almas reflejadas ; khan ; bnet ; gazir

vidriera.

Longo dio un suspiro cansado, y caminó hasta el carrito de panchos esa era la solución para el mal humor un pancho le contentaba el alma, tenía una rutina muy marcada para estas ocasiones donde explotaba.

se arrepentía de haberle hablado así a sus amigas, ninguna tenía la culpa de que ese día el mal humor se haya adueñado de ella tenía que comprender que esa semana estaba siendo agotadora para las tres.

aquel trío de oro casi no peleaba, mucha gente se sorprendía de lo bien que manejaban su relación, sin embargo cuando discutían estallaba todo. Cuando estuvo cerca del carrito esperó a que el chico del frente pagara para poder comprar ella.

— tío, me he olvidado de la billetera, si me dejas voy por ella y vuelvo rápido. —pidió. El hombre del carrito negó.

a Valentina le causaba curiosidad el castaño frente a ella, lo vio realmente preocupado por no poder pagar su pancho, seguramente tenía tanta hambre como ella.

—dale, dame un pacho a mí y de paso te cobrás el de él —hablo Valentina extendiendo un billete, ganando la atención del asturiano.

—no, no es necesario de verdad. —decía él apenado.

—no es nada, posta. —contestó ella y él esbozó la mejor de sus sonrisas.

le dieron el vuelto, y se dio media vuelta para seguir su camino e ir al siguiente destino: la vidriera.

—hola —escuchó nuevamente la voz de aquel chico— muchas gracias por pagarlo, es que he dejado la billetera.

—¿saliste sin billetera? ¿cómo planebas hacer algo sin plata? —preguntó y ambos rieron.

—ya sé, soy un gilipollas —nuevamente rieorn, puede que el mal humor se le esté yendo— Gabriel, un gusto.

—Valentina, el gusto es mío. —contestó, ambos sonrieron y se sentaron en una banca.

Gabriel la miraba con atención, le llamaba la determinación que reflejaba la castaña, no la conocía mucho pero en ella se podía ver un poco de su carisma, quizá por la forma tan tranquila en la que hablaba y la cierta gracia con la que dijo las pocas palabras que cruzaron hasta ahora.

comieron en silencio, bastante cómodos no necesitaban hablar ni tampoco les molestaba la compañía del otro, es más podría decirse que lo disfrutaban. Gabriel había salido a pasear con el afán de despejar un poco su mente de las responsabilidades que le estaban agobiando un poco, pero la energía de la argentina parecía darle algo de calma.

—¿tenés algo más que hacer? —preguntó ella y él negó— pienso ir a la vidriera ¿me acompañas?

él sonrío grande, pensó en que le aceleró el proceso de buscar una excusa para quedarse un rato más con ella. Se levantó de la banca y se colocó a su lado.

—es un gusto —contestó y empezaron a caminar— ¿tienes que comprar algo?

—nah, solo me gusta ver los vidrios de colorcitos son muy lindos. —contestó. A él le causó interés ver como cosas no relevantes le causaban curiosidad a ella.

quizá era de alma sencilla como él, quizá es esa compañía que él siente que hace un rato le falta. Tenía su grupo de amigos, pero de todas formas sentía que algo o alguien le hacía falta.

durante el camino fueron desarrollando una simpática conversación, ahí él se enteró que la fémina era dueña de un carisma increíble lo había hecho reír mucho, incluso más de lo que había reído estos últimos días. Por su parte a Valentina le agradaba hacerlo reír, siempre le ha gustado hacer reír a los demás.

le parecía un chico atractivo, y es que el asturiano era dueño de una linda sonrisa a decir verdad. El mal humor ya no era recordado.

Gabriel prestaba atención a como Valentina destacaba los detalles de los vidrios de colores, sus texturas y formas, esos detalles que pasaban por desapercibidos por los demás pero no por ella.

—vamos por un helado. —habló de pronto, sacando al chico de sus pensamientos.

—no, muchas gracias pero ya me pagaste un pancho y no cargo dinero. —contestó apenado.

—yo pago, es una invitación —habló— y no planeo tener un no por respuesta.

ambos sonrieron y él aceptó rendido pero contento.