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Deja de mirarme y concéntrate en tu examen, no te veo respondiendo nada.

Amor, me siento mareada. Me duele el corazón, literalmente.

Ruggero deja de mirar la pantalla de su teléfono, levanta la mirada y yo muerdo mi labio inferior.

Sabemos que el decano dijo que debíamos mantener un perfil bajo hasta que la renuncia de Ruggero sea oficializada hasta enero.

Pero es que realmente me siento mal y Valentina no vino hoy a la universidad y yo me siento lo suficientemente mal como para levantarme e irme sola.

—Sal. —me dice en voz baja. Asiento poniéndome de pie.

Tomo mis cosas, el examen y me acerco a su escritorio dejando las hojas literalmente sin nada respondido.

Salgo del salón y camino a la cafetería esperando que este estúpido dolor se desvanezca. Llevo días sintiéndome así.

Desde la fiesta de Maxi más precisamente, ese vino tenía algo que cambió todo en mí. Literalmente los dolores se han vuelto intensos luego de esa copa de vino.

Ya fuimos con mi tío, él me recetó dosis más fuertes de pastillas porque dice que no hemos evolucionado nada y todo eso.

Pero evolucionar qué, yo sólo sé que me siento extremadamente mal.

Pido una botella de agua, me tomo calmantes para el dolor. Y mientras espero calmarme sentada en una de las mesas, una mujer se sienta frente a mi, la miro.

—Tienes diez minutos.

—¿Qué? —confundida tomo un nuevo sorbo de agua. Ella sonríe.

—Tienes diez minutos para terminar con Ruggero.

—¿Qué clase de broma es esta? No. Voy a terminar con él.

—Hazlo, o de lo contrario, tú secreto quedará expuesto hoy. —se acerca un poco.— Dile lo mismo a Agustín.

Finalmente se marcha, angustiada la veo alejarse.

¿Quién es y qué tanto sabe?

De inmediato busco mi teléfono, marco el número se Agustín y casi al instante me contesta.

—Dime que no le dijiste nada a nadie. —pido.

—Tú dime que no le dijiste nada a nadie. —dice estresado.— Karol, Valentina está embarazada.

—No me digas eso.

—Acabamos de enterarnos. —suspira.— Hace menos de dos minutos tomó un taxi hacia la universidad, está emocionada, y no quiero ni puedo hacerle contarle esto.

—¿Cómo puede estar emocionada si hace solo meses abortó?

Mierda, eso sonó mal y detesto haberlo dicho.

—Solo no le digas nada.

—Agustín, literalmente me dieron diez minutos para terminarle a Ruggero y no quiero eso, ¿cómo no voy a decirle?

—No, Karol. No voy a hablar.

Cuelga, frustrada tomo mi rostro entre mis manos.

Maldita fiesta, debimos quedarnos en casa tal y como el doctor lo pidió. Pero no, básicamente le exigí a Ruggero que hiciera una excepción y ahora estoy aquí.

¿Qué mierda hago? ¿Cómo se supone que voy a decirle?

No quiero pero a la vez sé que debo decirle. Hace dos semanas sucedió, es tiempo suficiente.

Antes De Mí Donde viven las historias. Descúbrelo ahora