Los dos jóvenes levantaron la mirada hacia la figura sentada en aquel sencillo trono. Unos gélidos ojos dorados les devolvieron la mirada, fijándose en los abanicos que cada uno sostenía como si su vida dependiera de ello. El rey demonio recorrió con la mirada a los muchachos y preguntó:
— ¿Cuáles son sus nombres?— y antes de que alguno de ellos respondiera añadió—. Sé que ustedes no son Shi WuDu y Shi QingXuan.
— ¿Qué te hace pensar eso?— preguntó uno de ellos cruzando los brazos en un gesto de desafío.
He Xuan se puso de pie, acercándose con paso lento. La esencia de los niños era inconfundible, sabía que ellos eran a quienes había estado buscando por años, pero aún así decidió actuar con cautela.
— El verdadero Shi WuDu murió en esta misma sala— dijo.
Una chispa de sorpresa pasó por las miradas de los jóvenes, que se miraron uno al otro consultando algo entre sí, volviendo la vista hacia He Xuan, que continuó imperturbable, esperando su reacción a sus siguientes palabras:
— Y sé que el verdadero Shi QingXuan murió por ustedes.
Ambos palidecieron al oírlo, recordando ese doloroso momento. Había sido una noche lluviosa y ellos tres huían. Un demonio vestido de blanco con bordados rojos en su ropa lo seguía junto con varios hombres vestidos de negro que los buscaban. A pesar de que estaba mortalmente asustado, Shi QingXuan repetía a los niños que no tuvieran miedo. Pronto se hizo patente que no podían seguir huyendo por lo que los dos pequeños fueron ocultados en el interior de un templo.
Y desde allí vieron cómo el demonio de blanco le quitaba la vida a quien los había protegido. El sentimiento de la amarga desolación se apoderó de sus corazones y ambos juraron venganza, pero para eso las personas que habían sido tenían que ser enterradas, junto con la persona que los había cuidado como un padre. Lo siguiente que vieron, sin embargo, les sorprendió: un hombre de negro se acercó, tomando en brazos aquel cuerpo sin vida, y gritó a los cielos como si hubiera perdido a alguien querido.
— Eres tú— dijo el otro, el que había permanecido en silencio—, el que apareció bajo la lluvia.
— El rey demonio Agua Negra— replicó el otro.
— Ahora que las cosas han quedado claras, quiero la verdad— demandó He Xuan—. ¿Cuáles son sus nombres?
Un breve silencio siguió a sus palabras, y su pregunta fue respondida.
— Wei Ying— dijo el que poseía el abanico del viento.
— Xue Yang— dijo el que poseía el abanico del agua.
He Xuan sonrió, complacido al encontrar a los hijos adoptivos de Shi QingXuan, como había prometido a su espíritu en aquella lluviosa noche. Ahora que los había hallado, el rey demonio permanecería cerca de ellos para evitar que algo llegara a pasarles.