24.- Abanico

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Los discípulos de Qinghe Nie vieron a su líder ir de un lado a otro con nerviosismo. En otros tiempos se habrían sentido fastidiados de solo verlo, pero ahora no podían evitar verlo con preocupación, después de todo Nie HuaiSang había probado que no era el idiota sacudidor de cabeza que había hecho creer a todos durante tantos años, y aunque su manejo con el sable era mediocre en comparación a su hermano todavía corría el riesgo de morir por una desviación de Qi.

— Líder Nie, ¿qué ocurre?— preguntó uno de los discípulos, acercándose.

— Mi abanico no está— dijo Nie HuaiSang con expresión de angustia.

La gente no pudo evitar poner los ojos en blanco. Era bien sabido por todos la afición del líder a los abanicos y las pinturas, pero aún no entendían la importancia de ello hasta este momento específico en que el joven explicó:

— Ese abanico es importante porque me ayuda a balancear mi Qi. ¡No puedo estar lejos de él en ningún momento!

— En ese caso fue oportuno de mi parte haber venido— intervino una voz desconocida.

Nie HuaiSang volteó, sonriendo al ver quién era el recién llegado. Era una de las pocas personas, además de los hermanos Lan y los lotos de Yunmeng, que tenían pase libre para entrar al Reino Impuro y pasear como quisieran sin necesidad de ser anunciados. Había conocido a este hombre durante la ceremonia de matrimonio del líder Jiang, puesto que él era hermano de la... ¿afortunada? esposa de Jiang Cheng.

— Maestro de pico Liu— dijo HuaiSang yendo a su encuentro.

— Líder de secta Nie— saludó Liu Qingge con propiedad.

Ambos se inclinaron en una reverencia de saludo y Liu Qingge extendió la mano hacia Nie HuaiSang, que se dio cuenta de que el objeto que sostenía era su abanico. Una gran sonrisa de oreja a oreja se formó en sus labios y lo tomó, sintiendo como todo volvía a estar bien en su mundo.

— Se lo agradezco mucho— dijo Nie HuaiSang.

— No tiene por qué— replicó Liu Qingge—. Se lo dejó olvidado en su última visita a la cumbre Bai Zhan, claramente tenía que devolverlo.

Las mejillas del líder Nie se sonrojaron violentamente. Cierto, cierto, había ido a la cumbre Bai Zhan junto a la joven madame Jiang ya que ella deseaba visitar a su hermano y lo había dejado allí, pero que el mismo Liu Qingge hubiera decidido venir a Qinghe y entregarlo personalmente cuando pudo mandar a alguno de sus discípulos le llenó de emoción.

— Disculpe, ¿podría acompañarme un momento?— pidió.

Liu Qingge, naturalmente, no se negó y fue guiado por Nie HuaiSang hasta el despacho de éste último, una vez fuera de la vista pública dejaron de lado las formalidades: Nie HuaiSang dio un pequeño salto abrazando a Liu Qingge, había estado ansioso por hacerlo desde que le devolvió el abanico.

— Te lo agradezco de verdad, Liu-xiong— dijo—. Sin este abanico me muero.

— Ya te dije que no debes agradecer, pequeño Nie— replicó Liu Qingge correspondiendo torpemente el abrazo—. No deseo que mueras.

Por alguna razón, que él le dijera "pequeño Nie" no se sentía tan mal, a pesar de su tono serio y su cara igual de seria.

— Tengo algo para tí, espero que no te moleste.

Liu Qingge alzó una ceja, y Nie HuaiSang buscó en su escritorio hasta encontrar una cajita que le entregó al señor de la cumbre Bai Zhan. Al abrirla, Liu Qingge encontró en su interior un colgante de plata con finos caracteres grabados en ella.

— ¿Un collar?— preguntó.

— Es un talismán— dijo Nie HuaiSang—. No lo tomes a mal, pero a alguien de la secta se le salió mencionar que sufriste de una desviación de Qi anteriormente y como he investigado al respecto anteriormente dado que estoy propenso a lo mismo...

— ¿Hiciste esto para evitar otra desviación de Qi?

Nie HuaiSang asintió tímidamente y Liu Qingge preguntó:

— ¿Y decidiste dármelo a mí?

— ... — para este punto, el rostro del líder Nie estaba rojo como un tomate—. Sí.

— ¿Por qué?

Nie HuaiSang dudó en responder. ¿Y si Liu Qingge reaccionaba mal? En su mente estaban muy grabadas sus expresiones de disgusto cuando veía a Luo Binghe y a Shen Qingqiu juntos, ¿qué tal si era rechazado?

— Liu-xiong, me gustas.

Las palabras fueron dichas sin pensar. Liu Qingge hizo un gesto de sorpresa que se intensificó cuando, sin pensar, Nie HuaiSang se puso de puntillas y le dio un pequeño beso en los labios antes de intentar salir corriendo. Para ese momento, el líder Nie estaba seguro de que moriría y estaba dispuesto a ocultarse debajo de su cama por el resto de sus días y no volver a asomar su rostro en público cuando de repente...

— Pequeño Nie, si vas a besar a alguien hazlo bien.

Liu Qingge atrapó a Nie HuaiSang y le dio un beso, más dulce, cargado de ternura, y definitivamente más profundo, un gesto de aceptación a sus palabras que el líder del Reino Impuro tomaría y guardaría en su mente como su tesoro más preciado. Ambos se separaron para tomar aire y el señor de cumbre se puso aquel colgante, sonriendo por primera vez al hombre frente a él.

Nie HuaiSang se sintió en el paraíso cuando Liu Qingge le dijo una simple frase, que abría la puerta a un mundo de posibilidades entre los dos:

— También me gustas, pequeño Nie.


Disclaimer: la shipp QinSang nació en la página Sirvientes del patriarca Yiling, de la mano de El matorral. Yo solo contribuyo con material para la shipp. Y yo digo que esto amerita un fic, alv.

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