42. Morir es la belleza del ser humano.

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La paz de aquel paisaje reconfortaba el alma de cualquier herido

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La paz de aquel paisaje reconfortaba el alma de cualquier herido. El sonido de las aves y animales era único, el olor de las flores perfumaba todos los rincones de la casa. Cualquiera que pusiera un pie ahí recibiría calidez.

La mecedora se movía de un lado a otro, meciendo a Yuriko, quien leía un libro y tomaba el té. Le resultaba armonioso el sonido de fondo y la tranquilidad del lugar era cómoda para sus días.

Le había hecho la promesa a Kyojuro de que sería feliz y eso estaba haciendo.

Pasaba sus días cocinando, cuidando de sus flores y leyendo. Por las noches bajaba al pueblo para ver alguna pelea de sumo y defender a las mujeres que eran abusadas en las calles. De vez en cuando visitaba a Senjuro, después de la muerte de su padre tuvo que salir a explorar el mundo y ahora tenía una preciosa esposa.

A diferencia de todos los demás, ella no necesitaba formar una familia para estar completa.
Le bastaba con llenar su corazón de amor y mantener vivo el recuerdo de Kyojuro.

Cada fin de semana iba al panteón y dejaba lirios en su tumba, pasaba el rato allí, sentada mientras miraba al cielo.

Había descubierto que le gustaba la música. Cantaba cuando sentía que el silencio se volvía abrumador. Su voz en medio de su soledad se había vuelto un pilar al igual que la presencia del la serpiente blanca y su cuervo.

— ¡Nishimura-san! —el animado llamado de Tanjiro hizo que la serpiente despertara y con pereza se deslizara del cuello de la albina.

— Tanjiro-kun. —le sonrió. Tuvo que dejar su libro de lado para ir a atenderlo. Se sorprendió cuando vio que el joven llevaba un bebé en sus brazos—. ¿Has tenido un hijo y no me lo has dicho? —ladeó su cabeza para mirar al bebé de ojos azules. Le sonrió y cerró sus ojos escuchando la dulce risa del infante.

— ¿Eh? ¡No! —negó de inmediato, sonrojándose al mismo tiempo. Él y Kanao iban a casarse, pero él aún iba más allá de un beso con ella. Le daba vergüenza y no quería presionarla.

— ¡Oh! ¿Entonces? —cuestionó dejándolo entrar al pequeño jardín.

— Es de Tomioka-san. —dijo esperando una reacción por parte de la ex-pilar. Sin embargo, ella no mostró ninguna expresión en su pálido rostro. Tanjiro suspiró y rebusco la carta que le había dado el azabache—. Es para usted.

Yuriko miró el papel que le extendía Tanjiro. Dudo en tomarlo hasta que con resignación y curiosidad aceptó la carta.
La leyó y después de cinco años sin derramar una sola lágrima, éstas estaban deslizándose por su rostro.

— De prisa, tenemos que ir. —murmuró levantándose, tomando su sombrilla y la vieja capa de Kyojuro, la cual había sido obsequiada a ella.

Sin esperar respuesta por parte de Tanjiro, ella comenzó a caminar, casi correr, hacia la dirección de Tomioka.
Después de que ella abandonara la sede, había mantenido contacto con los otros dos pilares, sin embargo, desconocía la identidad de la esposas e hijos de ellos, tenía conocimiento de que existían, pero jamás los había visto. Hasta ahora...

Fire and Ice • Kyojuro Rengoku Donde viven las historias. Descúbrelo ahora