12

929 153 90
                                    

—¿Crees que hicimos un buen trabajo?

—Definitivamente si. —festejo dejándome caer a su lado.— Nos quedó hermoso.

Finalmente, después de dos fines de semana en la planificación de esta casa, teníamos todo listo. Hoy habíamos acabado de amoblarla.

Y estaba segura de que no existe un lugar igual.

Me encantaban los resultados, y sobre todo el que ya podamos usar la casa. Había estado deseando este momento desde que Ruggero cerró el trato.

Realmente intentaba estar en casa lo menos posible luego de mi discusión con mamá. Y si no estaba con Ruggero, estaba con Valentina pero con alguien debía estar.

Me dolía saber que mamá está ocultándome la verdad. Las evidencias son obvias, no puede seguir mintiendo. No le queda.

La manera en la que palideció cuando le dije aquel nombre, la increíble manera en la que se alteró y me pidió que me callara.

Ese día ambas gritamos, terminé llorando y jurándole que jamás iba a perdonarle si un día me enteraba que en verdad soy adoptada.

Ese día no dormí en casa, ni los tres siguientes. Hasta que Leijany vino al departamento de Valentina y me hizo saber que estaba siendo estúpida al no valorar los increíbles padres que tenía.

Razoné lo suficiente, volví a casa y evité disculparme, y es esa la razón por la cual me incomoda estar en casa. Siento que algo se rompió entre las dos.

—¿Qué hora es?

Salgo de mi ensoñación, me encojo de hombros.

—Si comenzamos a las siete de la mañana, deben ser como las dos de la tarde.

—¿Tienes hambre?

—¿Vas a cocinarme?

—No, voy a pedir comida a domicilio, estoy demasiado ocupado como para cocinar.

—La abuela tenía razón, la pasión se enfría y la relación deja de ser la misma.

—¿Qué dices?

—No sé. —me río viéndolo tomar el teléfono.— Quiero algo nutritivo y que llene mi estómago.

Él asiente, se lleva el teléfono al oído y comienza a pedir lo que vamos a comer. Me incorporo quitándome el buzo.

Me recojo el cabello y me dedico a mirarlo moviéndose por toda la sala.

—Oye, mi amor. —lo llamo. Me mira.— ¿A dónde vas?

—Tengo muchos exámenes por calificar. Y tú muchas tareas por hacer y no te veo moviéndote.

Asiento, él se pierde escaleras arriba y me pongo de pie buscando mi teléfono.

Le envío un mensaje a Valentina, ella me avisa que está teniendo el problema más grande de su vida y que viene camino a casa.

Confundida dejo el teléfono en donde estaba.

Ya me imagino los enormes problemas de mi amiga, no saber qué vestido elegir, su tacon o sus uñas de rompieron, no sé.

Valentina es una mujer alivianada, sus mayores problemas son esos.

Subo a la habitación. El sonido de la ducha me hace saber que Ruggero está ahí dentro.

Así que aprovecho para organizar lo último que me faltaba; el armario.

Siendo sinceros, no creí que esto iría tan en serio hasta que me pidió que llevara algunas de mis cosas a la habitación.

Obviamente lo hablé con mamá antes de discutir con ella, me dijo que hiciera lo que me haga sentir segura y feliz.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora