16

900 149 136
                                    

—¿Entendiste, niña?

—Si tío. —insisto divertida.— Estoy bien, solo tuve un repentino mareo

—Para ser repentino y todo hasta te desmayaste, deberías quedarte en casa.

—¿Bromeas? En solo un mes y medio termina el maldito semestre, tío. Tengo que ponerme al día y estudiar muchísimo.

—Karol Sevilla siendo Karol Sevilla. —se ríe.— Cuídate, enana. Cuida mucho tu salud.

—Si, querido tío doctor.

—Adiós, te quiero.

—Y yo a ti.

Finalmente cuelga, me río guardando el teléfono en mi bolso.

De inmediato papá comienza a pedir que volvamos a casa. Pero es que no quiero. Estoy muy aburrida.

Quiero ir a la universidad. Me urge.

Y no por Ruggero, bueno si, y también porque estoy demasiado atrasada.

—Por Dios, Karol. Cuídate. —insiste y me río bajándome del auto.

—Te amo, padre. Deja de preocuparte tanto que estoy bien.

—Confío en ti, no me decepciones.

Largo una risita, asiento y muevo mi mano despidiéndome de él.

Dice eso porque evidentemente tiene miedo de que una nueva discusión se desate con Valentina.

No hemos vuelto a hablar desde que me dijo cosas que no venían ni al caso. Y tampoco pretendía buscarla para que hablemos, está claro que solo buscó una excusa para enojarse conmigo.

Me molestaba porque al principio creí que Mila mentía, pero al revisar su teléfono noté que evidentemente, tenían un grupo de las tres, y Valentina lo había creado.

Jamás me resentí tanto.

Pero bueno, supongo que todo estará bien.

En algún momento muy, muy lejano.

O cercano, quien sabe.

Canino dentro de la habitación sabiendo lo que tengo que hacer.

Hablar con tantos maestros como pueda antes de que las clases comiencen.

Hoy es lunes así que planeo hacerlo por orden de horario.

O tal vez por el orden de oficinas y así voy primero a la que me quede más cerca. Y si, esa es la del señor Meier.

Toco dos veces la puerta, su voz se escucha desde adentro pidiendo un momento, y mientras espero, le mando un mensaje a Ruggero avisándole que iré a su oficina.

Él avisa que tiene la primera hora libre, lo cual me da la grandiosa idea de faltar a mi primera hora de clase también.

Finalmente la puerta se abre, una rubia alta, bonita y sumamente sonrojada sale de la oficina. Me esfuerzo para no reírme.

Interesante....

—Buenos días, señor Meier. —saludo sonriente mientras me adentro a la habitación.— ¿Cómo está usted?

—Señorita Sevilla. —saluda acomodando su corbata.— Es una milagro verla por aquí. Creí que ya no vendría más.

—Imagínese si perdía a la hija del amor de su vida también. —me río irónica.— Tranquilo, me tendrá aquí hasta que me gradúe.

Su gesto me hace saber que no le causa gracia lo que le digo. Pero ignoro eso sentándome frente a él.

Le explico mi situación, le hago saber que tengo problemas en el corazón y presento mi certificado medico.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora