Capítulo XII

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Capítulo XII

Sara

Me quedé dormida en los brazos de Sebastián, cuando desperté ya estaba en la manada.

– Te llevaremos con el médico de la manada, estabas sangrando. – Camilo habló de mamera contundente.

– No iré, estoy bien sólo quiero tomar un baño. Les juro que es lo único que necesito, quiero comer algo delicioso y ya. – Sebastián ya había comenzado a caminar hacía el hospital. – Estoy bien, no quiero a nadie revisándome, estoy perfectamente. – Nadie me estaba prestando atención. – ¡No quiero ir! ¡Bájame! Sé que me quieren ayudar, pero exhibirme frente a otra persona para que me mire con lástima y me diga que estoy bien, no me produce ninguna emoción. No quiero usar mi voz de Alfa sólo bájame. – Se miraron entre ellos resignados y cambiaron el rumbo a la mansión.

Sebastián caminaba conmigo en brazos, entro a la mansión, subió las escaleras y me dejó con delicadeza en la cama. – Duerme un poco, luego te darás un baño y comeremos juntos. – Me besó la frente y salió.

Me desperté con un dolor horrible de estómago, tenía que comer. Intenté levantarme, pero un dolor recorrió mi cuerpo. Andrés entró, llevaba esperando a que yo me quisiera levantar. Mis ojos se llenaron de lágrimas, había estado sentado en el suelo esperando a que me quisiera levantar.

– Estoy acostumbrado a que las mujeres lloren por mí, mi belleza las hace inseguras y siempre lloran. – Sonreí. – No te pongas sentimental, te voy a preparar la bañera. – Entro al baño, ellos eran lo mejor que me había sucedido. Andrés salió del baño y me tomó en sus brazos, sería increíble que alguno de ellos fuese mi mate. Me metió a la tina con ropa. – ¿Qué, quieres que te vea desnuda? No pensé que estuviésemos en ese nivel, amor. – Le sonreí y me devolvió el gesto. – Estaré afuera, llámame cuando estés lista. – Salió y cerró la puerta detrás de él.

Alfonso seguía por ahí, era un miedo latente, seguía por ahí. Andrés no lo había logrado atrapar, ellos estaban acá me sentía segura. Alfonso podría hacerles algo. Podría hacerle lo que me hizo a mí a otra persona, tal vez a una niña. Debía buscarlo. Intenté dejar de pensar en eso.

Faltan diez meses para mi transformación, hasta ese momento no podré nombrar a otro Beta de verdad, sólo a uno honorario, no podré defender a mi manada, no podré hacer nada. Suspiré cansada. Y comencé a lavar la sangre de mis piernas.

– Andrés... – Entró con los ojos cerrados, es demasiado tierno. – ¿No qué habías visto muchas mujeres? – El hizo una mueca.

– No quiero arriesgarme a verte y quedar decepcionado. Háblame. – Y antes de que pudiera decir algo se tropezó y cayó sentado en la tina. Inevitablemente empecé a reírme de él. – No te rías, esto pasó por tu culpa, no te rías. – Después de mucho intentarlo dejo de aguantar las ganas de reír.

– Ayúdame antes de que te caigas otra vez. – No había abierto los ojos, se levantó a ciegas y tanteando todas las superficies encontró una toalla.

– Levántate. – Me tendió su brazo y seguí sus instrucciones, con cuidado puso la toalla en mis hombros y me enrolló para luego llevarme a mi cama. – Te traeré ropa cómoda. – Fue hasta mi clóset. – Sólo tienes ropa elegante y ajustada ¿No tiene nada más? – Negué con la cabeza y suspiro. – No te muevas, traeré algo. – Salió y regreso con una pantaloneta y una buzo gigante rojo. – Ponte esto. – Se volteó y con esfuerzo y un poco de dolor lo logré.

– Listo. – Volteó y me cargo en sus brazos. – ¿A dónde vamos? – Me ignoró. Bajamos al comedor y me ayudó a sentar. Allí estaban Camilo y Sebastián esperándome.

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