26. La muerte de un pilar.

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El sol estaba pronto a salir cuando algo cayó sobre el suelo, el aire se volvió más denso y un escalofrío recorrió el cuerpo de los cazadores presentes.
Kyojuro volvió a sentir ese dolor en su pecho que indicaba un mal presentimiento.

Al girar para ver de quien se trataba abrió sus ojos con asombro. Delante de él estaba un demonio con la leyenda de un tres en su ojo izquierdo. Era una luna superior, lo miró de arriba abajo comprobándolo.

— Recuerdo sus pies descalzos, tenía cuencas adornándolos. Creo que su cabello era rosa...

Las palabras de Yuriko llegaron a su mente y apretó sus puños. Imposible, pensaba mientras miraba al demonio acercarse con velocidad a Tanjiro. Actuó rápido y detuvo su ataque cortando su brazo con la katana.

Aquel demonio de sonrisa burlesca y que a cada momento lo invitaba a convertirse en uno de su especie no podría ser lo que Yuriko buscaba.

— Te odio. —pronunció fuerte y claro tras conocer los ideales del demonio. ¿Si odiaba a los débiles porque había ayudado a Yuriko aquella noche?

Su amado lirio tenía ilusión de que su salvador fuera un demonio arrepentido por su naturaleza que ayudará a los débiles, pero aquel que tenía delante suyo era lo contrario, disfrutaba matar a los débiles, lo había dejado en claro. ¿Por qué la había dejado con vida? Esa duda estaba carcomiendo su cabeza.
No quería arriesgarse, tendría que dar lo mejor de si para acabar con él y que Yuriko jamás pudiera dar con el paradero de su salvador, no quería que se llevará una desilusión y su corazón se marchitara, no ahora que recuperaba la fe en los demás.

Todos los presentes lo sabían. No había dudas de que Kyojuro había dado todo de sí para acabar con ese maldito demonio, pero el juego ni la suerte estuvo de su lado aquella madrugada, casi amanecer.

Perdió. La derrota era dura, pero saber que jamás volvería a ver el rostro de Yuriko lo dejaba sin aliento. No tenía ganas de seguir intentándolo, no había manera. Su destino fue escrito con aquel cruel desenlace.

— Rengoku-san, le ruego que cierre la herida con su aliento. —suplicaba Tanjiro entre lágrimas—. ¿Acaso no hay manera de cerrar la herida?

— No la hay. Mi muerte se aproxima. —le dolió decir aquellas palabras. En su mente seguía apareciendo su amada—. Hablaré mientras pueda así que escúchame bien. Quiero que le digas a mi hermano Senjuro que debe permanecer en el camino que el crea correcto mientras su corazón así lo diga. Dile a mi padre que cuide de su cuerpo y también, Kamado, mi chico, dile a mi preciosa Yuriko que acepte esto.

Metió su mano entre su ropa, emitió un quejido por realizar aquella acción. Le dolía el abdomen y comenzaba a perder demasiada sangre.
Sacó un sobre blanco que tenía pequeñas manchas carmín por las heridas de su cuerpo.
En cada misión que asistía cargaba con esa hoja de papel. Desde un inicio supo que su vida no sería larga, que algún día moriría por el trabajo que realizaba, pero cuando ella apareció su manera de ver el mundo cambió.
Quiso formar una familia a su lado, pasar sus días junto a ella hasta envejecer. Sin embargo, ese sueño se quedaría como lo que era; un sueño.
Ojalá pudiera ver a Yuriko con la ropa de boda, usando un kimono blanco y el Shirumuko. Sonrió al imaginar esa imagen en su mente.

— Dile que me perdone por haberle fallado, pero que prometo buscarla en mi otra vida. —su fuerza vital disminuía a cada segundo—. ¡Vive con orgullo y la frente en alto! Si te ves abatido por tu debilidad y tus miedos enciende la llama de tu corazón, aprieta los dientes y continúa tu camino. No te preocupes por mi pronta muerte. Si eres un pilar lo normal es convertirse en el resguardo de tus pupilos. Los capullos son flores no deberían ser arrancados. Yo creo en ti. Con todo mi corazón, yo creo en ti...

Tanjiro tapó sus ojos con sus manos y continuó llorando sin reservas. Le dolía ver como aquel buen y alegre hombre se desvanecía frente a él. Sentía impotencia al no poder hacer nada.

La vista de Kyojuro comenzó a nublarse y entre su visión apareció la figura de su difunta madre. Se hallaba a metros de ellos y le sonreía. Aquello le indicaba que era su hora de partir. Lejos de sentirse bien como le había hecho creer a Tanjiro, no podía contener el dolor de su corazón destrozado.

— Madre, ¿habré hecho lo correcto? —cuestionó con el ardor en su pecho tanto físico como emocional—. ¿Fui capaz de lograr lo que se supone que debía?

— Hiciste un trabajo asombroso. —le sonrió y notó la mirada decaída de su primogénito—. Ella estará bien, es muy fuerte.

Kyojuro sonrió al escuchar esas palabras. Su madre tenía razón. Pese a que Yuriko había tenido un pasado doloroso, ella siempre se había mostrado fuerte y sin perder la esperanza. Eso era lo que lo había cautivado, su gentileza y dulzura.

Sintió el viento soplar por última vez en su rostro, miró los vivos colores del paisaje y tras guardar esa imagen, pensó en ella. Su rostro decayó dejándose llevar por el manto de la muerte.
Se llevaba esa promesa a la tumba. Haría lo posible por volver a nacer junto a ella y buscarla incansablemente hasta que pudieran vivir felices como merecían.

Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora