21

928 144 81
                                    

Embarazada. De todas las probabilidades nunca imaginé que esto llegaría a suceder.

Ahora sé que la vida de mi amiga está más que jodida. Ella no bromeaba.

Estaba sentada en la cama, su cabeza reposa sobre mis piernas y su mirada está perdida en algún punto del lugar.

No deja de abrazar su peluche y eso me pone más nerviosa. No sé qué hacer.

—¿Qué harás? —pregunta Mila. Valentina levanta la mirada.

—Quiero abortar.

Giovanna se remueve incómoda, yo sólo acaricio el cabello de mi amiga.

Lo que ella decida estará bien para mí.

—Me parece bien. —Mila sonríe.— Estoy contigo.

—Gracias.

La corta respuesta de mi amiga me hace cambiar de tema al instante.

Claro está que solo le queda abortar. Y de hecho, sus padres solamente esperan que la condena hacia Michael sea dictada y el permiso para el aborto emitido.

Y ya sé que es una vida y el bebé no tiene la culpa, pero creo que nadie alrededor de Valentina quiere que ella tenga ese hijo.

No será bueno para su salud mental.

Los psicólogos emitieron un permiso certificando que mi amiga no está ni estará lista para ser madre.

Y si a eso le sumamos que fue una violación, Valentina es libre de abortar.

Lo cual me alivia un poco.

Insisto, solamente espero que esté bien, el resto no importa.

—Hola, ¿se puede?

Levanto la mirada, Agustín entra a la habitación con un ramo enorme de rosas, maldigo. Estos malditos han llenado de flores a Valentina.

Y aquí me tienen, estornudando cada diez segundos.

Acababa de poner el resto en un lugar seguro. Muy lejos de mi.

—Agustín. —susurra ella limpiando sus lágrimas. Él le sonríe.

—¿Puedo hablar contigo?

—Nosotros nos vamos.

Me bajo de la cama, beso la mejilla de mi amiga y no tardo en salir del lugar con Mila y Giovanna. Bajamos a la cocina buscando algo de comer.

Lea hará bien después de todo.

Mientras pico muchas fresas en un plato, mi teléfono suena, Mila lo saca de mi bolsillo e indica quién ha llamado. Suspiro.

Había discutido con él, su ex de nuevo. Es que, no entiendo por qué tiene que buscarlo si se supone que ya están juntos y todo eso.

Ruggero ya la ayudó con sus problemas, que lo deje en paz.

No para de enviarle fotos de ella haciendo cualquier estupidez. Y ayer que llamó, no dudé en contestar y mandarla a volar.

Ruggero se enojó y discutimos, ahora no quiero contestarle llamadas y mensajes.

Además, se va todo el fin de semana a Italia a ver a sus padres, yo no necesito nada más que soledad y tranquilidad.

—¿Qué quieres? —digo apenas Mila contesta.

—Que vengas conmigo.

—No quiero. —me muevo buscando chocolate para mis fresas. Mola camina detrás con el teléfono en alta voz.— Lleva a Chiara, después de todo aman compartir su día con el otro.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora