• CAPITULO 25 •

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>Evan<

—No quiero que te partas la cabeza —Me colocó una mano en la frente y me ayudó a subir al auto, me pregunté por un momento si Ramiro había planificado esto cuando yo dormía por las tardes y él se negaba a hacerlo.

—¿A dónde vamos?, ¿Tardaremos mucho? —Me recargue de su hombro mientras él me abrochaba el cinturón de seguridad, se había perfumado más de lo normal y el olor a canela y jazmín era perceptible hasta para mí—. ¿Es un lugar lindo?

—Sabes que no te diré nada, y sí, será un viaje de una hora, duerme un poco.

—No tengo sueño.

—Siempre tienes sueño —Sentí una ligera capa de tela que me cubrió el cuerpo protegiéndome en un ambiente muy cálido del que quedaría enganchado en segundos—. Es tu oportunidad de dormir.

—En mi defensa, ser guapo y tener cáncer al mismo tiempo es muy cansado.

—Ya duerme. Yo te cuido todo el camino.

Quería quedarme despierto, pero fue imposible, estaba muy cansado cómo para protestar. Sorpresivamente, dejé de soñar cuando comencé a dormir con Ramiro y las pocas veces que lo hacía no eran más que sueños simples y bizarros, pareciera que las verdaderas pesadillas eran acontecimientos de mi realidad.

Al despertar estaba completamente solo en el auto y con los ojos aún cubiertos por la tela negra, ese sentimiento de ausencia por alguna extraña razón me comenzó a dar terror.

—¿Ramiro? —Extendí los brazos buscando su cuerpo—. ¡Ramiro!, ¿Dónde estás?

Busqué a tientas la manija del auto, estaba aterrado y aun así, no quería arruinar su sorpresa quitándome la venda.

—¡Ramiro! —Abrí la puerta y una corriente de aire frío me recorrió toda la cara, me costó adaptarme a tanto oxígeno—. ¡Ramiro, contesta!

—Estoy aquí —Puso una mano en mi cara y después me ayudó a salir—. Tranquilo, no te abandoné, solamente fui a arreglar algunas cosas.

—Te extrañe— Rodee su cuello con mis brazos y me apreté contra su pecho—. ¿Dónde estabas?

—Acabando la sorpresa. No te vayas a quitar la cobija.

—¿Por qué no?

—Porque hace mucho frío y te compre algo para este día, si me lo permites te voy a poner algo que cubra a mi delicado novio.

Me quitó la cobija para ponerme una chamarra y un gorro que me cubrió hasta las orejas, sonreí al sentir su respiración muy cerca de mi rostro cuando subía el cierre de mi prenda.

—Ya estás listo —Al primer paso que dimos rectifique dónde estábamos, la humedad bajo mis pies era tan reconocible.

—¿Qué hacemos en el bosque?

—Se supone que era sorpresa...

—Lo siento, es que el olor y la humedad es muy reconocible.

—Ya estamos a unos pasos, pronto lo descubrirás.

Al pasar mi carrito de oxígeno, las hojas secas del piso se rompían haciendo un ruido muy peculiar. Un par de pasos más y frenamos, él se puso detrás de mí y desató la venda sin decir nada.

Era una manta mitad negra y mitad azul extendida en el césped con una canasta encima y una radio a su lado, también había un pequeño pastel de chocolate y un pequeño faro que daba la luz perfecta para iluminar el anochecer que se avecinaba.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora