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Todo el recorrido hasta la casa del rubio fué completamente estresante ; SeongHwa posaba su mano sobre la pierna del menor en un gesto de amabilidad y YeoSang se removía en el asiento del taxi bastante incómodo.
Sus ojos amenazaban con cerrarse en cualquier momento, después de tanto llanto la cabeza le dolía como si la hubiera golpeado repetidas veces contra una pared.
El taxi se detuvo, SeongHwa salió primero para rodear el vehículo y abrirle la puerta. Al poner el primer pié fuera del auto, YeoSang sintió el viento fresco golpear la piel de sus brazos y rostro; notó al instante que no traía ni un abrigo y se abrasó a si mismo para intentar cesar el frío en su cuerpo.

Sintió como SeongHwa posó un abrigo sobre sus hombros y volteó a verlo, pudo distinguir que estaba solamente con una camiseta y le dió una dulce sonrisa.

- Entremos. -murmuró a su lado y el rubio empezó a caminar con SeongHwa detrás de él. Abrió la puerta y encendió las luces, le cedió el paso al pelinegro y vió como admiraba cada centímetro de la casa. -Tu casa es preciosa, Sanggie.

- Gracias, SeongHwa. -le sonrió levemente y suspiró. - Iré a guardar mis cosas.

El mayor solo asintió y Yeosang se dirigió cabizbajo hacia las escaleras, pensaba una y otra vez en si había tomado la mejor decisión y, de nuevo su mente le recordaba lo más escencial: Estuvo en la cárcel por homicidio.
La simple la idea era rídicula, es decir, ¿cómo un hombre que ha asesinado a alguien va a convivir diariamente con una pequeña niña? Es absurdo y el pensar en eso hacía erizar la piel de cualquiera.

El rubio sacudió la cabeza para eliminar esos pensamientos de su mente. Era imposible que algo le pasara a Siyeon, él no la dejaría ni un segundo sola y menos con un desconocido como SeongHwa. Aguantaría hasta cumplir los 18 años, recibiría su beca para ir a Japón y se la llevaría a vivir con él. No sabía que pasaría con SeongHwa después de eso, pero el ya era una persona adulta, suponía que haría su propia vida a parte.

Tomó su maleta y fué depositando delicadamente sus ropas allí; su corazón aún guardaba todos los momentos que vivió desde que su hermanita llegó al mundo, y en aquel momento, esos recuerdos le dolían más de lo que se pudo imaginar alguna vez... porque él nunca imaginó que llegaría a perderla.
No notó cuando había terminado de empacar, pero no era de extrañarse, tenía muy poca ropa. Se acercó al gran armario color violeta que guardaba las prendas de Siyeon, abrió la puerta y su pecho empezó a doler al ver los vestidos, abrigos y camisetas de su hermana; acercó su mano a un vestido que yacía colgado en una percha, era de color violeta y tenía pequeñas flores blancas en todo el diseño. La tomó con cuidado y frotó su mejilla contra la tela, anhelando nada más que volver a ver a su pequeña.
Las lágrimas empezaron a salir, mojando una pequeña parte del vestido; apretó aquella prenda contra su pecho y no se llegó a escuchar nada más que los sollozos del rubio en la habitación.

No había sentido ese dolor tan intenso desde que había encontrado el cuerpo inerte de su padre, no recordaba lo que se sentía la verdadera tristeza y lo mucho que lastimaba su propia mente. Estaba claro que no pasó por peores momentos que esos. Su vida era normal, sin preocupaciones y podía admitir que era felíz; pero siempre llegaba algo para arruinarlo todo.

Sus piernas empezaron a fallar y cayó al piso de rodillas, su llanto se volvía cada vez más pesado y su garganta se raspaba con cada sollozo que emitía.

Sintió la mano de alguien sobre su hombro, era más que claro a quien pertenecía.
El pelinegro observó la escena sin expresión alguna, en otros momentos y si fuera alguien más, hubiera aclarado lo patético que se veía, pero no podía hacerlo con él. Se arrodilló a un lado del rubio, tomó su nuca y atrajo su rostro hacia su pecho, buscando reconfortarlo y sintiendo los espasmos en el cuerpo del más pequeño.

- Vas a recuperarla, DongHun está haciendo hasta lo imposible por ti, confía en él. -acarició su cabello y depositó un tímido beso en éste. - Confía en mí, por favor.

𝑩𝒊𝒓𝒕𝒉𝒎𝒂𝒓𝒌 | 𝑺𝒆𝒐𝒏𝒈𝑺𝒂𝒏𝒈 - 𝑨𝒕𝒆𝒆𝒛Donde viven las historias. Descúbrelo ahora