7

983 141 121
                                    

—Karol, si caminas tan apurada no puedo alcanzarte y me desesperas.

—Ahora no tengo tiempo de caminar a tu ritmo, Valentina. —dejo de correr para mirarla.— Tenemos diez minutos para hablar con Ruggero antes de que las clases comiencen.

—¿Hablar con él? Pudiste haberlo hecho ayer.

—¡Gran idea! Pero adivina qué, de lo cabreada que estaba, tiré el teléfono al piso, este se hizo mil pedazos y ahora no tendré uno nuevo hasta que a papá se le pase el enojo.

—Ah, con razón no contentaste mis mensajes.

Ruedo los ojos, camino hacia la oficina y toco dos veces escuchando una voz que nos permite pasar. Tomo una profunda respiración girando la perilla de la puerta.

—Buenos días, señor... ¿Thomas?

Él se pone de pie, sonríe y se acerca besando mi frente. Me alejo de inmediato.

¿Qué hace aquí?

Y ¿por qué está hablando con Ruggero?

—¿Qué estás haciendo?

—Le explico a tu maestro el incidente de ayer, mi amor.

—¿Mi amor? ¿De qué me perdí, Karol?

Miro a Valentina, luego a Thomas, sacudo mi cabeza y los alejo a los dos. Lo que necesito ahora es hablar con Ruggero.

—Señor Pasquarelli...

—Le voy a repetir lo que le dije a su novio, señorita Sevilla. —musita él poniéndose de pie.— Usted tendrá que presentar el examen.

—Pero...

—Tiene menos de dos minutos para llegar a la clase.

Con eso se marcha de la oficina, Valentina se ríe yendo detrás de él. Pataleo.

—¿Qué le dijiste?

—Nada, que tú eras mi novia y que como tal merecías una segunda oportunidad de presentar esa defensa en cualquier otro momento.

—Eso fue estúpido. —me quejo.— Y tú y yo ni siquiera somos novios.

—Pero, Karol...

—No vuelvas a hacer eso, no digas cosas que no son verdad. Tú y yo no somos novios.

Frustrada comienzo a correr detrás de Valentina. Estoy acabada, tendré que presentar un examen y si fallo en ocho preguntas me condenarán de por vida.

Debí escuchar a mamá cuando me dijo que no lanzara el teléfono.

Es que, ¡ah!

Evitando ponerme a llorar como toda una dramática entro a la sala y me siento junto a Valentina, ella me sonríe abrazándome por los hombros.

—Ay, amiga. —susurra.— Dime que al menos recuerdas algo para poder defender tu posición.

—No recuerdo nada. —me lamento al borde del llanto.— Val, estoy jodida.

—No, no lo estás. —asegura.— Ruggero se desvió camino a la clase con la maestra de sociología. Tenían unos informes que revisar, tienes pocos minutos para estudiar.

—¿Y cómo voy a estudiar?

—Yara. —la llama Valentina. La chica nos mira.— ¿Puedes venir un momento?

—¿Qué pasa, chicas?

—Seamos sinceras, tú necesitas aprobar sociología, mi amiga es la mejor en eso, puede ayudarte.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora