• CAPITULO 28 •

284 29 115
                                    

>Evan<

Habían pasado algunos días, nada nuevo en nuestras vidas, lo único relevante es que comenzábamos a mejorar en nuestras metas artísticas: yo ya no era tan idiota para tomar fotos y él dibujaba hermoso, su material favorito eran las acuarelas y con ellas hacía muchos paisajes que terminaba pegando por toda la habitación.

—¡Ve esta obra de arte! —Caminó por toda la habitación enseñando su dibujo, me gustaba ver que mis clases comenzarán a tener frutos y que lo hacían feliz.

—Me encanta, cariño —Era el dibujo de una casa en un campo lleno de flores de colores, el cielo era de un azul tan claro que las nubes se perdían con facilidad—, así quiero que sea nuestro hogar algún día.

—Esa idea es muy soñadora —Subió a su cama y pegó la hoja con un poco de cinta en el centro de todas sus fotos, supuse que era su nueva pieza favorita.

—Me gusta soñar que viviré toda una eternidad contigo.

—Evan...

Mi madre entró al cuarto de la nada, creo que aún le costaba aquello de la privacidad y no la podía culpar, hacía un gran esfuerzo para aceptar lo nuestro.

—¿Cómo están? —A veces nos horneaba postres, la última vez había traído un par de cupcakes de nuez que nos duraron tres días por la estricta dieta que tuvimos por un tiempo—, les traje este pay de piña.

—Muchas gracias —Ramiro aún no confiaba en su totalidad y no lo podía culpar.

—Literalmente solo vine a dejar esto y me voy.

Esa fue nuestra rutina todo ese mes, el tratamiento me seguía dejando sin energías; sin embargo, no me quitaba la felicidad porque yo lo tenía a mi lado, diciendo y haciendo idioteces que me levantaban el ánimo.

Mis defensas habían bajado y fue la temporada de más agujas que había tenido en meses, las odiaba, pero de alguna manera me tenía que resignar si quería seguir a su lado.

—Buenos días —Me despertó con un beso en la frente y otro par en las mejillas, su fría piel chocando con la mía me hacía querer envolverlo en mantas hasta que ambos estuviésemos tan cálidos como el sol—. ¡Hoy vamos a salir!

—Lo sé —Me di la vuelta y volví a cubrirme con la cobija enrollada en mis pies—, pero quiero dormir más.

—No, ya no —Se subió encima de mí y comenzó a picarme las costillas haciéndome cosquillas que solo me hacían reír—, ya despierta.

—¡Ramiro!, Me voy a hacer pipí —Me moví entre las cobijas intentando quitarse sus manos de encima, lo logré esta vez quedando sobre él—, te dije que ya me dejaras.

—Ti diji qui yi mi dijiris —Usualmente yo era la persona con más energía pero él no se podía quedar quieto—, es que ya es tarde.

—Ramiro son las diez, ¿no me podías dejar quieto otras dos horas? —hablé sonriendo, se había aplastado el cabello con agua y se veía muy gracioso—, todavía tengo sueño.

—Pero ya es tarde.

—Entonces hay que aprovechar la hora —dije ladino, ambos entendimos por qué nos unimos en un beso muy apasionado que apenas me dejaba respirar—, que valga la pena no dormir.

—Sí que lo valdrá —Recorrió sus manos a mi trasero dando un pequeño apretón, todo hubiese estado bien si no fuese porque tenía un moretón por una inyección.

—Ramiro —Pare el beso y lo miré molesto, no parecía entender del todo—, me sigue doliendo

—Perdón —Besó mi cara desde la frente hasta los labios—. ¿Me perdonas?

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora