta a que terminara de mear. Había riesgo de fuga según el subnormal de mi padre, le odiaba cada vez más.
En torno a las diez de la noche, entramos en aquel pueblo. Mi cabeza enseguida recordó unas fotos que mi madre alguna vez me envió por WhatsApp. Menos de cincuenta casas, cien habitantes, una tienda para todo el pueblo y nada a su alrededor.
¿Qué hacía mi madre allí? No lo sabía; no hablaba con ella desde hacía un año por lo menos, y no la veía al menos cinco.
Aquello era un destierro en toda regla, quería volver a Barcelona en cuanto me dejaran. Aunque algo muy dentro de mí me repetía una y otra vez que mi vuelta, no sería pronto.
El coche paró en una casa a las afueras, tuvimos que cruzar prácticamente todo el pueblo, algo que duró menos de un minuto. A su alrededor una valla que daba verdadera lástima, limitaba su recinto; un pasillo de piedra que llevaba hacia la puerta principal, la cual, ya se estaba abriendo. A la izquierda, dentro del recinto, otra casa o vete tú a saber qué era y a su alrededor césped. Si tenía que reconocer algo era que, por lo menos, la casa no estaba nada mal.

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La chica del pueblo.
RomanceJoana vive en Barcelona, es muy joven como para seguir las normas que su padre le impone. Ese es el problema. Después de escaparse de casa para acudir a un festival en la ciudad condal junto a sus amigos; su padre decide que ya es suficiente, decide...