15. Celos.

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Habían pasado algunos días de la muerte de la pilar flor. Yuriko le hizo compañía a Shinobu volviéndose cercana a ella. Solía llevarle algunos bocadillos o quedarse con ella para que no se sintiera sola. Si bien la pilar tenía una pequeña tsugoku, la niña era muda, o al menos eso hacía creer.

El cielo era realmente la vista favorita de muchos. Yuriko pasaba algunas horas sentada en árboles o rocas con sus amigos; Muichiro y Tomioka, ellos eran las personas más silenciosas que había conocido y aquella tarde se tomó la oportunidad de estar con ambos.

El pequeño azabache era muy tierno a los ojos de Yuriko, se estaba esforzando muy duro para llegar a ser un pilar. Entrenaba día y noche sin parar, aveces solo se detenía hasta que su cuerpo sangraba. Claro que Yuriko y Kyojuro se preocupaban por él y le daban consejos, pero Muichiro los olvidaba y volvía a repetir el procedimiento.

— ¡Esa tiene tiene forma de un pastel. —señaló con su dedo la nube frente a ella.

— No creo que parezca un pastel. —contradijo Tomioka mirando la dirección que la joven seguía señalando—. O quizás si, es un pastel aplastado.

Los tres se encontraban acostados, pero al oir las palabras del pilar del agua, Yuriko se incorporó para verlo mejor.
Tomioka era frío, retraído, reservado, tosco, incluso grosero, pero aprendía a dejar fluir sus emociones cuando se encontraba con ella. Yuriko era una preciosa flor en el valle desolado de su corazón.

— ¿Cómo te atreves? —rió golpeando ligeramente el hombro de su amigo.

— ¿Qué es un pastel? —la voz de Tokito los hizo mirarlo. Sus orbes verdes miraban al cielo con un rastro de melancolía. Vaya que el pequeño transmitía demasiada tristeza, incluso más que Tomioka.

— Es un pan relleno con betún y de apariencia apetecible. Puede ser de frutas y es muy dulce. —describió y se levantó de un salto—. Creo que deberíamos ir por uno.

Muichiro, tentado por la curiosidad, se levantó y esperó otra acción de la albina para imitarla.

— Giyuu, ¿vienes con nosotros? —lo miró esperando una respuesta o algún movimiento que pudiera indicarle que si aceptaba la invitación. Sin embargo, el pilar seguía mirando el cielo.

— Bien. —suspiró y tomó la mano del infante para empezar a caminar con dirección al pueblo, pero antes de dar un paso un grito la detuvo.

— ¡Yuriko! —aquella voz tan animada y vigorosa estaba llamándola. No hacía falta que la nombrada intentara descifrar de quien se trataba. Podría reconocer esa voz hasta en otra vida.

Sintió unos fuertes y cálidos brazos rodear sus hombros, seguido de un beso su sien. A Kyojuro no le daba vergüenza mostrar afecto en público, y a ella tampoco le importaba. Ya todos sabían de su relación con el rubio, incluso estaban al tanto de sus planes de boda.

— ¡Tomioka, Tokito! —saludó a los demás, obteniendo como respuesta una mirada curiosa por parte del menor.

— Nishimura-sama, ¿iremos por el pastel? —Muichiro miró al pilar de la flama con ojos curiosos. ¿Por qué el podía abrazar a la albina de esa manera?

— ¿Quieres ir por un pastel? —miró de reojo a su pareja.

Tomioka se levantó sin mencionar nada y comenzó a alejarse antes de que notaran sus celos.
Si. Estaba celoso de Kyojuro, de su personalidad animada y feliz. Era amado por todos, tenía el amor de Yuriko, iba a casarse con ella y formar una familia. Él ni siquiera estaba seguro de poder encontrar a alguien. Su corazón ya tenía dueña, una hermosa albina que no le correspondía.

Yuriko observó la silueta en la lejanía de Tomioka. Soltó un suspiro y comenzó a caminar en compañía de Kyojuro y Tokito. Por la tarde pasaría a dejarle alguna rebanada de pastel a su finca. No le gustaba verlo tan solo y deprimido. Le dolía verlo de esa manera, quería tomarlo en sus brazos y no soltarlo hasta que lo haya contagiado de felicidad.

— Llevemos esos ohagi para Sanemi. —pidió, señalando el dulce postre.

Kyojuro rió y le pidió al vendedor que le empacara unos cuantos de esos dulces para llevar.

— Nishimura-san. —los ojos de Tokito se iluminaron cuando probó la primera parte de la rebanada del pastel—. ¡Esto es lo mejor que he probado!

— Nee-san. —limpió la mejilla del adolescente—. Te he dicho que puedes llamarme Nee-san.

— Lamento olvidarlo siempre.

A Yuriko se le encogió el corazón por la excesiva ternura de Tokito. Amaba a ese niño demasiado, lo consideraba un hermano menor. Siempre que podía cuidaba de él, le daba clases, leía historias y lo ayuda a corregir sus errores en el campo de batalla.

Kyojuro miraba la escena con un brillo especial en sus ojos. Yuriko sería una buena madre. Estaba ansioso por formar una familia con ella y poder cargar en sus brazos a sus hijos. Sabía que ese trabajo era peligroso y en cualquier misión podría perder la vida. Sin embargo, a veces lo olvidaba y soñaba despierto.

— Nee-san. ¿Puedo llegar una rebanada extra?

Yuriko no pudo decirle que no a esos ojitos llenos de ilusión. Era de las primeras veces que lo veía mostrar una emoción.

— ¡Juro que la próxima vez no me contendré y lo agarraré a besos! —estaba desahogándose con su prometido mientras caminaban hacia la finca del pilar del viento.

Yuriko cargaba con cuidado la caja de ohagi. Sabía cuánto amaba ese dulce postre su amigo y quería hacerlo feliz llevándole ese detalle.

— Él suele ser descortes, altanero y con un gran ego, pero en el fondo hay un pequeño corazón que pide a gritos ser amado. Sus pequeños y tristes ojos esconden los fantasmas de su pasado. —volvió a hablar—. Quiero a Tokito-kun como el hermano menor que no tuve.

— Te entiendo. Senjuro me hace sentir de la misma manera.

— ¡Senjuro-kun! —sus ojos se iluminaron al recordar a su pequeño cuñado—. Espero visitarlo pronto.
Amaba al infante, era tierno y muy inocente. Cada que podía lo abrazaba y preparaban postres juntos. El niño solía reparar su ropa para que ella no acudiera al degenerado hombre que confeccionaba los uniformes.

Una vez que llegaron a la finca del pilar, Yuriko tocó la puerta y esperaron a ser atendidos. Segundos después Sanemi salió encontrándose con la sonrisa de la pilar.

— Te hemos traído ohagi. —extendió la caja hacia él—. Rengoku-san y yo decidimos que un poco de dulce te haría bien.

Shinazugawa desvío su mirada de la albina para centrarse en el pilar de la flama.
Sentía tantos celos de él por ser dueño del amor de Yuriko.

— Gracias. —murmuró aceptando la caja. Antes de que pudiera decir otra palabra apareció el cuervo de la albina.

— Caw, caw, ¡¡Nishimura Yuriko!! —el ave de plumaje negro se paró sobre el hombro de la pilar—. Dirígete al norte con Tomioka-san. ¡¡Un demonio está atacando sin compasión!!

Sanemi miró a la pareja y apretó sus puños. Él quería estar en una misión con la pilar del hielo, pero ella siempre asistía con Tomioka y Rengoku. Sintió celos de no poder pasar más tiempo a su lado como quería. Necesitaba tener su atención para sentir la calidez que irradiaba y le recordaba a su madre.

Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora