El rostro de Xiè Lian dibujó una mueca de sorpresa al ver a Mu Qing acercándose con dos niños. La razón era sencilla: esperaba a alguien más junto a los infantes.
— Shi QingXuan tuvo que salir— dijo el dios marcial apenas se acercó.
— Ya veo— dijo Xiè Lian, sonriendo—. Pasen, tengo bollos.
— ¿Son dulces?— preguntó Xue Yang.
— ¿Son picantes?— preguntó Wei Ying.
— ¿Son comestibles?— preguntó Mu Qing.Xiè Lian no supo si reír o llorar al escucharlos y respondió las tres cuestiones con una frase sencilla:
— No lo sé, no los hice yo.
Mu Qing soltó un leve suspiro de alivio. No iba a permitir que esos dos pobres niños fueran envenenados por la comida horrible de Su Alteza, de cualquier modo y contra todo pronóstico había prometido hacerse cargo de ellos así que mantener esa comida fuera de su alcance era parte de su responsabilidad.
Los dos dioses y los niños entraron al santuario Puji, donde estaban dos cultivadores esperando. Ambos voltearon al escuchar la puerta y se pusieron de pie.
— Entonces, ¿ellos son los niños que nos mencionó?— preguntó uno de ellos.
— Así es— respondió Xiè Lian, haciendo un gesto a los niños para que se acercaran—. Ellos son Wei Ying y Xue Yang. Niños, ellos son Song Lan y Xiao Xingchen, ambos van a quedarse aquí para establecer una secta propia.
— ¿Contigo como su deidad líder?— inquirió Mu Qing con una expresión escéptica.
— Bueno...Xiè Lian fue interrumpido por Wei Ying, que le dijo a Xue Yang con emoción:
— Mira, A-Yang, son los maestros que mencionó el tío QingXuan.
— Ah— soltó Xue Yang con la misma emoción—. Que bien. ¡Así podremos ser más fuertes!En ese momento Shi QingXuan entró al santuario, pidiendo disculpas por la tardanza, y se presentó. Song Lan y Xiao Xingchen se dirigieron a él, ya que necesitaban acordar algunas cosas si iban a tomar a los niños por discípulos.
— Claro, podemos discutirlo con la comida— dijo Shi QingXuan.
Xiè Lian acercó una canasta de bollos que habían dejado como parte de las ofrendas del día y los repartió entre todos. Shi QingXuan dudó un momento y miró a Mu Qing, que asintió indicándole que no había problema, así comió tranquilamente. Los niños estaban encantados con los bollos, era algo diferente a lo que solían pedir, de modo que les gustó su sabor.
— Ah, QingXuan— dijo Xiè Lian—. Los niños pidieron dulce y picante. ¿Sueles darles comidas así?
Shi QingXuan, con medio bocado en la boca, asintió.
— A-Xian adora el picante y A-Mei el dulce— dijo—. No los alimento así todos los días, pero sí lo hago de vez en cuando.
Wei Ying y Xue Yang fruncieron el ceño, defendiendo a Shi QingXuan.
— Tío QingXuan dice que demasiado dulce y demasiado picante hacen daño al estómago— dijo Xue Yang.
— Así que nos deja comer en ocasiones especiales— dijo Wei Ying.
— Señor del Viento, se ha conseguido unos hijos muy filiales— dijo Mu Qing con indiferencia.
— ¡General Xuan Zhen!— exclamó Shi QingXuan.Los ojos de los niños se iluminaron de repente y ambos soltaron sus bollos, que cayeron sobre sus platos. Sin embargo, antes de que dijeran nada Xiao Xingchen intervino sabiamente.
— Xue Yang, Wei Ying, ¿han comenzado a practicar la esgrima?— preguntó.
— Daozhang Xiè y San Lang-gege nos han enseñado— respondió Wei Ying.
— ¿Por qué no vamos afuera y nos muestran lo que han aprendido?— sugirió Song Lan.Los niños accedieron y salieron siguiendo a sus nuevos maestros. Apenas los perdió de vista, Shi QingXuan se cubrió el rostro con las manos y se dejó caer sobre la mesa. Xiè Lian le dio una palmada en la espalda y preguntó:
— ¿No lo sabían?
— Claro que lo sabían— intervino Mu Qing—. Ambos me lo dijeron mientras veníamos hacia aquí. Señor del Viento, ¿por qué se avergüenza?
— Ya no soy el Señor del Viento— dijo Shi QingXuan, su voz salió amortiguada—. No quiero que crean que sí.
— Lo que pasó no fue tu culpa— dijo Xiè Lian.
— ¿No? Alteza, se lo dije: nada habría pasado si hubiera podido ascender por mi cuenta. Soy un inútil.
— Eso no es verdad— intervino Mu Qing comiendo un bollo.Shi QingXuan levantó el rostro. Si bien el dios marcial seguía indiferente, sus palabras contenían una dosis de aliento que definitivamente no se esperaba.
— Si realmente fueras un inútil, habrías descendido hasta la muerte— dijo Mu Qing—. Sin embargo no solo lograste vencer la mala fortuna que te iba a perseguir sino que lograste rescatar y dar una buena vida a dos huérfanos. Eso definitivamente no lo haría una persona inútil. ¿Qué importa si esos niños quieren creer que eres un dios? Con el sólo hecho de salvarlos te has ganado ese mérito. Si no me crees, míralos.
Shi QingXuan se asomó por la ventana. Los dos niños estaban practicando, siguiendo las indicaciones de Song Lan y Xiao Xingchen. Se sorprendió a sí mismo pensando qué hubiera pasado con ellos si no los hubiera encontrado ese día lluvioso cuatro años atrás.
Y sonrió. Fue la sonrisa más genuina que pudo hacer, para finalmente regresar a la mesa y comer un bollo.