Qin Shimei sintió su cabeza dar vueltas al levantarse de la cama. El mareo, seguido de unas intensas náuseas le convencieron que era mejor que volviera a la cama y se recostó de nuevo, cerrando los ojos, gimiendo de dolor para sus adentros.
"Por los dioses, ¿por qué nadie ha pensado en una cura para la resaca?", pensó.
El clan Qin de Tingshan tenía un dicho: "las penas de amor con alcohol se llevan mejor", y aunque era un dicho que Shimei detestaba al considerarlo como pretexto para emborracharse hasta morir... la verdad era que eso mismo había estado haciendo la noche anterior: ahogar su pena de amor con unas buenas copas de licor. Se sintió idiota apenas lo pensó, ¿cómo podía estar segura de que estaba enamorada si había visto al muchacho tres veces?
Bueno, la primera vez no contaba mucho, dado que él había estado enfermo y ella había cuidado de él hasta que vinieron a recogerlo. La segunda vez ella había pasado cerca de la aldea Puji y pensó que era buena idea preguntar por él para saber como se encontraba, ¿quién diría que lo encontraría en pleno entrenamiento? La forma en la que sostenía el sable y el modo en que se movía... eran sublimes y exquisitos. Sus movimientos eran precisos, y el arma parecía no pesar nada en sus manos. Era realmente hipnótico verlo. Qin Shimei se preguntó cómo sería enfrentarse a duelo con él.
Salió huyendo cuando se preguntó cómo sería estar entre sus brazos.
La tercera vez fue la decisiva. Había sido un encuentro de lo más casual donde, luego de un embarazoso accidente él le había ayudado. Era una extraña mezcla de gentil y tosco, amable pero extremadamente sarcástico, como el tipo de persona que solo piensa en sí mismo pero es capaz de hacer cosas impensables por lo que considera correcto. Se había sentido bien a su lado, y pensó si sería posible que se quedara a su lado por siempre, lo cual la hizo huir luego de agradecerle apresuradamente.
El ruido de la puerta abriéndose sacó a Qin Shimei de sus pensamientos, y al ver quien era soltó un grito ahogado para después cubrirse con la manta de la cama.
— ¿Por qué haces eso?— preguntó Mu Qing poniendo los ojos en blanco—. No es como si no estuvieras presentable.
No era que no estuviera presentable, era que había recordado lo sucedido la noche anterior.
Qin Shimei había salido de la taberna a la que había ido completamente ebria. Caminaba tambaleándose, cantando y riendo alegremente cuando dos hombres le cerraron el paso, sus intenciones se adivinaban en sus rostros llenos de lascivia y sus movimientos anticipados a lo que deseaban hacer. Qin Shimei temió un poco: su cultivo no tenía problemas con el alcohol, pero no permitía las relaciones carnales a menos que se tratara de cultivación dual, lo cual hacía al sexo una práctica restringida únicmente a su compañero de cultivo. Si estos hombres se atrevían a tocarla, no solo su reputación estaría manchada, ¡su cultivo se vería totalmente arruinado! No podía permitirlo.
Para su mala suerte, su estado actual no le permitía defenderse mucho, pero no tuvo que preocuparse, puesto que alguien apareció para defenderla, y apenas esos hombres se fueron ella saltó hacia aquel hombre alegremente.
— ¡Xuan Zhen!— exclamó con alegría—. ¡General Xuan Zhen!
El hombre resopló y la sujetó suavemente de los brazos.
— Mi nombre es Mu Qing— se presentó sombríamente, lo que provocó las risas de la médica.
— Déjame decirte entonces— replicó—. Mu Qing, yo te amo.
Y después de eso se desmayó. El recuerdo de lo sucedido avergonzó tanto a Qin Shimei que no podía ver a Mu Qing a la cara. ¿Cómo podría hacerlo luego del disparate que había dicho? Existía una vieja leyenda, un tabú sobre dioses amando a mortales, ¿cómo había sido tan idiota? ¿Cómo había podido pensar en algo así?
— Olvídalo— dijo él fríamente—. Tómalo sólo como un disparate producido por el alcohol.
— No fue un disparate.
El cultivo de TingshanQin tenía una trampa: podían beber todo el alcohol que quisieran, pero al embriagarse dirían solo la verdad. Qin Shimei suspiró, decidida a enfrentar las consecuencias de sus actos: tal vez no volvería a verlo, de modo que se incorporó y, haciendo una reverencia de disculpa a Mu Qing, sujetó su rostro con ambas manos y lo besó dulcemente, diciendo luego de separarse:
— Lo que dije era verdad. Yo te amo, y siempre lo haré aunque tú no puedas o no quieras amarme.
Mu Qing no respondió, simplemente dio media vuelta y se fue. "También te amo", pensó, era un amor irracional nacido de una extraña cercanía esporádica. "Y es por eso que no podemos estar juntos".
Alv, Qin Shimei y Mu Qing también merecen su propio fic. ¿Ven lo que les digo? Este cultivatober me va a volver loca xD