26. Un entierro y un vacío emocional.

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{I am a Lost Boy from Neverland. Usually hanging out with Peter Pan. And when we're bored we play in the Woods. Always on the run from Captain Hook.}

(Lost boy — Ruth B.)


Esa mañana recuerdo que fue una de las peores, pero no lo supe hasta que me dirigí como todos los domingos hacia el hospital de la ciudad, para ir a ver a Jazzy y Cat. Finn me llamó mientras estaba casi a punto de llegar a la puerta, supuse que sería para preguntar por dónde iba, así que descolgué la llamada con una pequeña sonrisa esperando su respuesta del otro lado.

—Mel, ¿dónde estás? Tengo que decirte algo importante y quiero que estés aquí —su voz sonaba preocupada así que me apresuré más de lo normal a entrar en el hospital.

—¿Dónde estás? —pregunté al entrar, tras saludar a las chicas de detrás de la barra.

—Delante de ti —me respondió, a lo que colgué la llamada y alcé mi vista.

Me encontré de lleno con un Finn de mirada agotadora que me miraba con una pequeña sonrisa y el brillo de su mirada completamente apagado. ¿Qué había pasado estos últimos días? Le devolví una débil sonrisa mientras mi expresión permanecía confundida. Me hizo una señal con su cabeza, indicando que le siguiera. Así que, cuando comenzó a caminar hacia el ascensor, no dudé en ir tras él.

—¿Qué ha pasado, Finn? —le miré con preocupación, ¿tenía algo que ver con su propia salud o la de mi hermano? Porque dentro de tres días sería mi cumpleaños, y lo último que necesitaba son malas noticias.

—Espera —pidió, conduciéndome a una habitación aparte para poder hablar conmigo en privado, lejos de todas las miradas curiosas que nos perseguían.

Comenzó a contarme en susurros lo que había ocurrido, como si temiera que alguien nos escuchara. Pero no, susurraba porque no sabía cómo decírmelo, porque no quería que me sentara mal y no quería que me hiciera demasiado daño. Pero con esa noticia, era inevitable que no me doliera. Aun sabiendo que pasaría, dolía, y mucho.

—Pensaba que aún quedaba mucho tiempo antes de que Jazz y Cat, ya sabes, antes de que estuvieran terminales —murmuré, incrédula y entristecida.

—Y así era en un principio, pero anoche les dieron unas fuertes convulsiones a las dos, tienen como máximo hasta mañana. Pero, lo más probable es que no pasen de esta noche, Mel.

Hice una mueca de disgusto mientras mordía mi labio inferior con fuerza y miraba al suelo de forma fija, tratando de calmar el dolor en mi pecho y mi respiración algo acelerada. No me hizo falta estar mucho tiempo, ya que los brazos de Finn me envolvieron en un reconfortante abrazo.

—¿Crees que puedo ir a verlas a su habitación? —mi voz salió en un suave murmuro que pensé que no había escuchado, pero su respuesta me demostró lo contrario.

—Por supuesto, ve a verlas, les dije que vendrías y te están esperando. Ya tenían ganas de volver a verte —sonrió, dejando un beso sobre mi cabeza.

Le sonreí en respuesta, y me separé del abrazo para salir de la habitación dejando que Finn rellenara unos papeleos que tenía. Me dispuse a caminar hasta la habitación que ambas niñas compartían y suspiré de forma sonora y angustiosa antes de llamar a la puerta con mis nudillos y fingir una sonrisa despreocupada. Me alegraba de verlas, claro que sí, pero con no con esa noticia.

—Hola, chicas —saludé sonriendo ampliamente, una vez entré a la habitación. Mi sonrisa no tardó en borrarse al verlas.

Sus expresiones relucientes, ahora estaban completamente derrotadas. En su cuerpo tenían conectados varios tubos y ventosas mientras se las escuchaba respirar con dificultad, pero ni siquiera eso evitó que se giraran a mirarme con una pequeña sonrisa cargada de felicidad a través de su expresión derrotada y decaída.

Limerencia. [AI. # 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora