Yuriko jadeó con fuerza mientras se sostenía del muro. Su visión borrosa le impedía caminar correctamente hacia la salida. Se arrastraba apoyándose de la pared, manchándola con su mano llena de sangre.Aquel demonio había sido fuerte y duro de derrotar. Era una luna menguante. Había tenido la suerte, o el infortunio, de toparse con esa bestia cuando regresaba de una misión.
Se le había cruzado en el camino antes del amanecer y ella sin acobardarse le había dado pelea. Claro que había sido muy duro e incontables veces creyó que sería su fin.El hombre era astuto y tenía la habilidad de adquirir fuerza de cualquier ser vivo que lo rodeara, por eso Yuriko había usado la segunda forma del aliento del hielo, brisa granular de nieve, para quemar con el frío a las plantas e insectos que se hallaban en la casa.
Aunque eso no había sido suficiente, el demonio poseía más fuerza que ella y le había dado varios ataques.
Había ganado, pero a un alto costo. Su cuerpo estaba mallugado y de su cabeza escurría sangre. Temblaba por la debilidad de su ser, le dolía cada célula.
Tardaría para que los del personal Kakushi llegaran por ella. Por tanto, intentaba respirar profundo para detener el sangrado como le había enseñado Rengoku.
— Mierda. —hizo presión en la herida de su abdomen que se había hecho con su propia katana cuando el demonio detuvo su ataque y la envío volando, cayendo sobre el filo de la espada.
Sólo deseaba llegar a la salida para sentir el sol y el fresco aire en su rostro. Los días nevados estaban llegando a su fin después de un largo y frío invierno.
Continuó moviéndose con mucho esfuerzo, sabía que eso traería complicaciones en sus heridas, pero realmente odiaba los espacios oscuros y cerrados. Le recordaban esa horrible parte de su vida.
Cuando por fin pudo sentir los ligeros rayos del sol en su piel se desplomó en el pasto. Dejó caer su katana para mirar sus manos llenas de sangre seca y fresca. Tenía la ropa rasgada, sucia y con manchas carmín haciéndose más grandes por la hemorragia.
No podía ser su fin. No lo sería. Le había hecho una promesa a Kyojuro de volver siempre y cuando él también volviera de sus misiones.Tenía sed. Sentía la garganta seca. Estuvo tentada en hacer una postura para que el sol derritiera el hielo y ella pudiera beberlo, pero eso podría ser peligroso y prefería no arriesgarse.
Decidió cerrar sus ojos para descansar mientras esperaba que su cuervo llevara el mensaje y los del saneamiento fueran por ella.
— ¡Nishimura-san, Nishimura-san! —los gritos desesperados a su alrededor la despertaron. Abrió su ojo derecho encontrándose con un joven demasiado cerca de ella, quien al verla despertar retrocedió sonrojado por la excesiva cercanía.
¡Que hermosa es! Pensó. Llevaban a la mujer en una camilla. No estaban lejos de la sede. Pronto estarían ahí para dejarla en la finca de la pilar insecto.
— Agua. —susurró sin muchas fuerzas—. Tengo sed.
El otro miembro del Kakushi fue amable y le dio de beber para que ella no hiciera algún movimiento brusco que empeorara la situación.
Al llegar a la finca insecto unas niñas los recibieron y actuaron de inmediato, recostando a la pilar en una de las camas y atendiendo sus heridas con urgencia.
Yuriko abrió sus ojos encontrándose con una imagen que hizo su corazón saltar.
Kyojuro estaba sentado en una silla junto a su cama, tenía la mitad superior de su cuerpo inclinado hacia el frente y su cabeza descansaba en la camilla de la albina. Era una posición bastante incómoda.
Yuriko sonrió y llevo su mano hacia los cabellos flama de su novio para acariciarlos con suavidad.— Esos dos me provocan ganas de vomitar. —una voz detuvo los movimientos de la joven pilar y alzó la vista en busca del dueño de dicha voz.
A su izquierda estaba el pilar del viento. Un hombre de cabellos blancos como los suyos y un rostro lleno de cicatrices.
— No seas tan cruel, Sanemi, están en el pleno apogeo de su relación. —una segunda voz intervino—. Deben andar como conejillos teniendo sexo por cualquier parte.
Yuriko abrió sus ojos y se sonrojó por las palabras del mayor. A su derecha se hallaba otro pilar, el del sonido, Tengen Uzui.
— N-nosot-tros n-no...
— Tranquila preciosa, no hay nada de lo que debas avergonzarte. Yo no te juzgaré.
La fuerte carcajada del pilar despertó a Rengoku, quien comenzó a moverse y se levantó de un movimiento.
Al ver a Yuriko despierta se abalanzó sobre ella para darle un beso, sin importarle si sus dos compañeros los veían. Uno gruñendo y otro silbando.— Ara, ara, Yuriko-chan, veo que ya estas mejor. —Shinobu entró en el momento indicado para aumentar el tono rojizo en las mejillas de la joven—. Rengoku-san estaba demasiado preocupado por usted. Durmió aquí esperando a que abriera los ojos.
El nombrado pronunció un sí. Continuo inspeccionando a su novia, acariciando los cabellos blancos de la joven mientras observaba sus orbes azules con amor.
— Es tan gracioso ver a los tres pilares albinos en mi finca. —pronunció Shinobu sonriéndole a Uzui.
— Sí, ¿acaso no es extravagante? —habló con entusiasmo el pilar del sonido, aceptando el vaso con infusión que le ofrecía la pelinegra. Lo bebió de un trago sin rechistar y volvió a recostarse.
— ¿A ustedes que les sucedió? —interrogó Yuriko a los hombres, esperando una pronta respuesta de Uzui, quien se mostraba más amigable.
— Fue una maldita prueba de competencia contra Himejima. —respondió Shinazugawa atrayendo la atención de Yuriko—. Estuve a nada de ganarle.
— ¡Lo harás mejor la próxima! —Kyojuro le sonrió al pilar del viento y alentó a la albina a beber toda la medicina.
— No pienso intentarlo de nuevo. —el pilar del sonido rió pasando sus brazos detrás de su cabeza y miró el techo—. Tengo tres preciosas esposas que esperan por mi todas las noches.
Dijo lo último con picardía y le guiñó un ojo Yuriko, quien se sonrojo de inmediato y apartó la mirada. Las palabras atrevidas del pilar despertaban curiosidad en ella. ¡Cuánto calor tenía de solo pensar en Kyojuro y en ella de esa manera!
— ¿Te sientes bien? —Rengoku notó su actuar extraño y acercó su mano a la piel de su novia. Ardía y era algo inusual en ella, quien siempre mantenía una temperatura baja.
— Eh, sí, sí. —asintió moviendo su cabeza para sacar esos pensamientos, pero la risa de Uzui no ayudaba—. Será mejor que vayas a descansar en un lugar más cómodo. Ya escuchaste a Shinobu-san, estaré bien. Su medicina es muy buena.
— Sólo porque confío y sé que mi chica es demasiado fuerte. —le sonrió y besó su frente—. ¡Tengen, Sanemi, suerte!
Yuriko soltó el aire contenido y se dejó caer en la cama. Sopló, moviendo los mechones blancos que se le habían pegado a la cara.
Había pasado un rato que Kyojuro se había marchado. El lugar estaba sumido en un profundo silencio.
Se atrevió a mirar por la ventana que estaba a su izquierda, unos pasos alejada de Shinaguzawa.
Ya era de noche y no había rastro de estrellas en el cielo. Un suave aire frío se coló por la ventana abierta, eran los últimos días de invierno. A pesar de que ella no sentía el frío, pudo notar que el pilar del viento temblaba suavemente. Yuriko sonrió moviendo las sábanas que la cubrían. Con cuidado piso el suelo y a pasos lentos se acercó a cerrar la ventana, aunque la habitación ya se encontraba helada.Miró el estante donde habían sábanas apiladas y tomó una para colocársela al pilar.
Arropó y peinó el cabello de Sanemi. Tenía muchas cicatrices en su rostro y aunque se veía muy rudo, dormido era demasiado pacífico.Yuriko caminó de regreso a su cama y se subió a ésta. Esperaba que para la mañana siguiente estuviera completamente sana.
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Fire and Ice • Kyojuro Rengoku
FanfictionVive con orgullo. Si te vence tu debilidad, calienta tu corazón, aprieta los dientes y sigue adelante. Aunque tu cobardía te frene. Eso no detendrá el paso del tiempo; todos llegaremos a nuestro fin tarde o temprano, no te sientas triste por eso. -R...