Lluvia.
Afuera llovía a cántaros. Era la primera vez que llovía después de tanto tiempo. Solo esperaba que no hubiera truenos, me daban miedo. A pesar de tener veinticinco años, aún era muy miedosa.
Me senté en mi cama y me quedé mirando a la nada. Mis padres no estaban en la casa, habían ido a la casa de campo así que estaba completamente sola. Tal vez podría llamar a alguna amiga para que se quede conmigo.
Riiiiing.
El timbre de la casa, eso era extraño, ya era muy tarde para que alguien viniera.
Bajé las escaleras un poco asustada, tomé las llaves y abrí.Su ropa estaba pegada a su cuerpo debido a la lluvia. Su cabello estaba empapado y sus mejillas estaban rojas.
—¿Puedo entrar? –dijo con un hilo de voz.
Que voy a hacer contigo Antoine.
—Claro –respondí mientras tomaba su mano y lo hacía pasar. —Espérame aquí, voy por una toalla.
Él asintió. Sus ojos estaban vidriosos.
Subí rápidamente las escaleras, tomé una toalla y un pijama de mi padre.
—Aquí tienes –extendí la toalla.
Él puso la toalla sobre su cabeza y empezó a desabrocharse su camisa, miré para el otro lado.
Escuché su risita.
—Cuando termines puedes subir –dije dejándolo solo, no me di vuelta.
Al subir puse mis manos sobre mi cabeza ¿Que estaba haciendo aquí?
Tomé dos tazas de la alacena, le serviría un café. No quería que se enfermara.
—Gracias por abrirme la puerta, a pesar de todo.
—No hay de qué –dije mientras le daba la taza de café.
Él se sentó en el sofá. Sus manos estaban rojas por el frío. Su nariz también lo estaba.
—¿Que te pasó? –pregunté.
—No tenia a donde ir –su voz estaba apagada.
—¿Que pasó con la casa? –pregunté intrigada.
—La vendí.
—¿Porque hiciste eso? –esa casa le encantaba.
—Era demasiado grande para mi.
—¿A donde irás ahora?
Él se quedó callado. Parecía estar apenado. Me miró fijo a los ojos y con tan solo verlo, supe lo que quería.
—No –respondí inmediatamente.
—Char, no tengo a donde ir –él se levantó del sofá y dejó su taza sobre la mesa.
—No puedo Antoine, simplemente no puedo.
—Solo será una noche, me iré temprano en la mañana, lo juro –me rogaba con la mirada.
Sería cruel dejarlo ir con esta lluvia, además mis padres no estaban y si él se iba temprano en la mañana ellos nunca lo sabrían.
—Apenas salga el sol, te vas –dije seria.
—Lo juro –respondió mientras estiraba su meñique. Su tonta forma de demostrar lealtad.
Extendí mi meñique. Y él lo apretó con fuerza.
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➳Infiel [Antoine Griezmann]
Short Story¿Cómo podrías recordar mis caricias si cada noche cambias de piel?