26.- Boda

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Xiè Lian palideció al ver la escena que se desplegaba frente a sus ojos. 

Era la fiesta de medio otoño, y como todos los años los dioses se reunían para celebrar y jugar, además de ver las obras representadas en el mundo mortal. Aunque temieron cuando fue el turno de Quan YiZhen, al final resultó que su obra fue una tierna representación entre shidi y shixiong con la que se sintió complacido. No pudo faltar la oda en la que los generales Nan Yang y Xuan Zhen se olvidaron de sus diferencias para detener al mal y esto hizo escupir el vino a Feng Xin y a Mu Qing, además de la curiosa historia donde Ling Wen apareció como la musa inalcanzable de muchos artistas y la historia de como el señor del Viento se levantó de las cenizas cuál fénix y alcanzó el cielo nuevamente. Sin embargo, cuando la copa de vino blanco terminó en manos de Xiè Lian la curiosidad se prendó de todos; era bien sabido que cuando había una historia sobre Su Alteza el dios marcial Flor Coronada, con él siempre aparecía el misterioso Lluvia Sangrienta que busca la flor.

En este caso no era diferente, pero el escenario sí lo era: se trataba de una boda.

Una boda donde ellos dos eran los que se encargaban de oficiar la ceremonia.

— Que cosa tan curiosa— dijo Pei Ming al ver tal espectáculo—. Mis señores son realmente impresionantes.

— ¿Qué es esto?— preguntó Quan YiZhen frunciendo el ceño.

— ¿Qué más va a ser?— dijo Lang Qian Qiu mirando divertido a su amigo—. Una boda. ¿Nunca has visto una boda?

En el escenario, la pareja apareció. Los dioses soltaron exclamaciones de sorpresa al percatarse que los contrayentes eran dos hombres, uno de los cuales llevaba una cinta roja en la frente. Detrás de ellos había otras dos parejas que fungían como testigos. Los dioses observaron entretenidos la obra, donde Xiè Lian y Hua Cheng casaron a una pareja de distinguidos cultivadores.

Por supuesto que el dios recordaba esa boda. Había sido un favor personal que se les había pedido a ambos. En realidad ellos ya se habían casado según las formalidades de sus respectivas sectas, pero habían querido hacerlo así por una vieja leyenda donde se decía que si una dios oficiaba un matrimonio, los contrayentes podrían reencontrarse en sus siguientes vidas. Era la muestra más devota del amor que dos personas podían tenerse: enlazar los ciclos para encontrarse en todas las vidas futuras que pudieran tener no era algo que se hiciera a la ligera. El único otro requisito era que dos parejas con un amor similar debían actuar como testigos y era por eso que tal costumbre se perdió.

— Estos... ¿son quienes creo que son?— preguntó Shi QingXuan con interés.

Xiè Lian no tuvo que responder: los rostros de la pareja se vieron al descubierto: eran el famoso patriarca de Yiling y el distinguido Hanguang-Jun, el que aparecía dónde el caos surgiera, por lo que la identidad de los testigos se hizo evidente: los señores de la secta Cang Qiong y sus respectivas parejas: el señor del reino demoníaco y el rey de la tierra helada del norte.

— ¿De... dónde es esto?— preguntó Xiè Lian cuando la obra llegó a su fin.

— Cumbre An Ding, secta Cang Qiong— dijo Ling Wen.

"Shang Qinghua", pensó Xiè Lian dando un suspiro interno. No había forma de que nadie supiera al respecto, solo los testigos, y daba la casualidad de que uno de ellos era un conocido escritor. No pudo evitar imaginar a Shen Qingqiu yendo a buscar a Shang Qinghua para sacudirlo del cuello y golpearlo con su abanico. Luo Binghe y Mobei-Jun, acostumbrados al jaleo de los señores de Qing Jing y An Ding simplemente los dejarían en paz. Seguramente Lan WangJi y Wei WuXian disfrutarían el espectáculo con una sonrisa.

Esa noche el nuevo emperador del cielo recibió seis linternas más a las 3000 que solía ver: una muestra de agradecimiento de sus amigos más queridos, a los que había unido para siempre, en esta y en todas las vidas.

Cultivatober 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora