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Es que me siento tan mal, tan estúpida, maldita sea. Tuve el sexo más increíble de todo el mundo con precisamente mi maestro.

Lo único que quiero hacer es llorar.

Valentina no ha dejado de burlarse en todo el día, para ella es gracioso, para mí no. ¿Es que no lo entiende?

Las estúpidas reglas de ética y todo eso nos obligan a estar alejados el uno del otro. Es decir, Ruggero no va a querer arriesgar su trabajo por seguir teniendo sexo casual con su alumna.

O lo que sea que tengamos.

Él me vio mientras repartía su clase, y su sorpresa fue tal que disimularlo fue casi imposible. Lloriqueo recordándolo.

—Ya, Karol. De cualquier modo vas a estar bien. Algún día vas a encontrar a alguien que tenga la misma capacidad de darte buen sexo.

—Jódete. —me quejo buscando mi teléfono.

—¿Qué haces?

—Pues le digo a mi mamá que aliste a mi hermanita para llevarla a pasear.

—¿No que ibas a salir con Ruggero?

La miro cabreada. Ella se ríe.

Se burla como si no supiera lo que yo siento.

Dejo de escribir el mensaje para mi madre cuando un mensaje de Ruggero llega. Nerviosa levanto la mirada.

—¿Qué pasa?

—Sal de la universidad, camina dos cuadras y súbete al auto. —leo en voz alta.

—Oh por Dios. —se ríe.-- Pues anda, pendeja. Ve rápido antes de que se arrepienta.

—Pero es que no sé lo que quiere.

—Lárgate a verlo ya.

Indignada tomo mi bolso y me despido de ella.

Tal y como Ruggero lo ha descrito, salgo de la universidad, camino las dos cuadras y cuando veo el auto blanco, me subo sin muchas ganas de hablarlo. Ya me jodieron la fiesta. Estúpida universidad.

—¿Por qué no me dijiste que terminarías siendo mi alumna?

—Porque no lo sabía. —me lamento.— Y lo siento, si quieres borrar mi número, sacarme de tu vida o lo que sea, adelante.

—No he dicho nada de eso.

—Bueno, por si las dudas.

Me encojo de hombros y él se ríe emprendiendo el camino hacia no sé dónde.

Durante todo el trayecto no digo nada, solo observo por la ventana y le aviso a mamá que tendré una cita. O lo más parecido a ello, pero mi madre hermosa no puede saberlo. Basta con que sepa que estoy ocupada.

No tiene que saber que estoy yendo con mi nuevo maestro a quien sabe donde porque casualmente tuvimos sexo sin saber que de alguna manera, nuestros caminos se cruzarían poco después.

¿Qué le voy a decir además?

¿Qué tuve que hacer para recibir tanta mala suerte? Que alguien me mate.

O me ayude a retroceder el tiempo para así no tener nada que ver con él. Suena más sencillo después de todo.

—¿A dónde vamos? —pregunto al ver que nos alejamos bastante de la ciudad.

—A un lugar en donde no corramos el riesgo de ser vistos. —explica girando en una esquina.— Espero que no tengas nada que hacer.

Niego, él sonríe y acelera un poco.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora