43. Nueva vida.

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La ruido de la alarma resonó por toda la habitación, el eco de las paredes intensificaron ese sonido volviéndolo tortuoso para la albina, quien se removía incómoda, apretando la almohada a sus orejas y gruñía.

Tomando fuerza, estiró su brazo y presionó un botón para apagar el martirizante ruido de aquella mañana. Con pesar se incorporó, sentándose en la orilla de la cama y mirando hacia la ventana. Sus pies tocaron el frío piso cuando a desplazó hacia la ventana para admirar los escasos ratos de sol de aquella madrugada.
Se estiró haciendo crujir sus huesos y soltó un suspiro cansado. Tenía un día muy apretado que le aseguraba dejarla rendida por la noche.

Una vez que pudo estar lista para salir de su casa, verificó llevar todo lo necesario con ella. Su día iniciaba con el cuidado de los gemelos Tokito, a los cuales debía llevar al parque ya que sus padres tenían que trabajar. Después tendría que ir a la florería y atender el negocio junto con las hermanas Kocho, quienes eran sus socias y por último tendría que dirigirse al restaurante de Iguro y Mitsuri para cubrir a la joven ya que estaba enferma.

Yumeko miró el semáforo cambiar de color, favoreciéndole para continuar con el paso. Empujó el carrito de los infantes y prosiguió, avanzando hacia el parque, donde pudo divisar una banca con la sombra de un gran árbol.

Miró a los gemelos y sonrió jugando con ellos. Amaba a ese par con todo su corazón, los consideraba sus hermanos menores y los trataba como tal. Muichiro era el más apegado a ella, cuando los regresaba a sus padres, el menor se pegaba a su pierna alargando la despedida. Yuichiro también la quería, pero lo demostraba de otra manera, el prefería mirarla fijamente y copiar sus acciones como si fuera un adulto.

Sonrió ante la tierna risa de los menores. Una fuerte ráfaga de aire voló su sombrero de verano, arrojándolo a metros de ella. Sus ojos azules lo miraron sin saber que hacer, no podia separarse de los gemelos.

— ¡Yumeko-chan! —Genya la saludó, acercándose con una sonrisa. El joven de cabello rapado a los lados, era el compañero de su gran amigo Sanehiro, por lo tanto también lo consideraba un amigo.

— Hola Genya-kun. —devolvió el saludo y vio a Sanemi aparecer con su sombrero—. Gracias, Sanehiro.

Sonrió con pena y aceptó el objeto guardándolo para evitar otro inconveniente. El aire allí era más fuerte por los abundantes árboles.

— ¿Qué tal van las cosas con Kanae? —interrogó con curiosidad.

— Bien. —respondió mirando a otro lado para cubrir su fuerte sonrojo. La albina lo había ayudado a acercarse a la profesora de biología, de quien estaba enamorado, pero no sabía como confesar sus sentimientos.

De nuevo una ráfaga golpeó haciendo volar sus mechones blancos y ondenado su ropa veraniega.

El hombre de cabellos flama percibió el dulce aroma a flores de cerezo y con la mirada buscó la fuente de donde provenía. Observó la figura femenina parada a varios pasos de distancia, sus cabellos blancos volaban salvajes por el viento. Tras pensarlo decidió acercarse, pero fue demasiado tarde, ella se alejaba al lado de los oficiales, quienes charlaban con ella de manera animada.

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Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora