Capítulo III

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Capítulo III

Sara

– Sara, supongo que no lo sabes, pero desde que el Alfa Carlos murió el delegado como tu Beta soy yo. – Mi mente quedo en blanco y todo el poder que había sentido se esfumo, mi seguridad y mi esperanza acabo con esa oración.

Me tragué las lágrimas, la desesperación, el dolor en el pecho y el nudo en la garganta, mi miseria no tenía fin, pero no es momento de rendirse yo no vine buscando aprobación de mi gente, amor o comprensión. Yo vine a hacer lo correcto por mi manada y lo correcto era aceptar las órdenes del concejo y no comentar nada al respecto.

– Que bien, nos veremos más seguido Alfonso, si me disculpan ha sido un largo día y quiero descansar mañana tendremos una reunión que mi Beta organizara para hablar de ciertos temas. – Me giré rápidamente y por las primeras escaleras que vi subí sin tener un rumbo fijo. Tenía que pensar en muchas cosas, mi siguiente estrategia, como alejarme de Alfonso, ¿Qué pasaría con la manada? ¿Qué haría con la guerra? y ¿Qué iba a ser de mi cuando pasara lo inevitable?

– Señorita debe estar perdida, a este lugar no pueden subir más que miembros importantes de la manada. – Era pequeña demasiado para trabajar de mucama, esto era ilegal según todos mis recuerdos. ¿En qué demonios se convirtió esta manada?

– ¿Te parece que la Alfa es lo suficientemente importante para estar aquí? – La niña quedo petrificada ante mis palabras y yo le sonreí.

– Lo lamento, no sabía, perdóneme. Soy una omega sin estudios perdone mi ignorancia. – ¿Omega? Si bien existen diferentes tipos de licántropos, en esta manada nunca importó.

– Por eso estás acá, eres una omega. – Dije pensando en voz alta. – ¿Cuánto tiempo llevas haciendo esto? – La niña me miró aterrorizada, las feromonas de miedo de todos me estaban quemando las fosas nasales.

– Yo... Desde que tengo memoria, mi madre dijo qué antes éramos libres, está loca. He ayudado en los campos, empecé en la cocina hace tres años y ahora soy mucama. Lo agradezco mucho, acá como dos veces al día. – Dijo sincera, y comenzó a caminar saliendo de mi campo de visión. Me las pagarás hijo de puta.

Llegué a lo que parecía una habitación principal, entré sin perder tiempo a el baño que estaba en el fondo de la habitación, me quite los harapos que traía como ropa, me bañe por primera vez en dos semanas menos mal nadie detectaba nada de mi olor. Abrí el armario y encontré muchos vestidos y elegí uno plateado, me arregle el cabello en un moño mal hecho me lave los dientes. Y cuando me vi en el espejo me sentí más lista que nunca para enfrentar a el mundo.

Me apresuré a bajar las escaleras, los había oído decir que todos se quedarían a cenar y era mi oportunidad para encajar y hecha un manojo de nervios volví a bajar. Llegué a la planta de abajo y todos me miraban impresionados, hasta yo lo estaba nunca me había vestido así o bañado con agua caliente, sin duda lo mejor del día.

– Alfa, sino es molestia podría contestar algunas preguntas. – Un hombre que me causo paz con sólo verlo me preguntó y de manera inconsciente mi vista se dirigió a Alfonso que negaba disimuladamente. Lo que me motivo más a decir aceptar.

– Claro que sí señor, pregúnteme lo que quiera y desde que tenga una respuesta se la diré. – Sonreí cortésmente y el señor me la devolvió.

– Cómo se debió dar cuenta, desde que sus padres murieron han cambiado muchas cosas en esta manada ¿Dónde se encontraba? No me mal entienda sé que era muy joven cuando todo sucedió, pero tengo curiosidad. Siempre supe que volvería y por eso por más que intentaron quitar la habitación principal no lo permití, por el contrario, la ha limpiado cada día desde su partida. – Esta pregunta traería muchos problemas, pero la intervención de ese hombre me hizo sentir mejor y aumentaba mi ego.

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