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—Hey, hola. —saludo sonriente.— ¿Qué haces aquí?

—¿Lo conoces?

Miro a Alvaro, asiento soltando su mano. Y en cuanto me pongo de pie, Ruggero levanta la mano pidiendo distancia.

Enarco una ceja. ¿En serio está molesto?

No tengo tiempo de reaccionar cuando veo a Chiara salir del baño. Lo miro.

Hijo de...

—Él es mi maestro, Ruggero. —lo presento y mi primo estrecha su mano.— Pero parece estar ocupado así que no vamos a quitarle más tiempo.

—Bueno, en ese caso podemos irnos ya.

Asiento, Alvaro saca un par de billetes dejándolos sobre la mesa y yo sólo tomo mi bolso.

No debo enojarme.

E intento repetirme esa frase porque realmente no es bueno para mí corazón alterar mis sentidos. Debo llevar una maldita vida tranquila que no voy a poder tener si Ruggero sigue saliendo a comer con su ex.

Mi teléfono vibra mientras salimos del restaurante, cuelgo la llamada al instante. No voy a caer en ese jueguito.

Que me hable cuando quiera estar conmigo y tenga tiempo para mi solamente.

—¿Por qué sentí tensión?

—Porque tú la sientes en todo momento. —digo burlona.— ¿Qué piensas, eh?

—Realmente nada. —se ríe.— Escucha, voy a llevarte a tu casa e irme de inmediato, ya falté hoy a la universidad, y como estamos cerca de terminar el semestre, no puedo faltar más.

—Lo sé, gracias por venir, me ayudó bastante.

Asiente, me abraza por los hombros y besa mi mejilla. Sonrío sin alejarme de él.

Era realmente afortunada de tener una amistad tan linda con todos mis primos. Hasta mi amistad con Leijany está volviendo. Y puedo jurar que estoy en el mejor momento de mi vida.

A pesar de que mi corazón quiera obstruirlo todo.

Siento que soy afortuna de la familia que me tocó, y no me importan los resultados de esto más adelante.

Simplemente lo disfruto y ya.

Alvaro me lleva a casa como lo habíamos planeado, me despido de él pidiéndole que no diga nada. Él asiente.

No nos conviene dejarnos en evidencia mutuamente.

Es mejor guardar el secreto hasta que los resultados estén listos.

Mientras entro a casa escucho algo similar a gritos, lo cual me extraña demasiado porque evidentemente, papá y mamá nunca discuten.

Y aún no es su hora de llegada.

Me adentro a la casa.

Al ver a Giovanna, Valentina y Mila entiendo el por qué de los gritos.

—Hola. —musito dejando mi abrigo en la entrada.— ¿Qué hacen aquí?

—¿Por qué esta estúpida sabía que estás enferma y yo no?

—¿Podemos hablarnos con respeto? —reclama Mila.— Yo no tengo la culpa de nada así que por favor, cambia el tono.

—¿Qué pasa?

Giovanna se pone de pie, les pide silencio a ambas y mientras encuentro la respuesta a todo, la señora Margaret pregunta si se quedarán a comer.

Valentina dice que no, inmediatamente Giovanna se une a ella. Y Mila por supuesto dice que si.

Rasco mi nuca confundida.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora