• CAPITULO 1 •

1.2K 54 29
                                    

>Evan<

Todo el viaje de camino a ese nuevo hospital anhelaba ser otra persona, ser una persona totalmente ordinaria, incluso anhelaba ser un adolescente normal que se mata de lunes a viernes para esperar que su sábado esté lleno de emoción, en cambio, solo tengo agujas, medicamentos y un maldito tanque de oxígeno.

—En la iglesia han dicho que todos los jueves harán una oración para que este tratamiento funcione.

Por fin quité la vista de la ventana del auto y observé a mi madre, con sus faldas debajo de la rodilla y sus suéteres extremadamente cutres, podías darte cuenta de que estaba muy comprometida con eso de ser religiosa.

—Les agradecí con una canasta de galletas —¿Agradecerles qué?

—¿Qué se supone que diga?, oh, gracias por darme sus milagrosos rezos que encogen tumores, estaré siempre agradecido —Sentí su mirada pesada sobre mi hombro y como despegaba la vista del camino, sabía por qué lo hacía y me preocupaba que termináramos en un horrible accidente —. Perdón por decir eso, solo son los nervios.

Desde que me detectaron cáncer por segunda vez he tenido que estar internado en hospitales, hace un par de años creíamos que el cáncer de tiroides era el mayor problema al que me enfrentaría, ingenuos, esta mierda regreso y se ha esparcido a mis pulmones haciendo tan difícil que respire.

—¿Por qué el hospital parece que está en medio de la nada?, literalmente tiene un bosque a los lados —Sus alrededores eran hermosos, llenos de color verde y flores, supongo que debía ser un lindo lugar si es el último que verás antes de morir.

—No lo sé, toma tu oxígeno y bájate del auto —Lo hice y sentí el descanso de estirar las piernas por primera vez en buenos minutos —. Traeré más maletas en la semana, no entiendo por qué trajiste una llena de pinturas pudiendo traer ropa.

—Porque pintar hace que olvide que estoy muriendo.

—No estás muriendo, Evan.

—Tienes razón, solo no puedo respirar.

Me di cuenta de que regresábamos a aquella rutina, donde mi madre venía a visitarme antes de irse a trabajar y mi hermana a dejarme comida que tuviese mejor sabor que la de este tipo de lugares, claro, a mi edad no podías comer solo gelatinas y caldos horribles.

Aún no sé cómo había logrado sobrevivir tanto tiempo, me di por vencido hace algunos meses cuando las quimioterapias convencionales no funcionaron y esta oportunidad llegó a mí de una manera inesperada.

Mi madre se había ido solo hace una hora y el aburrimiento ya era mi amigo íntimo con el cual lograba hacer una fiesta con la soledad de un invitado especial.

—Esta es otra aventura antes de llegar a la luna —Coloqué mis manos en la cadera y observé el techo cerrando los ojos con fuerza, me sentía un astronauta a punto de empezar otro viaje al espacio más aterrador.

Mi nueva habitación tenía dos camas y se dividía en dos secciones, mi lado todavía no estaba personalizado como quisiera por lo que el color blanco inundaba toda la habitación y de solo verlo provocaba unas náuseas inmensas.

Estaba sorprendido de no tener ninguna aguja clavada en mi cuerpo o enfermeras preguntando sobre mi estado constantemente, como si de la nada el cáncer creciera o desapareciera.

Me dediqué a sacar algunas cosas como fotos, colores, cuadernos, mis libros favoritos y los acomodé sobre el escritorio derecho de la habitación, todo lo que elegía tenía la mejor vista. Lo único bueno de este sitio era su gran ventana que tenía una linda vista hacia una parte del bosque y edificios blancos con grandes ventanas, quizá es un hotel o una funeraria.

HASTA EL ÚLTIMO SUSPIRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora