Song Lan y Xiao Xingchen se miraron uno al otro, confundidos, para después mirar a los dos adolescentes frente a ellos.
— ¿Están seguros de esto?— preguntó Song Lan—. Reforjar un arma espiritual de este calibre podría drenar su energía y destruir su cultivo.
— Además— intervino Xiao Xingchen—, ya tienen a Suibian y Jiangzai. ¿Realmente quieren tener estos abanicos como segundas armas espirituales?
Wei Ying y Xue Yang asintieron de forma solemne, implacables en su elección.
— ¿Han pensado en lo que ocurrirá si los portadores de esos abanicos vuelven por ellos?— preguntó Song Lan.
— Sus antiguos portadores están muertos— respondió Xue Yang sombríamente.
"Vimos morir a uno de ellos frente a nuestros ojos".
— Tendrán que estar en reclusión aislada para reforjarlos— indicó Xiao Xingchen—. Y deben estar rodeados de los elementos que planean manejar.
— Lo entendemos— dijo Wei Ying—. Xiao-shishu, ¿nos dejarán ir a otras sectas cuando regresemos, tal como dijeron antes?
— Lo discutiremos cuando regresen.
Xie Lian observó a lo lejos, como las figuras de Wei Ying y Xue Yang se perdían en el horizonte y sintió una profunda melancolía. Sabía qué era lo que impulsaba a estos niños y no podía evitar preocuparse por el camino que fueran a tomar.
— Gege— llamó Hua Cheng—, no debe preocuparse.
— ¿Cómo obtuvieron los abanicos?— preguntó Xie Lian.
Sabía que Shi QingXuan conservaba el abanico maestro del viento, pero la interrogante era cómo había logrado conseguir el abanico maestro del agua. ¿Acaso había ido a la guarida de Agua Negra?
— Recibió el abanico el día de su cumpleaños— dijo Hua Cheng—. Era una ofrenda de paz.
— ¿Crees que realmente puedan lograrlo?— preguntó Xie Lian, a lo que Hua Cheng se encogió de hombros.
— Las voluntades fuertes pueden crear milagros.
Y ese milagro lo atestiguaron dos meses después, durante un asedio sufrido en el santuario Puji: un grupo de cultivadores demoníacos se enteraron de la rápida ascensión de la secta que florecía en el santuario y decidieron atacar antes de que pudiera expandirse más y su influencia fuera mayor. Para evitar que la aldea fuera dañada, Song Lan y Xiao Xingchen dirigieron la atención de sus atacantes hacia el santuario propiamente dicho usándose a sí mismos como objetivos, una vez en campo abierto inició la batalla, una pelea en la que interfirieron abruptamente el agua y el viento venciendo a los invasores, obligándolos a huir.
Una sonrisa de alivio cruzó los rostros de los cultivadores al ver a sus estudiantes. Wei Ying y Xue Yang habían regresado, con sus espadas colgando de sus cinturas y un abanico en sus manos, con el que manejaban con maestría el viento y el agua. Los dos adolescentes no solo no perdieron su cultivo sino que lograron convertir dos artefactos sencillos en poderosas armas espirituales. Por su parte, a la alegría de Xie Lian se unió la melancolía al ver cómo los niños jugaban con sus nuevas armas demostrando su habilidad y no pudo evitar un suspiro.
Los abanicos que solían pertenecer a Shi WuDu y a Shi QingXuan habían encontrado nuevos maestros.
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