19

826 138 126
                                    

—¿Creíste que escaparías de mí tan fácil?

—No me toques. —musito alejándome de su agarre.

—¿Si sabes que tu chistesito le va a costar el doble a tu padre?

—Puede costarle el triple, no te va a dar nada. —le aseguro.— Y ya te dije que no me toques.

Muevo mi pierna alejándome de su agarre. Él se ríe.

Maldito idiota, si mis manos y piernas no estuviesen amarradas lo golpearía con las pocas fuerzas que me quedan.

¿Cree que dejándome en la habitación más alejada del lugar va a callarme?

¡Pues no!

—Me gusta que seas tan agresiva. —asegura.— Y por eso te ganaste un premio.

—Tú también, un pase personalizado al infierno. ¿Cómo puedes hacer esto?

—Eres solamente un daño colateral del cual voy a sacar provecho. —me toma del mentón.— Y luego, voy a matarte.

—Inténtalo.

—Que agallas. —se burla. Finalmente rasga mi falda y pataleo de nuevo. Este tipo está enfermo.

—No me toques, te exijo que dejes de tocarme.

—Lo hiciera, respetara el negocio con tu padre, pero adivina qué. Me pidió que no te creará traumas para que llegaras sana y salva a casa, pero es que no vas a llegar, y puedo aprovechar que en serio te ves muy bonita.

—¡Suéltame!

—Recuerdo la primera vez que te vi. —termina por rasgar mi falda.— Estabas tan bonita, tan inocente. Y luego bajó ese idiota, tomó posesión de ti y presumió que eres suya. Pero adivina qué, ahora eres mía también.

—¡No me toques! ¡Suéltame, me lastimas!

Quiero salir de aquí, quiero salir de aquí, solo quiero salir de aquí.

—Te juro que vas a arrepentirte si me haces algo. —sollozo.— Déjame, me das asco.

—Solo disfrútalo, hará todo menos doloroso.

—¡Déjala!

Un suspiro de alivio sale de mis labios cuando Ruggero entra a la habitación, mi respiración se normaliza y puedo sentir que ya nada me afecta en realidad.

Mis ojos se llenan de lágrimas, pero me alegra el ver a Michael tirado en el piso con Ruggero encima lanzando golpes a diestro y siniestro.

Pronto estas lágrimas se convierten en llanto sin parar cuando veo que papá entra a la habitación con muchos policías detrás.

—Por Dios, mi amor. ¿Estás bien? —susurra papá quebrado, asiento mientras una mujer desata los nudos en mis muñecas.— Mi niña, mi amor.

—Estoy bien, papá. —aseguro con la voz rota.— Pero me tomé muchas pastillas para estarlo y no sé cuánto tiempo haya pasado.

—Soliciten una nueva ambulancia. —musita la chica.— Eres la que tiene problemas en el corazón, ¿verdad?

Asiento, ella me ayuda a ponerme de pie y en cuanto una manta cubre mi espalda me conduce hacia algún lugar apartado de la habitación.

—Tienes que inducirte el vómito. —musita recogiendo mi cabello.— ¿Recuerdas hace cuánto fue?

—Creo que hace dos días. —admito.— Y fueron demasiadas pastillas.

—Tenemos que aplicar un lavado de estómago, normalmente la medicina que consumen tarda mucho en hacer efecto, pero puede afectarte en grandes cantidades si no lo solucionamos, ¿de acuerdo?

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora