Todos aman América

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Al día siguiente volví a la comisaría. Antes de entrar en la oficina, me detuve a hablar con la recepcionista. Llamé su atención agitando los brazos, y enseguida desatendió a la persona con la que hablaba.

—Disculpe un segundo. ¿Necesita algo, inspectora?

Me acerqué al mostrador, donde el hombre que estaba siendo atendido me miró con incredulidad.

—Disculpe, estaba yo primero —se quejó con chulería—. ¡Eh! ¿Estás sorda o qué? ¿Crees que por ser policía

Sonreí intentando ser simpática, sin saber qué hacer (aunque si no me sintiese tan impotente le habría amenazado con la ley). Me dirigí a la recepcionista, una androide, y le hablé en lenguaje de signos, preguntándole si Connor (a quien me referí llevando el dedo índice derecho a la sien, donde solía tener el LED) le había dicho algo o si tenía permiso para pasar. El hombre me miró algo arrepentido.

— ¡Oh, sí! El teniente Connor me advirtió de su actual condición —respondió la androide—. Puede pasar, le estará esperando.

Asentí agradecida, y me marché del mostrador, dándole un buen empujón a mi pelo con glamour delante de las narices de aquel impertinente hombre. Dios, cuánto me costó reprimir un corte de manga.

Entré en la oficina, algo más tranquila, y fácilmente encontré a Connor en su despacho.

—Estás aquí —sonrió cuando me acerqué al despacho, y bajó sus manos del teclado. Me aferré al bolso aterrada, y lo miré esperando una respuesta—. Te han asignado una serie de tareas especiales.

— ¿Qué tareas? —respondí ariscamente.

—Ya sabes, las tareas especiales que la gente... Especial puede hacer.

— ¿Te refieres a discapacitada? —le espeté.

—Bueno —dijo entrecortadamente. Estaba verdaderamente avergonzado—, no del todo. Tú las vas a hacer, así que... Los agentes PC 200 y PM 700 llevan mucho tiempo trabajando allí, y no están discapacitados.

—Oye, Connor, soy muy consciente de que ahora no estoy en mi mejor estado, no hace falta que intentes...

— ¿Cómo está la muda? —Hank llegó en aquél momento. No pude evitar reírme, aunque fue un golpe bajo. Hice una especie de seña como para mostrarle mi indiferencia por responderle a la pregunta—. Veo que conservas el humor —sonrió.

Hice una especie de mueca como si fuese a decir una palabra, y Hank se asombró, pero comencé a reírme.

—Muy graciosa —comentó.

—Entonces, ¿te acompaño? —sugirió Connor, y asentí.

—Esperad, voy con vosotros en un momento —dijo Hank, y se marchó rápidamente.

Connor se levantó de su silla y me acompañó por entre los escritorios de la oficina. Me condujo por el pasillo que llevaba a la cafetería y el calabozo, y atravesamos varias puertas, por las que había pasado muy pocas veces en mi vida.

— ¿Sabes? Me estoy acordando de la primera vez que te vi aquí —sonreí.

—Que de hecho fue mi primera vez en comisaría.

—Cuando viniste, me alegré un montón, porque era muy subrrealista que te hubiesen asignado el mismo caso que Hank, un antiandroide —Connor sonrió también, con nostalgia—. Lo primero que pensé fue el cotilleo tan divertido que tendría para mí madre, porque estaba claro que os ibais a pelear. Lo segundo que pensé fue que tenías un nombre muy bonito, pero caray, aunque al principio me encantase, tienes un nombre feo de narices.

Ser inerte PARTE 2 (Connor DBH) [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora