28. Silencio.

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La ropa negra resaltaba más la pálida piel de Yuriko. Su rostro inexpresivo se mantenía sereno, sus ojos vacíos miraban el cajón mientras que derramada lágrimas silenciosas.
Senjuro se encontraba a su lado, sentado sobre sus piernas flexionadas al igual que ella. Aunque a diferencia, él si soltaba sollozos leves.

Un prendedor en forma de cristal sostenía el cabello de la pilar, el kimono negro era de su tamaño ajustándose a su figura. Se veía preciosa incluso con esos colores.

Esa tarde Mitsuri la había ayudado a arreglarse y aquello terminó por romperle el corazón. Quiso gritar y arrojar todo. Se suponía que ante el regreso del pilar de la flama ella debía vestir el kimono blanco para su boda, no uno negro para el funeral de Kyojuro.

— Yuriko, debemos llevarnos el cuerpo. —Tengen se acercó actuando con prudencia y queriendo pasar desapercibido por primera vez.

Todos los pilares se encontraban ahí dando sus respetos y condolencias a la familia. Les dolía ver a su amiga y compañera en esa situación.  Días antes ella había saltado de felicidad emocionada por el regreso de su amado, tenía un kimono y los anillos esperando por una boda. Por fin formarían una familia cuando Kyojuro volviera. Pero no contaron con que él no volvió, al menos no lo hizo vivo.

Tengen no recibió ni una sola palabra de la joven. Había enmudecido y estaba en un trance.

— Arriba Yuriko. —colocó sus manos en los estrechos hombros de la albina y la obligó a levantarse sin obtener contraposición de su parte. Parecía un títere dejándose manejar.

— Pobrecita, esta sufriendo. —mencionó Kanroji llorando levemente. Claro que ella también sufría, Rengoku-san había sido su sensei y amigo. Había confiado en ella e inspirado a no rendirse.

Aquella tarde, frente a su tumba todo era silencioso. Los sollozos habían cesado por parte del menor, su padre lo había regañado diciéndole que no fuera patético.

Yuriko al darse cuenta del excesivo silencio apretó sus puños. ¿Qué estaba haciendo? Se preguntó, saliendo de su trance.
Kyojuro había sido una llama implacable. Su sonrisa y risa jamás abandonaba su rostro. Tenía suficiente energía para animar a los demás cuando lo necesitaban.

Armándose de valor dio un paso al frente. De inmediato todas las miradas estaban en ella esperando su siguiente movimiento.

— Rengoku Kyojuro fue una llama para todos. No es justo que su funeral sea tan silencioso. —derramó varias lágrimas—. A él no le hubiese gustado. Sé que en estos momentos estamos heridos. Yo más que nadie lo sé. Siento mi corazón morirse con cada segundo que pasa. Pero no puedo darle un adiós tan simple y vacío a quien siempre le dio brillo a mis días.

Yuriko secó sus lágrimas y aclaró su garganta. Estaba agarrando fuerza de donde no creía tener después de haber llorado y gritado toda la noche hasta caer desmayada.
Sin más remedio comenzó a cantar una canción. Kyojuro sabía que lo intentó, su chica intentó no darle silencio, pero aquella canción era demasiado triste y deprimente. Sacaba su sentir por la situación. Quiso correr de nuevo hacia ella, tomarla en sus brazos para comenzar a girar feliz porque iban a casarse, pero la mano de su madre le recordaba una cosa, ya era demasiado tarde.

Se quedó un rato más contemplado su funeral. Su pequeño hermano estaba triste, su padre aunque demostraba estar como siempre, sabía que sufría y Yuriko estaba destrozada, nada podía consolarla. Vio a sus excompañeros Pilares, había cierta melancolía en sus ojos.

Uno a uno se marchó dejando sola a Yuriko, quien no tardó en caer de rodillas frente a la tumba. Escondía su rostro entre sus manos y sollozaba desolada.

— Te prometo que buscaré a ese maldito que te arrebató de mis brazos y lo mataré. —pronunció llena de rabia y colocó el último lirio en la lápida.

Kyojuro quiso decirle que no lo hiciera, que no llenara su corazón de venganza y siguiera con su vida. Él ya no importaba.

Su dulce chica estaba triste, la fuente de su felicidad estaba sola sin nadie que la cuidará.

— Es hora de irnos cariño. —le dijo su madre tomándolo de la mano.

Quiso pedirle más tiempo. Sin embargo, la silueta de Tomioka apareció en su campo de visión. El pilar del agua se acercó a Yuriko y la abrazó. Ella, quien se había negado a las condolencias de los demás se dejó rodear por los brazos de Giyuu.

Kyojuro sonrió. Ella no estaba sola. Tenía al Pilar para ayudarla. Confiaba en que Giyuu cumpliría su promesa.

— Sé feliz y vive largamente, yo te estaré esperando. —susurró al viento y está vez siguió a su madre sin mirar atrás. Su amada estaba en los brazos del hombre correcto que quería para ella.

 Su amada estaba en los brazos del hombre correcto que quería para ella

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Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora