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Ruggero cubre mi desnudez con su camisa, se pone frente a mí y yo aprovecho para abrocharla.

—¿Chiara?

Evito maldecir en voz alta.

¿Es que hoy es el día de conocer a las ex's o qué?

Recojo mi vestido del piso, la mujer me mira. Y lo admito, me siento pequeña.

Esa mujer, a comparación de Candelaria es preciosa. Simplemente preciosa.

—¿Cómo es que tú...? Mierda, ¿qué haces aquí?

—Tenía que hablar contigo. —musita.— Pero creo que llegué en un mal momento.

—Evidentemente. —susurro.— Hola, soy Karol.

—¿La de turno o qué?

Indignada miro a Ruggero, sus ex definitivamente no saben cómo tratar a la actual. O la calma él o la calmo yo.

Y no soy tan amable como parece.

Ruggero suspira, se acerca a ella y le pide que se calme, ruedo los ojos. Maldito estúpido. Malditos todos en realidad.

Quiero matar a alguien.

Él que se cruce en mi camino sirve, lo juro.

—Me dijiste que podía venir cuando quisiera, me diste tus llaves y sales con esto. —reprocha.

—Disculpa, ¿repites lo que dijiste?

—Si, me dio las llaves y entrada libre para su casa, ¿tienes algún problema?

—Si, tengo muchos problemas. —aclaro.— No vuelvas a buscarme jamás.

Camino hacia la salida y me deshago de la camisa poniéndome el vestido. Estoy cabreada, furiosa, de todo.

Pataleo mientras me alejo de la casa, me frustra el que no venga a buscarme.

Y en cuanto consigo un taxi, me subo a este pidiéndole que me lleve a casa.

En todo el camino me contengo para no gritar y desquitarme con el amable taxista.

—¿Puede esperar un momento? Voy por dinero. —le explico cuando llegamos. El señor asiente.

De inmediato me bajo del taxi, camino hacia el gran portal y lo cruzo buscando a la primera persona que aún se mantenga despierta.

Entro a la casa, me deshago de mis tacones y corro a la habitación en busca de mi bolso. Saco algo de dinero y vuelvo a bajar.

De inmediato pago por el servicio del taxista y le agradezco viéndolo alejarse, suspiro mirando mis pies.

—Ya decía yo que era estúpidamente perfecto para ser real. —me lamento caminando hacia la puerta.— Ningún hombre es perfecto, Karol. Te callaron la boca de un sopetón.

—¿Por qué hablas sola?

—¡Ay, papá!

Abrumada me toco el pecho, él encienden las luces y se apoya en el umbral de la puerta.

Sostiene su infaltable taza de té contra el insomnio, su cabello está despeinado y su bata de dormir perfectamente cerrada. Sonrío.

—¿No puedes dormir?

—Desperté hace media hora sintiéndome angustiado. De inmediato supe que algo pasaba contigo.

—¿Ah si? —sonrío.— Sigues sin perder la costumbre.

—¿Qué pasó?

—No sé, papá. Siento que me caí de la nube y dolió.

—Tu novio. —concluye.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora