Capítulo XVII

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Capítulo XVII

Alejandro

No podía dejarla morir, así tuviera que dar su vida a cambio. Y con las últimas fuerzas que le quedaban la tomo en sus brazos y se sintió menos cansado, pero la sensación de muerte inminente seguía con él.

- Lo siento mucho niño. – Dijo Zach sonando moribundo. – Este no debía ser el final. Debí ser más insistente. – Este era el final.

- Ya no importa, el culpable soy yo, lo que más me molesta es que nos la llevaremos con nosotros por un error que yo cometí. – Dije despidiéndome también.

Escuché como Sara se preparaba para dar su último suspiro. Y una energía poderosa se apoderó de mí. Ella no moriría, jamás. Y con mis últimas fuerzas, viéndola entre mis brazos saqué mis colmillos y la marqué tomando la última mala decisión de mi vida. Nos acosté en la camilla y me preparé para no volver a abrir los ojos, con la esperanza de que esa marca le haya dado por lo menos un día más de vida, era lo último que podía hacer después de haberla rechazado. Pensando en lo mucho que la había amado y en el daño que le había hecho me sumergí en la oscuridad.

Afuera de la habitación Sebastián, Andrés y Camilo peleaban con la doctora para que los dejará pasar. Pero parecía que no había nada que hacer. Los tres se tomaban la cabeza desesperados mientras que caminaban por todo el piso, el tiempo iba tan lento. Todos en la manada ya se habían enterado de lo que había pasado y fuera del hospital todos tenían velas encendidas rogándole a la Diosa Luna que no se la llevará. Qué tuviera piedad de su noble y joven Alfa.

- Sara y el cachorro estarán bien, ellos no morirán así. – Dijo Andrés al borde de un colapso. - Lo odio tanto, lo mataré. – Esa era su forma de canalizar sus emociones.

- Ya deja de decir eso, no ayuda a nadie. A parte no es tan malo, pudo dejarla morir. En cambio está acá intentando ayudarle. No lo justifico, pero nunca había nadie había tenido está reacción después de un rechazo, estoy seguro de que Alejandro no sabía que su rechazo podría llevarla a la muerte. – Dijo Camilo en un intento de parecer calmado.

- ¡Ah, no! Pues démosle las gracias, casi la mata, pero se quedó a verla morir. Qué buen hombre. ¿Cómo se sentirá cuando se enteré de que Sara está embarazada? – Dijo Andrés cabreado.

- Ya dejen de pelear, Sara y el cachorro están bien. Nosotros no somos nadie para juzgar. No debemos meternos en ese tema. Eso sólo les compete a ellos dos. – Dijo Sebastián severo y después de eso nadie volvió a hablar.

Después de que pasó media hora la doctora entre con ellos. Lo que vieron los dejó destruidos Alejandro más pálido cual marfil abrazaba a Sara que parecía estar mejorando, para ninguno pasó desapercibida la marca que tenía en el cuello, pero tampoco era un misterio saber que esa era la razón por la que ella seguía respirando. La doctora se acercó a Alejandro para medirle el pulso, parecía muerto.

- Sigue vivo, sigue vivo. – Dijo la doctora con alivio. – Está vivo, escúchame bien lobo terco, ella está bien, ella está mejorando. Tienes que luchar no todo está perdido. Me escuchas sigue viva, ella está a salvo. Lo lograste la salvaste. – Dijo cerca a Alejandro esperando que sus palabras lograrán lo que ella como doctora no podía hacer... Salvarle la vida.

En medio de la oscuridad Alejandro le escucho "La salvaste" "Ella está bien" "Tienes que luchar", se repetían una y otra vez, y por más que quería no sabía que hacer. De repente escuchó pisadas cerca de él.

- Hola, te has vuelto es un gran Alfa Alejandro. Probablemente no le recuerdes, mi nombre es Susan soy la madre de Sara. – Dijo la que había sido Luna de la mana Moon, me quedé anonadado con su belleza. Sara era su replica exacta. Mis ojos se llenaron de lágrimas. – No llores, no te culpo, todos cometemos errores. A veces lastimamos a los que más amamos, no somos superiores a los humanos en eso. Somos lo que somos. – Su voz tenía el mismo efeto que el de un bálsamo. Las palabras no lograban salir de mí, el nudo en mi garganta era muy grande. – No te preocupes por eso, sólo tienes que escuchar. Mi hija Sara es la mejor persona que conocerás y aunque en este momento no lo veas tú serás la mejor persona que ella conocerá, por eso son mates. Tu destino no es morir aquí, pero presta atención. Cometiste un terrible error, no por eso eres una persona terrible. Tú serás alguien grande, tú cuidarás muy bien de mi Sara y de su hija. Tú eres suficiente, nunca lo dudes. – Me dijo con una sonrisa. – Pero si le vuelves a hacer daño no te visitaré yo, lo hará Carlos, y créeme no será tan amable. – Me miró y se rio. Y todo se desvaneció.

- Está despertando. – Escuché que alguien decía en las lejanías. Me tomaron de los hombros. – Alfa Alejandro, Alfa Alejandro, despierte, Sara está bien. – Mis ojos se abrieron por inercia. Y vi a los tres guardias de Sara sonriendo al igual que la doctora. – Todo está bien. Mira a tu lado. – Sentí un peso en mi hombro y vi a Sara restaurada a su antigua gloria. Su piel de un tono canela y sus hermosos labios rojos. La acerqué más a mí y sentí los ojos pesados. – Los dejaremos descansar, lo hiciste muy bien. – Dijo antes de que todos salieran y me quedará dormido.

- Él la marcó ¿Será ese un problema? – Preguntó Sebastián preocupado a la doctora.

- No lo creo o al menos no para la Alfa, el Alfa Alejandro sufrirá el resto de su vida un dolor indescriptible al no tener a su mate cerca pero no creo que muera. Por otro lado, a Sara ya no la podrá marcar nadie. De igual forma el que él la haya marcado le da a Sara la fuerza que necesita para que ella pueda llegar a termino con su embarazo. – Dijo agobiada la doctora, la situación era todo menos ortodoxa.

- Entonces ella estará bien, eso es un alivio. – Dijo Sebastián más calmado. – Deberían descansar yo me quedaré. – Todos asintieron y se fueron.

- Alfa Alejandro, Alfa Alejandro. – Sentía que me estaban moviendo, intentando que despertará, gruñí y me junté más a Sara dispuesto a ignorarlos. – Podrías soltarme. - ¿Qué? ¿Sara? – Abrí los ojos y la vi intentando soltarse de mi agarre, la liberé, pero no se movió. - ¿Te duele algo? ¿Estás bien? – Arrugó su frente con confusión.

- Puede que me equivoque, pero tú me rechazaste ¿Qué haces aquí? Deberías irte, ya dejaste muy claro todo. – Sus palabras me dolieron, pero me las merecía.

- Tienes razón, fui un imbécil y no sabes cuando me arrepiento. Nunca me alcanzará la vida para pagar mis pecados. – Dije sincero levantándome de la camilla con un poco de torpeza. – Espero que te mejores, y que algún día logres perdonarme, aunque no lo merezca. – Salí de la habitación y Sebastián seguía afuera.

- ¿Qué haces de pie? La doctora dijo que necesitabas descansar. – Al parecer no me odia tanto.

- Sara ya despertó y no me quiere ver, tiene todo el derecho del mundo. A pesar de que ha pasado menos de un día entendí que debo aceptar lo que hice y vivir con mi soledad. La marqué y creo que no se ha dado cuenta por el momento, estará muy molesta cuando se entere. Sólo por favor cuídala bien, aunque ella no me ame ella es la persona a la que más amo. No tengo derecho a pedirte nada, pero cuídala por favor. – Sebastián me miró con lástima y puso su mano sobre mi hombro asintiendo. Miré por última vez a la habitación de Sara, listo para cargar con las consecuencias de mis actos.

- ¿Crees que la podamos recuperar? – Preguntó Zach.

- No lo sé, la verdad quiero pensar que sí. Pero aunque no lo haga la marcamos y es nuestra, ella será la única mujer de nuestra vida. Supongo que eso es suficiente. – Dije calmado.

- Has madurado mucho en menos de 24 horas, niño. Y yo creí que ni en mil años lo harías. – Dijo Zach bromeando y así supe que me había perdonado. - Tienes razón, ella es nuestra sin importar nada y la protegeremos siempre. – Asentí de acuerdo.

- Pero no te deprimas tengo la sensación de que todo terminará bien. – Las palabras de la mamá de Sara se repetían en mi mente "Serás alguien grande". – Por el momento tenemos una promesa que cumplir. – Y mirando al cielo hice la promesa que en el momento no pude hacer.

- Yo Alejandro Black prometo cuidar de Sara por el resto de mi vida, así que tenga que dar la mía para cumplirlo. - Cuando terminé de decir eso las estrellas y la luna brillaron con más intensidad en el firmamento. Me transformé listo para enmendar mis errores.

Todos cometemos errores y eso no es malo. Tal vez en la vez mil que reencarnemos podamos dejar de cometerlos, mientras tanto sólo podemos hacernos cargo. Finalmente está es la primera vez que vivimos esta vida y cada error que cometemos es el primero de su tipo, porque por paradójico que suene nadie comete el mismo error dos veces. 

Black & MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora