40. Última reunión.

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A pesar del dolor en su cuerpo, Yuriko se aferraba a la luz

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A pesar del dolor en su cuerpo, Yuriko se aferraba a la luz. Mantenía sus ojos abiertos hasta llegar a la finca de las mariposas para que pudieran curarla bien. Tan sólo tenía vendas en el hombro donde faltaba su brazo y su aprendiz la ayudaba, sosteniéndola.

La mirada azul se encontró con unos ojos dorados parecidos a los que una vez amó, aunque estos carecían de ese brillo vivo que le daban calidez.
Se soltó del agarre de Onimaru y entre tropiezos comenzó a acercarse a él. Varios se detuvieron para mirar esa escena que representaba dolor.

Una vez que se halló de pie frente al hombre de cabellos flama, sus dedos temblorosos desprendieron la rasgada capa de sus hombros. Apretó la tela entre sus manos y comenzó a llorar.

— Rengoku-san. Lo logré, Rengoku-san. —se arrojó a los brazos del mayor llorando como si no hubiera un mañana.
A cambio, él la recibió cayendo al suelo sin soltarla. Pronto Senjuro se unió al abrazo sin hacerle daño a la herida mujer.
Ninguno pudo contener las lágrimas y sollozos fuertes, incluso quienes veían la escena derramaban lágrimas.

— Ahora mi hijo puede descansar en paz. —murmuró Shinjuro acariciando el cabello de la joven—. Gracias, Yuriko.

Ella alzó la cabeza para mirarlo entre lágrimas que nublaban su visión. Bastaron esas palabras para que pudiera descansar y dejar que el dolor físico se apoderara de su cuerpo. Se desvaneció en los brazos del Rengoku mayor dejándose acoger por la oscuridad de un sueño.

Yuriko abrió sus ojos y parpadeo intentando acostumbrarse a la excesiva luz del sol

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Yuriko abrió sus ojos y parpadeo intentando acostumbrarse a la excesiva luz del sol. La ventisca de aquella mañana irradiaba calidez y el sol brillaba sin reservas.

Vio a Giyuu sentado a su lado durmiendo en una posición incómoda y de inmediato notó la falta del brazo en el pilar.

Yuriko levantó su pesado brazo y miró con curiosidad la prótesis que reemplazaba su extremidad izquierda. No sentía nada en esa parte, pero sabía su tacto era frío. Al menos aquello no cambiaría.

El ruido del metal hizo que Tomioka despertara y mirara a la joven. Sonrió levemente al verla despierta después de varias semanas inconsciente.

— Perdóname. —dijo, mirándola con lágrimas en sus ojos—. No pude protegerte como le prometí a Kyojuro.

Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora