9.- Veneno

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Mu Qing despertó en medio de una oscuridad absoluta. No podía recordar qué había pasado el día anterior y no sabía dónde estaba, trató de levantarse pero su cuerpo tardaba en responder; apenas había logrado reunir la energía suficiente para ponerse de pie cuando una mano suave se apoyó en su pecho obligándolo a recostarse de nuevo.

— Joven maestro, no puede levantarse todavía— dijo una mujer—. El efecto del veneno aún no ha pasado.

"¿Veneno? ¿En qué momento fui envenenado?", pensó Mu Qing con alarma. ¿Qué clase de veneno era? ¿En qué momento había pasado? Sintió su corazón latir aceleradamente y se obligó a calmarse, si ese veneno seguía en su cuerpo lo mejor era estar lo más tranquilo posible.

— ¿Hace cuánto que estoy aquí?— preguntó.
— Dos días— respondió la mujer—. Te encontré en una zanja al borde de un sendero y te traje a mi consulta.
— ¿Eres médica?
— Así es.

La mujer dudó un momento antes de añadir:

— Gracias por no pensar en "enfermera" como tu primera opción. No tengo nada contra mis compañeras, pero es molesto que me menosprecien como doctora solo por ser mujer.

Mu Qing, que sabía lo que era ser menospreciado por una condición, no dijo nada al respecto.

— No puedo ver— se quejó.
— El veneno inflamó tus ojos nublando tu visión— explicó la doctora—. Será mejor que descanses, vendré más tarde para hacerte otra sangría.

Por eso se sentía tan débil, si era un veneno que estaba en su sangre solo podía ser expulsado de esa forma. Sin embargo, le fue imposible dormir, tenía que averiguar qué había pasado en esos dos días que estuvo inconsciente. Tal como había dicho, la mujer regresó más tarde y Mu Qing decidió tomar la oportunidad e interrogarla.

— ¿Dónde estamos?— fue su primera pregunta.
— En Qiaotan, a pocos kilómetros de la aldea Puji— dijo la doctora, haciendo un corte en la muñeca derecha del paciente y una sangre negra comenzó a fluir—. Esto… joven maestro, ¿cuál es su nombre?
— Fu Yao— para que un simple cuchillo pudiera cortar su piel, debía estar en su forma mortal.
— Mi nombre es Qin Shimei— se presentó la mujer—. Ahora que sé su nombre puedo enviar un mensaje a alguien que…
— Santuario Puji.
— ¿Ah?

Qin Shimei parecía sorprendida, y Mu Qing explicó:

— En el santuario Puji me conocen. Soy… discípulo de allí.
— Ya veo. Enviaré un mensaje, no muevas tu brazo de aquí.
— ¡Doctora Qin!— llamó Mu Qing antes de que la mujer se fuera—. ¿Sabe qué clase de veneno es éste?

Sin embargo, no recibió respuesta. Tal vez la doctora no había alcanzado a escucharlo, o tal vez no le prestó atención, pero esto era importante para él: sabiendo la clase de veneno que era, sabría como neutralizarlo. Un segundo después cayó en cuenta de lo que había dicho y sintió el impulso de golpear su cabeza contra una pared. ¡Se llamó a sí mismo discípulo de Xiè Lian! ¿En qué estaba pensando? Tal vez fuera por la falta de sangre, pero un sueño pesado se apoderó de él y cerró los ojos, aún sin ser consciente de ello. Cuando despertó, una figura borrosa se movía ante sus ojos.

— Ah, estás despierto de nuevo— dijo Qin Shimei con una sonrisa—. Es hora de comer.

Debido a su estado todo lo que pudo comer fue una sopa de raíz de loto, pero eso fue suficiente para revitalizarlo un poco. Al menos ya no estaba tan mareado y su mente se aclaró lo suficiente para recordar qué había sucedido: había bajado para hacerse cargo de un demonio succionador de sangre y en el camino se había encontrado con una horda de cadáveres venenosos. Uno de éstos debió ser quien lo había enfermado y no pudo evitar sentir molestia. Estaba terriblemente frustrado.

— Fu Yao, vinieron por tí.

Mu Qing se levantó de la cama, no podía distinguir nada pero suponía que los recién llegados eran Xiè Lian y Feng Xin. Con algo de suerte Hua Cheng no estaría presente, de lo contrario no podría soportar sus burlas.

— Muchas gracias por su arduo trabajo— dijo Xiè Lian—. Lo hemos estado buscando toda esta semana.

¿Semana? ¿¡Llevaba desaparecido una semana!?

— No fue nada, solo hago mi deber— dijo Qin Shimei, acercándose a Mu Qing para ayudarlo a guiarse.
— No es necesario— replicó éste.
— Tonterías. Solo ven acá.

Qin Shimei le dió indicaciones a Xiè Lian para tratar a Mu Qing y los despidió con una sonrisa. Mientras iban por el camino, Xiè Lian explicó cómo habían perdido su rastro apenas bajó al mundo humano.

— Es muy raro— dijo al final—. Pero lo importante es que al final pudimos encontrarte.

Mu Qing asintió sin decir nada, con el rostro pálido. Iba a llegar al fondo de este asunto sin importar nada.

Cultivatober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora